Creando buenas tradiciones
[email protected]Ya estamos por cambiar de temporada, aunque me cueste admitirlo, este año yo soy una de esas a las que le pica la mano, porque ya pase el día de Acción de Gracias para empezar a decorar.
Las fiestas dicembrinas para mí han tomado un significado completamente distinto desde que me convertí en mamá.
Creo que hay más conciencia y me gusta estar en una etapa en la que aún puedo encausar las tradiciones que seguiremos en casa y así transmitirlas a mis futuras generaciones.
Nuestra ciudad se presta para realizar diferentes actividades gratuitas que mantienen el espíritu de Navidad a flor de piel como los desfiles Navideños en las calles State y el de la calle Milpas, el desfile de luces con los barcos en la marina y los coros que inundan el centro de la ciudad de Santa Bárbara.
No me gusta que los festejos se tengan que ver directamente relacionados con regalos materiales, y ahora con mis pequeños he aprendido a darle otro balance y una razón lógica a su por qué.
El año pasado iniciamos una nueva tradición en la que Lenny (y ahora Valentina) recibirán cuatro regalos y se distribuyen de la siguiente manera: un regalo para leer, un regalo que necesiten, un regalo para vestir y un regalo que ellos quieran.
Yo crecí con una familia grande en México, donde la Navidad era cenar con todos los tíos y la bola de primos esperando a que dieran las 12 para darnos los abrazos, una que otra tía siempre llorando, y de ahí a abrir los regalos.
Aquí la familia somos nosotros, de alguna manera u otra quiero compensar el peso que para mi tiene mi familia y darles a mis hijos motivos para recordar con gusto estas fechas.
Dentro de las costumbres nuestras quisiera conservar junto con mis amigos aquí la tradición de las posadas… recuerdo como mi mamá era la mejor anfitriona cuando se trataba de reunir a nuestros amigos y familia y pasar un rato en casa con risas, música y comida… mucha comida.
El ponche, el dedicar un momento de la noche a reunirnos los presentes y agradecer el hecho de estar ahí, de estar juntos, de tenernos uno al otro y festejar simplemente por ese motivo.
Dicen que los amigos son la familia elegida y ahora es cuando entiendo el significado de esa frase.
Habrá Navidades que la podamos pasar en México con mi familia, y habrá otras en que mi familia pueda venir acá a pasarla con nosotros, pero sea donde sea, hay que tener muy presente a esa familia elegida.
Sí, la que está ahí con nosotros en el día a día, ya sea en el trabajo, nuestros vecinos, o nuestro grupo de amigos que hemos sabido cosechar.
Ellos serán el pilar que sostenga a esta nueva generación y podrán brindar una mano amiga cuando se necesite a nuestros pequeños, de la misma manera en que ellos podrán contar con nuestro apoyo recíproco.
Algo que he aprendido y me gustaría hacerlo parte de mi familia es tener la costumbre de dar, dar a quien no tenga.
No se trata de dar regalos materiales, sino dar un detalle, ya sea físico o de servicio.
Por la edad en que están mis pequeños es difícil que entiendan bien el concepto o el por qué, pero tengo esperanza que poco a poco, aún sin explicación clara aparente, se inicie una tradición de ayudar a los demás.
Los agradecimientos y servicios se hacen del día primero al día 25 de diciembre, cuando ponemos papelitos en una caja y cada día sacamos uno.
Entre esos detalles está por ejemplo, hacer algo por algún vecino, ayudar a alguna persona mayor a cargar sus compras en el supermercado, llevar una bebida caliente a alguien que esté trabajando de noche, entregar comida a alguien que no tenga, hacer algún quehacer en casa de un amigo, etc…
Poco a poco y conforme vayan creciendo podremos ir haciendo cosas diferentes, apoyar a alguna organización o alguna causa en la que creemos, etc.
Pero la idea es empezar desde ahorita a inculcar el espíritu y el valor de la importancia del dar, para así poder valorar mejor el recibir.
Las tradiciones y valores están a nuestro alcance, hay que elegir lo que nos llene, lo que esté en nuestros corazones, conservar lo que nos enriquezca espiritualmente y aprender a despojarnos de lo aprendido que nos limita.
Un día a la vez.