Por Agencias
[email protected]
La Pascua es una fiesta cristiana que celebra la resurrección de Cristo después de su crucifixión el Viernes Santo.
Y, sin embargo, en muchos países se simboliza con un lagomorfo de orejas caídas, dientes salientes y dispensador de huevos. ¿Dónde se originó exactamente la tradición del Conejo de Pascua?
Encontrar una respuesta no es tan fácil como parece.
En la búsqueda hay que tener en cuenta que, al examinar el folclore y la historia del arte, a veces es difícil distinguir entre los conejos y las liebres.
Ambos son parte del orden taxonómico Lagomorpha y de la familia Leporidae, y a menudo han sido tratados como iguales en las religiones, las fábulas y la cultura visual.
¿Estarán relacionados con la Pascua porque a menudo se los considera sagrados?
Las liebres fueron veneradas en la mitología celta y se las representa como astutas embaucadoras en los mitos de las tribus nativas americanas, incluidas Michabo y Manabush.
Cuentos similares se encuentran en las fábulas de África Central y la figura relacionada de Br’er Rabbit, el héroe por excelencia de la astucia. Esa percepción de astucia sigue viva hasta en dibujos animados, como Bugs Bunny.
Según el folclore británico, las brujas pueden transformarse en conejos y liebres, y en muchas culturas se los considera presagios tanto de la buena como de la mala suerte.
Las liebres son corredoras rápidas y ágiles, lo que puede explicar la percepción general de ellas como astutas o misteriosas y oscuras.
Respaldando ese punto de vista está el fascinante fenómeno transnacional del símbolo de las «tres liebres», que aparecen corriendo en un círculo sin fin con las orejas tocándose para formar un triángulo.
Se encuentra en muchas iglesias medievales en Reino Unido, en catedrales y sinagogas en Alemania, en iglesias parroquiales francesas y en otros lugares de Europa.
Pero también en artefactos creados en Siria, Egipto y el valle de Swat en Pakistán que datan del siglo IX d.C.
El ejemplo más antiguo está en las cuevas de Dunhuang en China, un lugar sagrado budista creado en el siglo VI d.C.
El atractivo del símbolo de las «tres liebres» se encuentra en parte en su ilusión óptica central: individualmente, cada liebre tiene dos orejas, pero parece que sólo hay tres en total.
La razón por la que se dispersó de forma tan amplia posiblemente se deba al comercio internacional en el primer milenio d.C.
Junto con muchos otros símbolos artísticos omnipresentes, es muy probable que apareciera en objetos que se compraban, vendían y exportaban a lo largo de las Rutas de la Seda que unían Europa con Asia.
Se cree que el símbolo implica prosperidad y regeneración a través de su composición cíclica y formas superpuestas.
Esos temas de renovación y renacimiento parecen ligados al mensaje pascual.
¿Será que el Conejo de Pascua derivó de ese antiguo símbolo budista?
La liebre del desinterés
Se cree que el símbolo de las «tres liebres» se originó en una historia de los Jatakas (cuentos sobre la vida de Buda) sobre la «liebre del desinterés».
En esa historia, la liebre es una encarnación anterior del Buda histórico, Siddhartha Gautama. Es tan generoso y devoto que cuando se encuentra con un sacerdote hambriento, se sacrifica metiéndose en una hoguera para darle de comer.
Como premio a su virtud, la imagen de la liebre fue proyectada sobre la Luna.
Esta historia, y las asociaciones lunares de las liebres en general, probablemente venían de religiones mucho más antiguas en India.
De hecho, la Luna tiene una marca en su superficie que se parece (con un poco de imaginación y entrecerrando los ojos) a una liebre.
Liebres que habitan y miran la Luna proliferan en las culturas visuales de China, Japón y Corea.
Las tradiciones taoístas en China cuentan la historia de un conejo que vive en la Luna y mezcla los ingredientes del elixir de la vida.
La cultura indígena de América del Norte y América Central tiene mitos muy similares que conectan las liebres y los conejos con la Luna, presumiblemente porque también detectaron marcas lagomórficas en la superficie lunar.
Al parecer, el conejo es una criatura honrada, sinónimo de poderes celestiales y rejuvenecimiento no sólo para los cristianos en Semana Santa, sino en todo el mundo.
Conejitos y fertilidad
Si bien es cierto que el simbolismo y las fábulas de animales de Oriente han entrado en la iconografía de Occidente, los orígenes del Conejo de Pascua podrían situarse en un este más cercano.
La mayoría de los símbolos cristianos derivan de fuentes bíblicas, aunque algunos sobrevivieron de las culturas artísticas de la antigua Grecia y Roma.
La Biblia ofrece actitudes mixtas hacia los conejos.
En los libros de Deuteronomio y Levítico se les llama animales impuros. Sin embargo, en Salmos y Proverbios son descritos como poseedores de cierta inteligencia, aunque finalmente se los condena como débiles.
Lo que más fascinaba a los antiguos escritores griegos y romanos acerca de nuestros amigos leporinos era su fertilidad.
El filósofo Aristóteles (384-322 a.C.), por ejemplo, observó cómo los conejos podían reproducirse a una velocidad asombrosa.
Otro escritor influyente, Plinio el Viejo (23-79 d.C.), creía erróneamente que su vertiginosa procreación se debía al hecho de que las liebres eran hermafroditas, y que el parto lo compartían tanto machos como hembras.
¿Podría el Conejo de Pascua estar relacionado con esta idea clásica de fertilidad, utilizada para expresar el rejuvenecimiento y la fecundidad de la primavera del hemisferio norte?
Tales asombrosas habilidades en la reproducción biológica ciertamente tuvieron un impacto en el simbolismo europeo.
En el arte medieval y renacentista, los conejos se representaban con frecuencia junto a Venus, la antigua diosa romana del amor y la sexualidad.
La lujuria es uno de los siete pecados capitales, y cuando los artistas la representan en forma alegórica («Luxuria»), a veces toma la forma de una mujer con un conejo.
El autor romano Aelian (~175-~235 d.C.) dijo que las liebres eran capaces de superfetación, la capacidad de gestar un embrión mientras ya están embarazadas.
Durante mucho tiempo fue objeto de burlas, pero la ciencia reciente ha demostrado que las liebres son capaces de tal hazaña.
Aelian y otros observadores de este fenómeno creían que las liebres y los conejos podían dar a luz sin copular.
Es por eso que, en los períodos medieval y renacentista, los conejos podían ser símbolos de castidad o sexualidad ilimitada, según el contexto.
Eso se puede ver cuando comparamos la serena y luminosa «La Virgen del Conejo» (1520-30) de Tiziano con la hechizante «Alegoría de Luxuria» (1426) de Pisanello.
En la pintura de Tiziano, el conejito blanco puro es un símbolo del celibato de María. En el dibujo de Pisanello, el conejo simboliza la lujuria.
Estos rasgos biológicos de conejos y liebres también provocaron una asociación con la fertilidad en culturas que de otro modo estarían desconectadas.
En la mitología azteca, existía la creencia en el Centzon Tōtōchtin, un grupo de 400 conejos divinos que, según se decía, organizaban fiestas para celebrar la abundancia.
Y en Europa, diferentes sociedades utilizaron conejos como ícono de fecundidad y los vincularon a deidades de la reproducción.
Según los escritos de san Beda el Venerable (673-735 d.C.), una deidad anglosajona llamada Ēostre iba acompañada de un conejo porque representaba el rejuvenecimiento y la fertilidad de la primavera.
Sus celebraciones festivas eran en abril, y se cree comúnmente que el nombre de la Pascua en inglés -Easter- se deriva de Ēostre, y que el conejo es su legado.
¿Cierra esto el caso sobre los orígenes del Conejo de Pascua?
El problema de tratar de dar una respuesta definitiva es la falta de pruebas.
Aparte de Beda, no existe un vínculo claro entre Ēostre y Easter, y Beda no puede considerarse una fuente directa sobre la religión anglosajona porque estaba escribiendo desde una perspectiva cristiana, así que aunque probable, la conexión nunca se ha probado con certeza.
Al igual que en «Alicia en el país de las maravillas», el conejo blanco nunca se puede agarrar por completo.
Cuanto más perseguimos los orígenes del Conejo de Pascua, más desaparece por las oscuras madrigueras, impidiendo encontrar una respuesta lógica a un acertijo sorprendentemente complejo.