Por Alíz Ruvalcaba
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El ser mamá continúa siendo mi aprendizaje continuo, día a día parece que surge una nueva regla, algo nuevo a lo que tenemos que adaptarnos para poder cumplir con lo que la sociedad establecida espera de nosotras como mamás.
La reciente muerte de la jueza de la Corte Suprema Ruth Bader Gingsburg o “RBG”, como se le conoce en inglés, me ha traído muchos temas a la mente sobre la manera en que yo en lo personal he tratado de criar a mis hij@s.
Quiero que sean hombre y mujer de bien, saludables y de buen corazón, esto no significa que sigo a ojos cerrados lo que la sociedad estipula, por lo que muchas veces entro en conflicto, hasta con mi familia cercana.
El cuestionar ¿por qué? de muchas de las cosas que hacemos, ha sido inconscientemente la brújula que me ha guiado en este proceso de ser mamá.
Creo que al recibir el manual invisible de maternidad que nos heredan nuestras culturas y generaciones, lo primero que hice fue analizar el por qué de cada una de los razonamientos que ya se daban por hecho.
Entre ellos investigar sobre circuncisión, ver la logística y si realmente era por salud o sólo por costumbre religiosa, si poner o no aretes desde el nacimiento, vacunar o no vacunar, alimentación, si darles la religión que a mí se me dio sin tener elección, la manera de vestir, los colores y juguetes con que jugar.
El querer criar a niños emocionalmente balanceados, es como llevar la contraria a lo que la sociedad nos dicta, los niños hombres no pueden llorar, tienen que ser fuertes, no pueden jugar con muñecas ni con nada que no sea de color rojo o azul.
Las niñas tienen que ser delicadas, los colores de todo cuanto existe tiene que ser rosa, no pueden jugar con carritos, para eso existen las cocinitas, y no pueden tener opinión propia porque eso “se ve mal”.
Relaciono la muerte de “RBG” con esto, por el sin número de puertas que nos abrió a todas nosotras que ahora gozamos de muchos derechos, que antes eran considerados sólo para los hombres y me hace pensar que tantas de esas puertas realmente las cruzo con conciencia, y que tanto de esto estoy inculcando a mi hija Valentina, particularmente.
Desde que supe que tendría a una niña sabía que la iba a criar con una conciencia diferente, de fortaleza, nada de ropa que le comprara iba a ser rosada, los juguetes que había en la casa eran para l@s dos, así que un día podría jugar con dinosaurios y al siguiente con carritos, sin tener ningún problema.
Yo quería que ella tuviera su propia voz y supiera pedir y conseguir lo que sea que se propusiera, inteligente, animada, valiente (no por nada es parte de su nombre), creativa, libre y que supiera que siempre contaría con mi apoyo para volar a donde tenía que llegar.
En caso de Leonardo, mi narrativa era diferente, ahí él tenía que ser emocionalmente inteligente, conocer que, aunque su naturaleza era fuerte, que su corazón tenía que ser lo suficientemente sensible para entender el mundo y los sentimientos de los demás a su alrededor.
La intención era saber y reconocer que el llorar no sólo estaba bien, sino que además era necesario, que el ser vulnerable era algo positivo en vez de algo de lo que tenía que avergonzarse.
¿Desde cuando empezamos a adoptar las jaulas que se nos han impuesto? ¿Por qué estando en el siglo XXI todavía no aprendemos a ser un ser humano completo?
Qué maravilla sería si los seres humanos fuésemos completos, donde las mujeres y los hombres se reconocieran fuertes, sensibles, firmes, decidid@s, vulnerables, honest@s, frágiles y aprender a pedir ayuda cuando se necesite y saber que está bien.
Mi esperanza para mis hij@s y para su generación es la resiliencia, aprender a reconocer las jaulas invisibles que se nos han impuesto y reconocer que ya no nos sirven, que este tiempo de pandemia, tan nuevo para nosotros (los que nunca vivimos estas restricciones), se transforme en oportunidad para ell@s para aprender a expresar sus emociones y sentimientos en vez de reprimirlos.
En la actualidad pareciera que la única emoción que se puede expresar es el de intimidación e ira, eso cada día es más tangible en la sociedad donde las muestras de violencia se hacen más presentes y se normalizan en los video juegos, en candidatos políticos, en el sistema que oprime con miedo y agresión.
Creo que tod@s vivimos tratando de encajar en las jaulas que se nos han impuesto y poco a poco es más tangible que esas jaulas, a muchos, no nos quedan, quiero enseñar a mis hij@s no a aprender como doblegarse para poder encajar en esa jaula estipulada, sino conocer la jaula, encontrar sus perímetros y salir de ella.
Mi aprendizaje continúa, para aprender a ser mamá empiezo por reconocer las propias jaulas que yo misma me he impuesto, el proceso es largo y empieza con agradecer lo que me han enseñado, y así aprender a romperlas y seguir aprendiendo.
Siento que, si pongo mucha atención, mis propios hij@s me enseñarán a salir de esas jaulas, al yo dejarl@s SER, ellos guiarán su propio camino, y siempre estaré ahí acompañando su recorrido.