Por Redacción
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Cientos de miles de personas salieron a las calles de Francia este jueves en una de las mayores jornadas de protestas contra el presidente Emmanuel Macron y su recién nombrado primer ministro, Sébastien Lecornu.
Las marchas, que se extendieron desde París hasta ciudades como Lyon, Nantes y Rennes, expresaron un profundo descontento social por los recortes presupuestarios, la creciente desigualdad y la percepción de que el gobierno ha abandonado a las clases trabajadoras y medias.
Las huelgas paralizaron parcialmente el Metro de París, interrumpieron servicios de transporte y provocaron enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad. La policía antidisturbios respondió con gases lacrimógenos y detuvo a más de 180 personas en todo el país, mientras el Ministerio del Interior calculó la participación en unas 500,000 personas, cifra que los sindicatos duplicaron al reportar más de un millón de manifestantes.
El descontento refleja años de tensiones acumuladas en torno a la política proempresarial de Macron y se convierte en la primera gran prueba para Lecornu, quien asumió el cargo hace apenas una semana en medio de un Parlamento fragmentado y una economía debilitada por el déficit.
Protestas masivas contra el ajuste y los recortes
En París, donde se concentró la mayor parte de las manifestaciones, enfermeras, estudiantes, trabajadores del transporte y empleados públicos marcharon con pancartas que denunciaban la precarización de los servicios básicos.
“Hartos. Realmente hartos”, resumió Aya Touré, enfermera de hospital. “Los que nos gobiernan no tienen idea de lo que significa la vida real. Nosotros pagamos el precio”.
Las críticas se centraron en la reducción del gasto en salud, educación y otros servicios públicos, pilares del modelo social francés. Clara Simon, estudiante de historia, cargaba un cartel con la frase Universidad en peligro.
“Ya no hay dinero ni para jabón en los baños ni para reparar los asientos rotos. Cada año la situación social y económica empeora”, afirmó.
Otros expresaron su frustración con ejemplos concretos de la crisis. “Nuestro salario está congelado, los colegas se van y las camas se cierran”, denunció Stephane Lambert, enfermero de 34 años. “Hay menos dinero en los bolsillos, menos manos para ayudar y más presión cada día”.
Los sindicatos y partidos de izquierda exigen que el ajuste se financie con mayores impuestos a los ricos y a las grandes empresas, en lugar de recortar servicios sociales. “El déficit es un problema, pero no se resuelve cerrando hospitales o debilitando las escuelas públicas”, dijo Pierre Courois, funcionario jubilado.
Los manifestantes reclamaban, además, que la carga de la crisis no siga recayendo sobre los asalariados. “Estamos exprimidos como limones, aunque ya no queda jugo”, expresó Nadia Belhoum, trabajadora del transporte en huelga durante un bloqueo matutino en un depósito de autobuses.
La protesta, que comenzó con bloqueos en la madrugada y marchas por la tarde, se convirtió en un símbolo de la frustración generalizada hacia un gobierno que, según sus críticos, ha gobernado en beneficio de las élites económicas y financieras.
Primeros desafíos para Lecornu y escalada en las calles

El nombramiento de Sébastien Lecornu, de 38 años, como primer ministro fue visto como un intento de Macron por oxigenar a su gobierno, debilitado tras disolver el Parlamento en 2024 y enfrentar un Legislativo dominado por opositores. Sin embargo, el debut de Lecornu ha coincidido con un estallido social que amenaza con minar su legitimidad antes de consolidarse en el cargo.
Lecornu intentó dar señales de austeridad con gestos simbólicos, como eliminar beneficios vitalicios para exministros, y rechazó propuestas impopulares de reducir días festivos. También se reunió con sindicatos y líderes opositores para buscar un consenso presupuestario. Pero para muchos manifestantes, su designación representa una continuidad del rumbo marcado por Macron.
“Traer a Lecornu no cambia nada, es solo otro hombre con traje siguiendo la línea de Macron”, opinó Juliette Martin, estudiante universitaria de 22 años.
El jueves, unas 80,000 fuerzas de seguridad fueron desplegadas en todo el país, según el Ministerio del Interior. En París, la policía usó gases lacrimógenos para desalojar bloqueos de depósitos de autobuses y dispersar multitudes en la tarde. También hubo choques en Lyon, Rennes y Nantes, donde grupos de manifestantes lanzaron proyectiles contra los agentes.
Trabajadores ferroviarios en huelga lograron entrar brevemente en la sede del Ministerio de Economía en París, lanzando bengalas y dejando rastros de humo antes de retirarse. “La burguesía se ha atiborrado durante décadas. Ahora quieren que la crisis la paguen los pobres, los jubilados, los estudiantes. Eso debe terminar”, afirmó Fabien Villedieu, líder sindical de SUD-Rail.
La policía informó de 181 detenciones al cierre de la jornada. A pesar de los disturbios, la mayoría de las manifestaciones fueron pacíficas y con fuerte presencia sindical.
El transporte público funcionó de manera intermitente. El Metro de París operó en parte durante las horas punta, aunque con cierres fuera de esos horarios. Los trenes de alta velocidad registraron retrasos y cancelaciones menores, según la SNCF.
Para muchos, la protesta fue también una advertencia al nuevo primer ministro.
“Cada vez que hay una manifestación, la vida diaria es tomada como rehén”, comentó Nathalie Laurent, empleada de oficina afectada por la huelga del Metro. “Si esto es lo que Lecornu entiende por estabilidad, tiene un largo camino por recorrer”.
Los sindicatos advirtieron que las movilizaciones continuarán si el gobierno no modifica su plan de austeridad. “No vamos a permitir que los trabajadores carguen una vez más con el peso de la deuda”, declaró Jean Pierre Mercier, sindicalista de la industria automotriz.
Mientras Macron insiste en que las reformas son necesarias para mantener la credibilidad financiera de Francia, la brecha entre el gobierno y la calle parece agrandarse. Con un Parlamento fragmentado, un déficit creciente y una sociedad movilizada, el presidente y su primer ministro enfrentan uno de los mayores desafíos políticos de su mandato.
