Por Agencias
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Las pandemias eventualmente llegan a su fin, incluso si la presencia de la variante ómicron complica la cuestión de cuándo terminará esta.
Pero no será como apagar un interruptor. El mundo tendrá que aprender a coexistir con un virus que llegó para quedarse.
La altamente contagiosa ómicron ha impulsado el número de infecciones a máximos históricos y ha desatado el caos en momentos en que un agotado mundo lucha, nuevamente, por contener su propagación.
Esta vez, sin embargo, no empezamos de cero.
Las vacunas ofrecen una sólida protección contra una enfermedad grave, incluso si no siempre evitan una infección moderada.
La ómicron no luce tan metal como algunas de las variantes previas. Y aquellos que sobreviven a ella tendrán una protección renovada a otras formas del virus que siguen circulando — y tal vez, también, contra la siguiente mutación que emerja.
La más reciente variante es una advertencia sobre lo que seguirá sucediendo “a menos que realmente nos tomemos en serio el objetivo de ponerle fin”, dijo el doctor Albert Ko, especialista en enfermedades infecciosas en la Facultad de Salud Pública de Yale.
“Ciertamente, el COVID estará con nosotros para siempre”, añadió Ko. “Nunca vamos a poder erradicar o eliminar el COVID, así que tenemos que identificar nuestras metas”.
En algún momento, la Organización Mundial de la Salud determinará cuando suficientes países hayan controlado lo suficiente su número de casos de COVID-19 — o al menos, las hospitalizaciones y decesos — para declarar el fin oficial de la pandemia.
Aún se desconoce cuál sería ese umbral.
Incluso después que suceda esto, algunas partes del mundo seguirán pasando problemas — especialmente las naciones pobres que carecen de vacunas o tratamientos suficientes — mientras que otros tendrán una transición más fácil hacia lo que los científicos llaman un estado “endémico”.
Existen distinciones difusas, dijo el experto en enfermedades infecciosas Stephen Kissler, de la Facultad de Salud Pública T.H. Chan de Harvard.
Él define el periodo endémico como alcanzar “cierto estado de estabilidad aceptable” para lidiar con el COVID-19.
La crisis de ómicron demuestra que aún no hemos llegado a ese punto, pero “pienso que llegaremos a un punto en el que el SARS-CoV-2 se vuelva endémico, como lo es la influenza”, añadió.
El doctor Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas para el gobierno de Estados Unidos, aspira a que se controle el virus de tal forma “que no afecte a la sociedad, que no afecte a la economía”.
Estados Unidos ya comenzó a mandar señales de que se dirige hacia lo que sea que signifique una nueva normalidad.
El gobierno del presidente Joe Biden asegura que existen herramientas suficientes — refuerzos de vacunas, nuevos tratamientos y el uso de mascarillas — para lidiar incluso con la amenaza de ómicron sin la necesidad de los confinamientos de los primeros días de la pandemia.
Y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus iniciales en inglés) recién redujeron a cinco días el tiempo en que las personas con COVID-19 deben permanecer en aislamiento para no contagiar a los demás, señalando que está cada vez más claro que los primeros días son los de mayor riesgo de transmisión.
La India ofrece un ejemplo de lo que es alcanzar un nivel estable de casos de COVID-19.
Hasta hace poco, los casos reportados de infecciones permanecieron por debajo de 10.000 durante seis meses, pero únicamente después de un costo de vidas “demasiado traumático para calcular” provocado por la variante delta, dijo el doctor T. Jacob John, exdirector del departamento de virología en el Christian Medical College del sur de la India.
Ahora, ómicron ha provocado un nuevo repunte de infecciones, y el país iniciará en enero una campaña de refuerzos de vacunación para los trabajadores de primera línea.
Pero John dijo que otros casos endémicos, como la influenza y sarampión, causan brotes periódicos, y el coronavirus seguirá teniendo brotes ocasiones incluso después de ómicron.
Ómicron es una versión tan mutada del virus que es capaz de evadir las protecciones que ofrecen las vacunas o infecciones previas. Sin embargo, el doctor William Moss, de la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, anticipa que “este virus alcanzará un límite” en su capacidad para realizar saltos evolutivos tan grandes. “No lo veo como un ciclo sin fin de nuevas variantes”.
Muchos expertos coinciden en un posible futuro: En el periodo postpandémico, el virus causará resfriados a algunas personas y enfermedades más graves en otras, dependiendo de su salud general, estatus de vacunación e infecciones previas.
Las mutaciones continuarán y, eventualmente, posiblemente se requiera de refuerzos periódicos de la vacuna que estén actualizados para combatir de mejor forma a las nuevas variantes.
Pero los sistemas inmunes de los seres humanos seguirán mejorando para reconocer y combatir al virus.
El inmunólogo Ali Ellebedy, de la Universidad de Washington en San Luis, tiene sus esperanzas puestas en la increíble capacidad del cuerpo humano para recordar los gérmenes que ha visto antes y crear defensas en varios niveles.
Las células de memoria B son uno de esos niveles, células que viven durante años en la médula ósea, listas para entrar en acción y producir más anticuerpos cuando sea necesario.
Pero primero, estas células deben entrenarse en los centros de capacitación del sistema inmune, llamados centros germinales, donde aprenden a hacer más que simples copias de sus anticuerpos originales.
En un nuevo estudio, el equipo de Ellebedy encontró que las vacunas de Pfizer refuerzan las células T que actúan como entrenadores en estos centros de capacitación, impulsando la producción de anticuerpos más sólidos y diversos que podrían funcionar incluso si el virus vuelve a cambiar.
Ellebedy señaló que la inmunidad de la población ha mejorado tanto que incluso mientras las infecciones en personas vacunadas continúan inevitablemente, habrá un descenso en el número de pacientes graves, hospitalizaciones y decesos — sin importar la siguiente variante.
“No somos la misma población que éramos en diciembre de 2019”, indicó. “Ahora es un terreno completamente distinto”.
Un ejemplo sería un incendio forestal que avanza por un bosque luego de una sequía, señaló.
Eso fue en 2020.
Ahora, incluso con ómicron, “no es un terreno completamente seco”, sino lo suficientemente húmero “que dificultó que el incendio se propagara”.
Vislumbra un día en que alguien se infecte de coronavirus, se quede en casa dos o tres días “y luego sigues con tu vida. Ojalá ese sea el final”.
Para fines comparativos, el COVID-19 ha cobrado la vida de más de 800.000 estadounidenses en dos años, mientras que la influenza por lo general mata entre 12.000 y 52.000 estadounidenses cada año.
Exactamente cuántos casos y decesos de COVID-19 tolerará el mundo es una pregunta social y no científica.
“No vamos a llegar a un punto en el que revivamos lo sucedido en 2019”, dijo el doctor Amesh Adalja, experto del Centro Johns Hopkins para Seguridad de Salud. “Debemos hacer que la gente piense sobre la tolerancia al riesgo”.