Por Redacción
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La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha comenzado su mandato marcando terreno en la relación bilateral con Estados Unidos.
Enfrentándose directamente a la política migratoria del presidente electo Donald Trump, Sheinbaum busca contrarrestar la promesa del republicano de deportar hasta un millón de personas cada año en situación irregular. En apenas unas semanas, este tema se ha convertido en una de las principales prioridades de la nueva administración mexicana.
Durante su conferencia de prensa más reciente, Sheinbaum dejó claro que su gobierno no respaldará el trato criminalizador hacia los migrantes. “No estamos de acuerdo en que se trate a los migrantes como criminales”, afirmó la mandataria. Para respaldar su postura, el gobierno mexicano ya elabora documentos que destacan la contribución económica de los migrantes mexicanos en ambos lados de la frontera, así como los beneficios del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que se revisará en 2026.
Migrantes: Héroes y heroínas
El discurso más contundente de Sheinbaum en favor de los migrantes ocurrió durante la conmemoración del Día de la Revolución. Allí, la presidenta exaltó a la comunidad mexicana en el extranjero como un motor fundamental para las economías de México y Estados Unidos. “Nuestros paisanos y paisanas son héroes y heroínas. Trabajadores que no solo apoyan a sus familias y a nuestra economía, sino que también contribuyen a la economía estadounidense”, declaró.
Las remesas, que representan alrededor del 4% del Producto Interno Bruto de México, son un claro ejemplo del impacto económico de los migrantes. El año pasado, México recibió más de 63.000 millones de dólares en envíos de dinero desde el extranjero, la mayoría provenientes de Estados Unidos.
Sin embargo, Sheinbaum no se enfoca únicamente en las contribuciones económicas. También ha anunciado el fortalecimiento de la red consular mexicana en Estados Unidos, la más grande de cualquier país, para proteger a los migrantes de redadas, abusos y violaciones a sus derechos humanos. A pesar de que el presupuesto de la Secretaría de Relaciones Exteriores sufrió una reducción para el próximo año, la presidenta subrayó que su gobierno está desarrollando un plan integral para hacer frente a las deportaciones masivas y la posible crisis humanitaria que estas podrían desencadenar.
El desafío de Trump
La victoria de Trump en las elecciones del 5 de noviembre ha generado tensiones inmediatas entre ambos países. El nombramiento de figuras como Marco Rubio como secretario de Estado y Tom Homan como “zar de la frontera” refuerzan la postura dura del nuevo gobierno estadounidense en temas migratorios. Homan, conocido por su retórica crítica hacia México, ya ha anticipado medidas como la designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas y la construcción de instalaciones masivas en Texas para facilitar deportaciones.
Ante este panorama, Sheinbaum reiteró su compromiso de recibir a los mexicanos que sean deportados y desarrollar programas de reintegración. No obstante, el impacto de las políticas de Trump no se limita a los migrantes mexicanos. También preocupa el cierre de la frontera, una medida que podría afectar gravemente el comercio bilateral, que ascendió a más de 700.000 millones de dólares en 2022.
El primer gran reto diplomático
La relación entre México y Estados Unidos enfrenta un periodo de alta volatilidad política y tensiones crecientes. En este contexto, Sheinbaum ha dejado en claro que la crisis migratoria será uno de los principales focos de su política exterior. La mandataria adelantó que buscará una reunión con el equipo de transición de Trump para abordar temas clave como comercio, seguridad y migración. Aunque aún no hay una fecha concreta para este encuentro, el gobierno mexicano ya trabaja en una estrategia para posicionarse como un aliado confiable y evitar un escalamiento de las tensiones.
La ruta hacia el diálogo
En medio del nerviosismo por el cambio de administración en Estados Unidos, Sheinbaum convocó esta semana a su Gabinete para diseñar una hoja de ruta que aborde los retos más apremiantes de la relación bilateral. “Tenemos un plan y lo estamos desarrollando”, afirmó. Entre las prioridades, destacó la necesidad de demostrar con datos concretos el valor de los migrantes en sectores clave como la agricultura y la construcción, así como la importancia de mantener un flujo comercial estable entre ambos países.
Aunque el camino está lleno de desafíos, la presidenta ha dejado claro que no dará marcha atrás en la defensa de los derechos de los migrantes y en la búsqueda de una relación bilateral más equilibrada. El endurecimiento de la política migratoria de Trump representa la primera gran prueba para la nueva administración mexicana, que busca consolidarse como un contrapeso frente a las políticas nacionalistas del republicano.
Con la migración como uno de los principales puntos de fricción entre México y Estados Unidos, los próximos meses serán cruciales para determinar el rumbo de la relación entre ambos países.