Por Agencias
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Partido gélido del Tri, superado hasta el tiempo de compensación por ‘Les Rouges’, que toman el mando del octagonal. Larin, autor de un doble; descontó Herrera sobre el final.
Cuando parecía no haber problemas en el trayecto hacia Qatar 2022, la Selección Mexicana encontró una tormenta de nieve en el camino.
¿O será que Martino y su pelotón transitaron hacia su destino a sabiendas de él, mera pulsión autodestructiva?
No hay eliminatorias tranquilas, salvo alguna excepción. Qué ilusos fuimos. En Edmonton, el Tri finalizó la tercera ventana clasificatoria de Concacaf como Jack Nicholson en la penúltima escena de El Resplandor, perdido en aquel laberinto de hielo.
Y los fantasmas de traumas pasados que pululan entre la nieve. Con el corazón más caliente que el cuerpo, México solo jugó los cinco minutos de la compensación y dejó en Canadá algo más que su tranquilidad y el primer lugar del octagonal.
El topetazo de Henry a Lozano alargó el inicio de las hostilidades.
Dos minutos más para entrar en calor, si eso era posible.
Pasaron siete y el partido siguió atascado en la nieve.
Y 15, y lo mismo.
Al ‘Chucky’ se le congelaba la sangre mientras el juego mutaba en una guerra de bolas de nieve.
No hubo señales de vida hasta que Henry abrió un túnel entre el montón de hielo y Larin recogió la pelota al otro lado de la gruta.
Ochoa embolsó el granizo.
Poco después, Gallardo imitó el ejercicio y Jiménez patinó con molinetes y ribetes de Nathan Chen sobre el hielo y sus cuchillas.
Solo una insinuación. Todo fue intención en los primeros 45 minutos en Edmonton.
El frío petrifica las ideas y los cañones.
Quizá el guión minimalista era precisamente lo que esperaba Martino.
Que el clima glacial congelara también la crisis y las dudas.
Un partido más inspido que un poutine en Toronto.
El plan inmovilista y los rezos al tótem de bisonte le resultaban al ‘Tata’ hasta que Johnston apuñaló a Orbelín con un carambáno y lo arrojó hacia la cabaña de Ochoa; el guardián alejó el rayo de Frozono, pero Larin, el ‘hombre de las nieves’, activó el chispazo en segunda oportunidad.
Ochoa, Martino y Araujo quedaron como un témpano.
La situación ameritaba una acción contundente e inmediata.
Martino rompió el 5-3-2 inaugural e inyectó a Corona y Alvarado para robustecer la línea frontal.
Para poblar de tropas la tundra. Pasó, pero Herdman acomodó una manada de alces en los bosques que guardaba Borjan. Y los tótems de Saskatchewan dejaron de funcionar.
Eustáquio arrojó el dulce de maple y Ochoa quedó con los pies descalzos pegados al lago de hielo. Gallardo y Vásquez tampoco acudieron al rescate.
Larin se merendó la golosina. Los párvulos canadienses celebraron como osos pardos retozando en la nieve.
Fiesta invernal en Edmonton con música de Gord Downie, que el caluroso invierno catarí ya les abraza.
Martino dejó de encomendarse a los tótems y cambió sus plegarias hacia ‘El Abuelo’ Cruz y Matías Vuoso.
Entonces, Alvarado probó los atrofiados músculos de Borjan, pero el guardameta respondió con una maniobra digna del portero de los Edmonton Oilers.
Davies dispuso de todo el Yukón para cabalgar a placer cuando Domínguez abandonó territorio esquimal para que Córdova invocara su magia japonesa entre los surcos de Layrea y Johnston.
No sirvió. Jiménez disparó hacia Calgary gracias a un pelotazo aleatorio, síntoma del embrollo. México era más espeso que el jarabe de maple.
El cabezazo gol de Herrera, a centro de ‘Tecatito’, la primera jugada racional de la noche, fue vacuna esperanza, pese a que el partido deshieló con el fuego.
‘Les Rouges’ entraron en pánico, más por vértigo que por diligencia futbolística del Tri.
Y, en una jugada netamente concacafkiana, cayeron rayos y centellas.
Y ráfagas polares. Un tiro de esquina furtivo desató el caos, Sánchez intentó anotar con el hombro y solo causó un aquelarre.
Los minutos finales fueron un anárquico solo instrumental de Rush.
El Tri solo cosechó drama de la embestida tragicómica. Canadá defendió con Trudeau, las guarniciones de reserva de la policía montada y la policía del parlamento de Ottawa.
Al final, Guardado, Alvardo, Edson y compañía intentaron rescatar con puños y mentadas lo que no pudieron defender con la pelota en los pies.
Un cierre estilo NHL, para deleite de los aficionados que coparon las gradas del Commonwealth.
Al final, Qatar no estaba tan cerca.
Será la tormenta de nieve la que nubla el panorama. O más problemas que no queremos ver.