Por Redacción
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Dick Cheney, el influyente vicepresidente republicano que moldeó la política exterior de Estados Unidos tras los ataques del 11 de septiembre y fue uno de los principales impulsores de la invasión a Iraq, murió a los 84 años debido a complicaciones por una neumonía y una enfermedad cardiovascular, según informó su familia.
“Su amada esposa Lynne, con quien compartió 61 años de matrimonio, sus hijas Liz y Mary, y otros familiares lo acompañaron en sus últimos momentos”, señaló el comunicado familiar, difundido este lunes.
Cheney, quien fue vicepresidente durante los dos mandatos de George W. Bush, entre 2001 y 2009, fue considerado el segundo hombre más poderoso de Washington y una de las figuras más controvertidas del Partido Republicano. Su influencia marcó el rumbo de la política militar y de seguridad nacional en una época que transformó a Estados Unidos.
Arquitecto de la “guerra contra el terrorismo”
Como vicepresidente, Cheney fue el principal defensor de la llamada “guerra contra el terrorismo”, una doctrina que llevó a Estados Unidos a intervenir militarmente en Afganistán y posteriormente en Iraq.
Su respaldo a la invasión de Iraq en 2003, basada en la falsa premisa de que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, terminó por definir su legado político.
Los críticos lo acusaron de manipular la información de inteligencia y de promover políticas de tortura e interrogatorios coercitivos en centros de detención de la CIA. Sin embargo, Cheney defendió sus decisiones hasta el final, insistiendo en que fueron necesarias para proteger al país.
“El 11 de septiembre cambió todo”, declaró en una entrevista años después. “Hicimos lo que creímos correcto para garantizar que nunca volvieran a atacar a Estados Unidos”.
Una vida entre el poder y la polémica
Nacido en Lincoln, Nebraska, en 1941, y criado en Wyoming, Cheney dedicó su vida al servicio público. Fue jefe de gabinete de la Casa Blanca durante el gobierno de Gerald Ford, congresista por Wyoming durante seis mandatos, y secretario de Defensa bajo George H. W. Bush, donde supervisó la Operación Tormenta del Desierto en 1991.
Antes de regresar al gobierno, Cheney lideró la compañía petrolera Halliburton, experiencia que más tarde alimentó acusaciones de conflictos de interés durante la guerra de Iraq, ya que la empresa obtuvo contratos millonarios de reconstrucción en la región.
Su regreso a la Casa Blanca como vicepresidente en 2001 fue decisivo. George W. Bush, con poca experiencia en política exterior, delegó amplias responsabilidades en Cheney, quien operaba con un círculo reducido y ejercía un control discreto pero formidable sobre las decisiones de seguridad y defensa.
Aunque el propio Bush siempre negó haber sido una figura decorativa, muchos dentro y fuera del gobierno se referían a Cheney como “el vicepresidente que gobernaba”.
En sus últimos años, Cheney se convirtió en uno de los críticos más duros del expresidente Donald Trump.
Lo calificó de “cobarde” y lo señaló como “la mayor amenaza que la república haya enfrentado”. Su postura lo marginó del ala populista del Partido Republicano y profundizó el distanciamiento con los nuevos líderes conservadores.
Crítico feroz de Donald Trump
En 2024, Cheney sorprendió al país al anunciar que votaría por la demócrata Kamala Harris, justificando su decisión en defensa de la democracia estadounidense. “Trump no cree en la Constitución”, dijo entonces.
Su hija, Liz Cheney, excongresista y una de las principales detractoras de Trump dentro del partido, siguió la línea de su padre, enfrentando duras represalias políticas por sus posturas.
Cheney sobrevivió a varios ataques cardíacos desde los 30 años y vivió más de una década gracias a un trasplante de corazón recibido en 2012. En una entrevista en 2014 describió la operación como “el regalo de la vida misma”.
A pesar de su frialdad pública y su imagen de estratega implacable, su familia lo recordó como un hombre profundamente afectuoso y devoto a los suyos.
“Fue un gran hombre que inculcó en sus hijos y nietos el amor por el país, la valentía, la bondad y, sobre todo, la pasión por la pesca con mosca”, expresó su familia.
“Nos sentimos inmensamente afortunados de haber amado y haber sido amados por este noble e imponente hombre”, añadió el comunicado.
La influencia de Cheney en la política estadounidense sigue siendo objeto de debate. Para algunos, fue un patriota que actuó en tiempos de crisis. Para otros, el responsable de las decisiones más costosas y divisivas de la historia reciente del país.
Su muerte marca el fin de una era para una generación de políticos republicanos que moldearon el siglo XXI con mano dura y convicciones inquebrantables.
