Por Agencias
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El Atlético de Madrid se impuso uno a cero al Liverpool en el partido de vuelta de los octavos de final de la Champions League, en el Estadio Anfield, dando la campanada de la jornada.
This is Anfield. Una amenaza escrita en mayúsculas. Anfield, ese grito ensordecedor en una Europa acallada por corona virus. You’ll never walk alone aullaba, amenaza de guerra.
The Kop con Klopp como director de orquesta. Llevaba tres semanas con estos 90′ de eliminatoria en la cabeza.
Pero nada más comenzar el partido João Félix tomaba el balón y, con la chispa de talento que distingue al genio, le filtraba un balón a Costa que éste enviaba fuera, a un palmo del palo.
Su presencia era la sorpresa del Cholo para esta vuelta, la que le faltó en Turín. Costa y no Morata. Pero de Bestia sólo tuvo esa jugada. Apostar hoy por este Costa es darse un tiro en el pie, jugar con uno menos.
Salió el Atlético ordenado pero un problema: pérdidas de Thomas, ocasiones del Liverpool para salir en estampida. Remate de Wijnaldum, remate de Salah bajo esa lluvia racheada que había comenzado a caer cuando el balón comenzó a rodar.
Había imaginado Klopp el partido como si lo hubiese rodado Sam Mendes, el plano secuencia de una guerra interminable, esta de Anfield. Como si el mismo Bill Shankly le hubiese susurrado a Klopp al oído: «Sólo ve afuera y llena el lugar de granadas».
Su sorpresa en el once fue Oxlade-Chamberlain en vez de Fabinho. Un Oxlade-Chamberlain convertido en bomba racimo entrelíneas, que se asociaba con Alezander-Arnold y Salah para crear superioridad.
A oleadas, el Liverpool iba encerrando al Atleti en la trinchera.
Rugía la grada, al Atlético apenas le duraba la pelota. Sufrir no sufría pero Thomas encendía las alarmas en cada pelota que perdía, y eran muchas, eran todas.
Y el Liverpool las convertía en centros laterales, como si en estas tres semanas sólo hubieran visto una cosa: el partido de hace un año en Turín. Rozó el gol Alexander-Arnold con un disparo raso y cruzado que se encontró con la mano salvadora de tantas veces, la de los guantes de Oblak.
Donde Felipe no llegaba, de nuevo inmenso, el esloveno en todas partes. Atrapó ese remate de primeras de Mané en dos tiempos, sacó los puños para repeler ese centro lateral que se fue envenenando.
Para Correa y Lodi era una tortura defender la banda derecha del campeón de Europa. Arnold, Salah y además Oxlade-Chamberlain.
Rugió The Kop dos minutos antes del descanso. Estallaba tanta tensión reprimida.
El Liverpool lograba eso que llevaba 43′ buscando: igualar el gol de Saúl en la ida.
Era el enésimo centro lateral que Wijnaldum se lanzó a cabecear allá donde Oblak no llegaría. 1-0. Eliminatoria empatada.
Quedaba el partido en esa sensación intermedia, entre el pánico y la euforia para ambos, el polvo o los cuartos.
This is Múnich.
El aullido del estadio viajaba en todas las botas reds nada más regresar el partido.
El Liverpool con una marcha más, el Atlético buscando cobijo a la lluvia bajo los guantes de Oblak. Volvió a salvar primero ante Oxlade-Chamberlain y después ante Firmino, tras una salida en falso.
Entre medias, trató de crecer el Cholo en el partido. Dentro Llorente, fuera Costa.
El Atleti volvía a ser once y, sin saberlo, comenzaba a escribir su victoria en la eliminatoria aunque todo pareciera en contra.
Porque, mientras del cielo la lluvia se convertía en granizo, sobre la portería de Oblak sólo caían bombas.
Un remate a bocajarro de Robertson al larguero. Un latigazo cruzado de Arnold. Todo era del Liverpool.
Los córners, las disputas, los balones perdidos del Atlético. This is ya no era Anfield. Era Múnich, aquel asedio.
Llorente trataba de darle energía a un Atleti al que le duraba la pelota lo que un caramelo a la puerta de un colegio.
El partido era como un semáforo en rojo. No salía en toque, ni en jugada, ni en largo. El Liverpool, mientras, buscaba violentamente a Oblak. Robertson arriba, Mané arriba, Felipe salvaba, tapaba Saúl, los guantes de Oblak, Salah en todas partes.
El Liverpool llevaba metralla en cada fotograma. Si que el Atleti llegara a la prórroga era un milagro más lo fue ese cabezazo de Saúl que se coló por la escuadra en el último instante. Pero no valió. Fuera de juego. Prórroga. El milagro sería ahora.
This is el Atleti!
Esto precisamente esto. Porque comenzó la prórroga y Firmino hacía el 2-1. Parecía el fin nada más lejos. This is el Atleti y Adrián le entregó una pelota a João Félix que vio a Correa en fuera de juego y esperó a Llorente. Suyo fue el balón y ese derechazo a la red.
La locura. 3.000 rojiblancos silenciando a The Kop.
Un Llorente que antes del descanso soltaba otro zapatazo que rompía el balón contra la red.
Lo imposible de nuevo hecho realidad. El Liverpool ya necesitaba dos goles, todo su asedio fue en vano y eso que 15
‘ minutos en Anfield fueron muy largos, con Morata cojo, con Lodi también. Pero nadie sabe sufrir como el Atleti.
Este Atleti de las grandes noches de Europa.
El Atleti en el que hace dos meses sólo unos pocos locos creían. El Atleti del Cholo.
El You’ll never walk alone silenciado por un Fernando Torreees, lolololo, en español.
«No hay nada más hermoso que la victoria de un vencido».
Lo escribió Enric González. Lo llevó Simeone de nuevo a la hierba en otra de esas noches que tanto le gustan.
Noches para la historia.
La noche de Anfield. Comiéndose al coco, con coraje, heroíca, épica. Hace dos meses era difícil de explicar…
Ese creer, seguir creyendo en ellos. Pero es que el Atleti siempre vuelve, sobre todo cuando nadie lo espera.
Como tampoco ese cierre, gol de Morata, cojo. Como para no celebrarlo.