Poderosos y humildes despiden a Francisco, el «papa del pueblo»

Por Redacción
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Unas 250.000 personas asistieron a la misa en la Plaza de San Pedro, mientras otras 150.000 se alinearon a lo largo de la ruta del cortejo fúnebre en Roma. Los presentes aplaudieron y corearon “Papa Francesco” mientras su sencillo ataúd de madera era trasladado en un papamóvil modificado hacia su lugar de descanso en la Basílica de Santa María la Mayor.

Al llegar, el féretro fue recibido por migrantes, reclusos y personas sin hogar que sostenían rosas blancas. Dentro de la basílica, cuatro niños depositaron flores a los pies del altar antes de que comenzara la ceremonia.

El cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, pronunció una homilía emotiva y personal, describiendo a Francisco como un líder de corazón abierto y comprometido con los más pequeños. Re recordó la constante preocupación del pontífice por los migrantes, como su misa en la frontera entre Estados Unidos y México y su visita a un campo de refugiados en Grecia.

“El hilo conductor de su misión fue la convicción de que la Iglesia es un hogar para todos, con puertas siempre abiertas”, expresó Re ante una multitud que respondió con aplausos.

A pesar de su enfoque en los desamparados, el funeral atrajo a importantes figuras del poder mundial, incluyendo al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su predecesor Joe Biden; el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy; el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres; y el primer ministro británico, Keir Starmer, entre otros.

El presidente argentino, Javier Milei, también asistió, en una participación que llamó la atención debido a la relación distante que mantenía con el papa.

En un hecho inusual, Trump y Zelenskyy sostuvieron una breve reunión privada dentro de la Basílica de San Pedro, en un gesto que recordó el llamado persistente de Francisco a alcanzar la paz en Ucrania.

Francisco había planificado su propio funeral, buscando simplificar los rituales y subrayar su visión del papa como servidor, no como figura de poder. Esa filosofía guió su papado desde su elección en 2013, cuando eligió su nombre en honor a San Francisco de Asís.

La mañana del funeral, decenas de miles de personas llegaron antes del amanecer para asegurarse un lugar en la plaza. Pantallas gigantes fueron instaladas en calles adyacentes para quienes no lograron entrar. La seguridad fue reforzada con miles de policías, soldados y hasta vigilancia marítima.

Muchos de los asistentes, incluidos grupos juveniles y peregrinos, originalmente habían viajado a Roma para la canonización de Carlo Acutis, que fue pospuesta debido al fallecimiento del papa.

Miguel Vaca, un peregrino peruano, acampó cerca de la Plaza de San Pedro para despedirse de Francisco. “Era un papa muy carismático, muy humano, sobre todo muy humilde”, comentó.

Francisco, primer papa latinoamericano y jesuita, falleció a los 88 años el lunes de Pascua tras sufrir un derrame cerebral mientras se recuperaba de una neumonía. Desde antes de su papado, había mostrado una profunda devoción por Santa María la Mayor, donde ahora descansará, en un ataúd sencillo en el que se colocó un decreto biográfico destacando su compromiso con los pobres.

La elección de esta basílica también conecta con la historia jesuita, ya que San Ignacio de Loyola celebró allí su primera misa.

Con la sepultura de Francisco, se abre paso al cónclave para la elección de su sucesor, previsto para la primera semana de mayo. El cardenal alemán Reinhard Marx indicó que la masiva asistencia al funeral muestra el deseo de continuidad en el legado de Francisco.

Durante tres días previos, más de 250.000 personas acudieron a la capilla ardiente en la Basílica de San Pedro para despedirse. La basílica se mantuvo abierta durante la noche, pero aun así miles de fieles no lograron ingresar antes del cierre el viernes.

«Estamos aquí para honrarlo porque siempre decía ‘no se olviden de rezar por mí’”, recordó la hermana Christiana Neenwata, de Nigeria, en medio del dolor colectivo que marcó una despedida histórica para un papa que, hasta el final, se mantuvo fiel a los más humildes.