Por Redacción
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Mientras cientos de miles de empleados federales permanecen suspendidos o trabajan sin paga, el presidente Donald Trump no ha alterado su rutina. Continúa con sus viajes internacionales, partidos de golf y eventos sociales en la Casa Blanca, en contraste con cómo otros mandatarios han manejado cierres de gobierno en el pasado.
Durante cierres anteriores —incluido el ocurrido en su primer mandato— los presidentes solían reducir su agenda pública, mostrar solidaridad con los trabajadores afectados y limitar el gasto gubernamental visible. Esta vez, la Casa Blanca sigue funcionando con normalidad, y el presidente parece decidido a proyectar una imagen de control.
El cierre actual ha dejado a unos 750,000 empleados federales sin sueldo o suspendidos temporalmente, mientras la financiación de programas clave como el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP) caduca el 31 de octubre. Sin embargo, Trump ha continuado viajando y celebrando eventos, ignorando en gran medida el impacto económico y social de la parálisis administrativa.
“Parece que para ellos todo está bien”, dijo Paul Begala, estratega demócrata y exasesor del presidente Bill Clinton, al comparar el actual cierre con los ocurridos en la década de 1990.
Viajes, golf y eventos exclusivos mientras el gobierno se paraliza
Trump inició una gira de seis días por Asia, después de una breve visita a Oriente Medio, y organizó una recaudación de fondos en la Casa Blanca para grandes donantes, en un salón de baile remodelado con un costo estimado de 300 millones de dólares. También realizó otro evento en su finca privada de Florida.
Mientras tanto, varios miembros de su gabinete también han viajado al extranjero. El vicepresidente JD Vance visitó Israel, la secretaria de Seguridad Nacional Kristi Noem estuvo en Oregón y el secretario de Defensa Pete Hegseth recorrió la escuela de combate TOPGUN en Nevada.
A pesar del cierre, solo el 32% del personal de la Oficina Ejecutiva del Presidente fue suspendido, según un informe de la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca. En el cierre de 2018-2019, el porcentaje había sido del 61%. En la Mansión Ejecutiva, la mitad del personal doméstico —amas de llaves, ayudantes de cámara y mayordomos— sigue trabajando, frente a más del 70% suspendido durante el cierre anterior.
“Ni siquiera sé si deberían estar trabajando, pero no faltan un día”, dijo Trump durante un evento reciente en la Casa Blanca.
Durante el cierre de 2018, el entonces presidente canceló su viaje navideño a Florida y suspendió sus partidos de golf. En contraste, hoy mantiene una agenda activa y hasta ha reanudado los almuerzos oficiales con senadores republicanos, donde el menú incluye hamburguesas preparadas por el personal presidencial.
En 2019, cuando el cierre federal se prolongó más de un mes, Trump optó por servir hamburguesas de McDonald’s y pizza de Domino’s a los jugadores del equipo de fútbol americano de la Universidad de Clemson, en medio de la falta de personal de cocina en la Casa Blanca. Esta vez, el menú es elaborado internamente. “Hacen una comida excelente en la Casa Blanca”, comentó el mandatario.
Estrategia política o indiferencia presidencial
Para algunos analistas republicanos, el enfoque despreocupado de Trump podría ser una estrategia política calculada. Según Marc Short, exjefe de gabinete del vicepresidente Mike Pence, “es un enfoque mucho más inteligente”. La Casa Blanca, argumentó, intenta mostrar que puede funcionar pese a la parálisis del Congreso y evitar que el cierre dañe la imagen del presidente.
En su primer mandato, Trump forzó un cierre de 35 días con la esperanza de obtener fondos para la construcción del muro fronterizo con México. Entonces, asumió públicamente la responsabilidad del cierre. Esta vez, su equipo ha evitado hacerlo. “La Casa Blanca ha sido clara en no asumir la responsabilidad”, dijo Short.
El exasesor de Clinton, Begala, recordó que en los cierres de 1995 y 1996, el presidente Bill Clinton enfrentó una estrategia similar por parte del Congreso liderado por Newt Gingrich, pero decidió no ceder. Los votantes terminaron responsabilizando más a los republicanos, lo que fortaleció a Clinton políticamente.
“Clinton entendió que mantenerse firme, tener un momento ‘Gary Cooper’, sería bueno para él”, dijo Begala, aludiendo al clásico western High Noon.
El exjefe de gabinete Leon Panetta, quien ayudó a negociar el fin de esos cierres, cree que Trump podría resolver la crisis si lo priorizara. “Su atención está enfocada en todo menos en reunir a ambos partidos para resolver este problema”, afirmó.
Reacciones dentro y fuera de Washington
Durante el cierre de 2013, el presidente Barack Obama canceló viajes internacionales y eventos sociales para destacar el impacto económico de la parálisis federal. También visitó pequeñas empresas afectadas por la suspensión de préstamos y servicios.
Esta vez, la Casa Blanca de Trump ha optado por culpar a los demócratas y sostener que la responsabilidad del cierre recae en el Congreso. “El presidente Trump continúa trabajando día y noche en nombre del pueblo estadounidense”, declaró la portavoz Abigail Jackson. “Los demócratas decidieron cerrar el gobierno y están perjudicando a las familias trabajadoras”.
Sin embargo, antiguos funcionarios demócratas aseguran que el presidente no muestra señales de presión política. Bill Daley, jefe de gabinete durante el cierre de 2013, dijo que Trump “no actúa como alguien que sienta urgencia por resolver la crisis, ni siquiera antes de las elecciones de gobernador en Virginia y Nueva Jersey”.
Según una encuesta del AP-NORC Center for Public Affairs Research, aproximadamente seis de cada diez estadounidenses creen que Trump y los republicanos del Congreso son “muy responsables” o “bastante responsables” del cierre. Un 54% opina lo mismo de los demócratas.
El exsecretario de prensa de Clinton, Mike McCurry, considera que ningún partido ha logrado comunicar un mensaje coherente. “Trump tiene la presidencia para transmitir su versión, pero ha sido caprichoso. No habrá ganadores ni perdedores claros después de esto”, señaló.
Mientras el Congreso sigue sin acuerdo, el presidente continúa viajando, recaudando fondos y jugando golf, proyectando una imagen de normalidad que contrasta con la realidad de cientos de miles de familias afectadas. Para muchos observadores, esa brecha podría definir la percepción pública del cierre más prolongado en la historia moderna de Estados Unidos.
