Por Redacción
Redaccion@latinocc.com
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder chino, Xi Jinping, sostuvieron este jueves su primera reunión cara a cara en seis años, un encuentro que podría marcar un punto de inflexión en la tensa relación entre las dos mayores economías del mundo.
Ambos mandatarios intercambiaron elogios al inicio del encuentro celebrado en la Base Aérea de Gimhae, en la ciudad costera de Busan, donde también se desarrolla una cumbre internacional. Trump describió a Xi como el “gran líder de un gran país”, y expresó su deseo de mantener “una relación fantástica por un largo período de tiempo”.
Xi, por su parte, respondió que era “un gran placer” ver nuevamente a Trump y subrayó la necesidad de mantener el rumbo adecuado en la relación bilateral. “No siempre estamos de acuerdo, y es normal que las dos principales economías del mundo tengan fricciones de vez en cuando. Pero debemos encontrar una vía para prosperar juntos”, afirmó el mandatario chino.
La reunión, que pone fin a una gira de cinco días del presidente estadounidense por Asia, es observada de cerca por gobiernos y mercados globales ante la posibilidad de que ambas potencias puedan estabilizar su relación tras años de tensiones comerciales y tecnológicas.
Durante los últimos meses, la economía mundial se ha visto sacudida por una escalada de aranceles, controles de exportación y sanciones cruzadas entre Washington y Pekín. Las medidas han impactado desde productos agrícolas y semiconductores hasta el transporte marítimo y la industria tecnológica.
En el centro del conflicto se encuentra el desequilibrio comercial entre ambos países y los esfuerzos de Estados Unidos por reducir su dependencia tecnológica de China, reforzando al mismo tiempo las restricciones al acceso de empresas chinas a microchips avanzados y componentes esenciales para la inteligencia artificial.
Temas clave sobre la mesa
El encuentro de Busan abarca una amplia agenda de temas estratégicos. Entre ellos se encuentran los aranceles, los controles chinos sobre las exportaciones de tierras raras, las sanciones estadounidenses al acceso chino a tecnología de punta, y el papel de China en el tráfico de fentanilo, una droga sintética que ha agravado la crisis de sobredosis en Estados Unidos.
Otros puntos de discusión incluyen las compras chinas de soja estadounidense, el futuro de la red social TikTok —propiedad de la empresa china ByteDance—, la guerra en Ucrania y la situación de Taiwán, un territorio que Pekín considera parte de su soberanía y que Washington ha prometido defender.
Expectativas y desafíos
Fuentes diplomáticas indicaron que las conversaciones previas entre equipos comerciales de ambos países abrieron la posibilidad de que Trump y Xi acuerden un marco general para manejar sus relaciones económicas en el futuro. Sin embargo, cualquier avance será limitado frente a la complejidad de una rivalidad estructural que abarca lo económico, lo tecnológico y lo militar.
China busca previsibilidad en sus vínculos con Washington mientras acelera su camino hacia la autosuficiencia tecnológica, especialmente en sectores estratégicos como la inteligencia artificial, los chips y la energía renovable. Estados Unidos, por su parte, intenta preservar su liderazgo global y contener la creciente influencia de Pekín en Asia y África.
En los mares de China Oriental y Meridional, la expansión militar china ha inquietado a los aliados de Washington, incluyendo Japón, Filipinas y Corea del Sur, que han reforzado su cooperación en defensa con Estados Unidos.
Pese a las diferencias, ambas potencias reconocen la importancia de mantener canales de comunicación abiertos para evitar malentendidos y reducir riesgos geopolíticos que podrían desestabilizar la economía global.
“Una relación estable entre Estados Unidos y China beneficia a ambos países y al mundo entero”, declaró un alto funcionario estadounidense antes del encuentro, subrayando que el objetivo es “gestionar las diferencias de forma responsable”.
Un cierre con alto valor simbólico
Para Trump, la reunión con Xi representa un cierre simbólico a su gira por Asia, marcada por acuerdos comerciales y compromisos de inversión con aliados regionales. Para Xi, es una oportunidad de proyectar liderazgo en un momento en que China enfrenta una desaceleración económica y busca reconstruir confianza internacional.
Aunque no se esperan anuncios concretos, el solo hecho de que ambos líderes se sienten a dialogar después de años de tensiones y acusaciones mutuas envía una señal de distensión en un escenario global cargado de incertidumbre.
“Las diferencias son profundas, pero el diálogo es el único camino”, comentó un analista en Seúl. “El mundo necesita ver cooperación, no confrontación, entre las dos potencias más influyentes del siglo XXI”.
