Medidas efectivas contra los homicidios en América Latina y el Caribe

Por Redacción
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Estos pasos superan a otras medidas comúnmente promovidas por políticos, como el despliegue militar o la represión violenta de grupos criminales, las cuales, según la evidencia, no solo no funcionan, sino que incluso empeoran la situación.

El estudio titulado ¿Qué funciona para reducir homicidios en América Latina y el Caribe?, elaborado por el Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, presenta una evaluación exhaustiva de las estrategias implementadas en la región durante las últimas dos décadas. Los investigadores analizaron 65 programas y clasificaron las medidas en cinco categorías: efectivas, prometedoras, inconclusas, ineficaces y contraproducentes. Su objetivo no es proporcionar recetas mágicas, sino aportar evidencias que guíen la formulación de políticas públicas basadas en datos.

América Latina y el Caribe enfrentan una de las crisis de violencia más graves del mundo. Mientras la tasa global de homicidios se sitúa en 5,8 por cada 100,000 habitantes, en esta región se dispara a 19,9, superando incluso a África, con una tasa de 12,7. Brasil, por ejemplo, representa el 10% de los homicidios globales con solo el 3% de la población mundial.

Ignacio Cano, coautor del estudio, señala que la violencia en la región es un fenómeno multifactorial. La proliferación de armas de fuego, la desigualdad social y la debilidad de las instituciones estatales, junto con factores culturales como el machismo, contribuyen a que la tasa de homicidios sea tan alta. “Es un problema complejo que no tiene soluciones sencillas”, advierte Cano en una entrevista desde Río de Janeiro.

El estudio destaca tres medidas que han demostrado reducir los homicidios en contextos específicos. Primero, limitar la venta de alcohol en horario nocturno, como se ha hecho en ciudades colombianas como Bogotá y Cali, y en São Paulo, ha resultado eficaz en disminuir la violencia, dado que muchos homicidios ocurren en lugares donde se consume alcohol en exceso.

Segundo, la prohibición del porte de armas en espacios públicos también ha sido efectiva en varios lugares de la región. En El Salvador y en tres ciudades colombianas, la restricción de armas en ciertas áreas ha contribuido a la reducción de la violencia.

Finalmente, el despliegue militar ha mostrado resultados positivos cuando se implementa de manera limitada y focalizada. En Río de Janeiro, por ejemplo, la presencia militar en barrios con altas tasas de homicidios ayudó a reducir las muertes, especialmente aquellas perpetradas por la policía. Sin embargo, los investigadores advierten que este tipo de intervenciones deben ser cautelosas, ya que en algunos casos han producido efectos contraproducentes.

El estudio también señala ejemplos de políticas que han fracasado rotundamente, siendo el caso de México uno de los más emblemáticos. Durante el mandato de Felipe Calderón (2006-2012), la estrategia de militarizar la lucha contra el narcotráfico triplicó los homicidios en el país, un aumento que persiste hasta hoy. Cano enfatiza que eliminar a los líderes del crimen organizado no resuelve el problema; por el contrario, abre la puerta a violentas luchas de poder entre los grupos criminales.

Un ejemplo similar ocurrió en Cali, donde el despliegue militar en barrios peligrosos provocó un aumento de homicidios en distritos vecinos, demostrando que la violencia simplemente se desplaza cuando no se aborda de manera integral.

Tras tres años de investigación, Cano y sus colegas proponen tres recomendaciones clave para reducir los homicidios en la región. En primer lugar, es necesario atacar factores de riesgo como el consumo de alcohol y la posesión de armas de fuego. Segundo, se debe trabajar de manera más focalizada en áreas y grupos de alto riesgo, involucrando a los actores de la violencia en procesos que disminuyan su letalidad. Y en tercer lugar, los investigadores subrayan la importancia de continuar evaluando y ajustando las políticas públicas basadas en evidencia científica.

Medidas como la legislación que regula el porte de armas o combate el feminicidio muestran resultados prometedores, aunque aún se requiere más investigación para confirmar su efectividad. El estudio también destaca la importancia de mejorar la investigación de homicidios y de combinar esfuerzos policiales y sociales en los barrios más violentos.

A pesar de la complejidad del problema, el estudio del Laboratorio de Análisis de la Violencia ofrece una guía valiosa para los gobiernos de América Latina y el Caribe en su lucha contra los homicidios. Aunque algunas medidas populares como el endurecimiento de penas carecen de evidencia concluyente sobre su efectividad, limitar el acceso a armas y alcohol ha demostrado ser una estrategia eficaz. Sin embargo, Cano recuerda que lo que funciona en un lugar no necesariamente funcionará en otro. Las políticas públicas deben estar basadas en la realidad local y, sobre todo, en datos sólidos que permitan ajustarlas a medida que evolucionan los desafíos de la violencia en la región.