
Por Redacción
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Una empresa española se prepara para probar en humanos en 2026 una prometedora terapia génica basada en un hallazgo del CSIC.
Una observación en la retina de un pollo abre una vía inesperada
La búsqueda de nuevos tratamientos contra el alzhéimer ha dado un giro sorprendente gracias a una curiosidad científica nacida en un laboratorio del Instituto Cajal del CSIC. El neurobiólogo José María Frade, al estudiar el desarrollo del sistema nervioso en embriones de pollo durante una estancia postdoctoral en Alemania, observó un fenómeno letal en las neuronas: la reactivación de su ciclo celular, que normalmente permanece inactivo en células adultas. Este evento, al parecer, desencadena una cadena de procesos patológicos típicos del alzhéimer.
Frade identificó al factor de transcripción E2F4 como responsable clave en esta activación anómala. En condiciones normales, E2F4 ayuda a mantener el ciclo celular apagado en las neuronas adultas. Pero en situaciones de estrés, se fosforila y empieza a enviar señales que estimulan la proliferación celular, algo fatal en el sistema nervioso. Esa observación llevó al desarrollo de una variante modificada de la proteína, E2F4-DN, diseñada para resistir esa fosforilación y bloquear el reinicio del ciclo celular.
Animado por el CSIC, Frade patentó la idea y, tras un encuentro casual con empresarios, nació en 2012 la startup Tetraneuron. Su objetivo: convertir el hallazgo en una terapia génica capaz no solo de frenar el alzhéimer, sino de revertirlo.
Una apuesta terapéutica para reparar el cerebro desde dentro
A diferencia de los fármacos actuales —como aducanumab y lecanemab, centrados en reducir la beta-amiloide— la propuesta de Tetraneuron es radicalmente diferente. Mediante una terapia génica, se busca introducir una versión estable de E2F4 directamente en el cerebro, usando un virus inofensivo como vector. La inyección se realiza en la cisterna magna, una cavidad en la base del cráneo que permite la llegada del gen al sistema nervioso central.
Los resultados en ratones han sido prometedores: las neuronas recuperan su funcionalidad y se reactiva la plasticidad sináptica, esencial para la formación de memorias. «Eso nos hace pensar que vamos a poder revertir la enfermedad», afirma Frade. La sinapsis, aseguran, no está destruida sino desconectada funcionalmente, y esta intervención podría restablecer los circuitos cerebrales dañados.
Álvaro Pascual Leone, catedrático de Neurología en Harvard, se unió al proyecto como director médico atraído por su enfoque innovador. Sostiene que el envejecimiento activa ciertos genes que pueden desencadenar enfermedades neurodegenerativas, y que intervenir en esos procesos es clave: “Actuando sobre factores de transcripción como E2F4 se pueden revertir los cambios patológicos”, señala.
El gran reto ahora es demostrar que la terapia funciona en humanos sin poner en riesgo su seguridad. Según Ángel Lucio, CEO de Tetraneuron, la empresa prevé iniciar las pruebas clínicas en el tercer trimestre de 2026, tras completar los ensayos en primates y superar la fase regulatoria.
Aún quedan desafíos técnicos, como escalar la producción o lograr que el tratamiento actúe sobre suficientes neuronas en un cerebro humano —de 1,3 kilos— frente a los 0,42 gramos del cerebro de ratón. Pero el equipo confía en que, más de dos décadas después del descubrimiento de Frade, su innovación pueda finalmente ofrecer esperanza a millones de personas afectadas por el alzhéimer.