Por Agencias
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Los descubrimientos sobre los genes que causan esta alteración neurológica podrían abrir nuevas vías para su prevención y puede que incluso la reversión de los síntomas.
El trastorno del espectro autista (TEA) es una compleja afección del desarrollo neurológico que se lleva investigando profusamente desde mediados del siglo XX. Se estima que el TEA afecta aproximadamente a uno de cada cien niños en edad escolar, principalmente del sexo masculino.
Los estudios sugieren que el TEA está estrechamente relacionado con la genética. El desafío principal es desentrañar las relaciones que existen entre los numerosos genes implicados y los síntomas.
Centrarnos en estas relaciones nos permitirá comprender mejor la afección y sus posibles tratamientos. Por ejemplo, los niños nacidos con una mutación genética rara (en un gen llamado BCKDK) tienen más probabilidad de desarrollar ciertas disfunciones que, si no se tratan, podrían derivar en un TEA de por vida.
Entre los posibles síntomas se incluyen la discapacidad intelectual, la epilepsia y una afección llamada microcefalia, en la que la cabeza del bebé es más pequeña de lo esperado.
Este gen defectuoso en cuestión altera la forma en la que el cerebro puede procesar nutrientes esenciales conocidos como “aminoácidos de cadena ramificada” y crea unas condiciones que retrasan el desarrollo neurológico. “Esto nos hizo preguntarnos si, ahora que ya conocíamos la causa de esta afección del neurodesarrollo, podríamos revertirla cuando el cerebro se hubiera desarrollado”, explica Gaia Novarino, profesora de neurociencia, cuyo equipo descubrió en 2012 la mutación BCKDK y su relación con el autismo. “¿Es posible retroceder en el tiempo?”.
Alumnos del instituto público Berenguer Dalmau, de Catarroja, donde se ha empezado a aplicar el nuevo sistema de promoción y titulación, en el que las decisiones no están vinculadas únicamente al número de asignaturas suspendidas.En la imagen los alumnos el último día del curso.
Galardones y reconocimiento
Novarino es una destacada neurocientífica italiana que ha recibido numerosos premios por su trabajo en el ámbito de la investigación del autismo, incluyendo la Orden al Mérito de la República Italiana. “Siempre me han interesado los trastornos genéticos y me impresionó el desconocimiento general de los trastornos pediátricos del neurodesarrollo”, indica. “Sabemos más bien poco sobre estas afecciones”.
Dado que el autismo moldea el cerebro en desarrollo mucho antes del nacimiento del bebé, muchos asumen que es una afección irreversible y para toda la vida que, en el mejor de los casos, puede tratarse con apoyo psicológico combinado con logopedia y fisioterapia. Algunas personas prefieren renunciar al tratamiento, ya que no creen que sea un trastorno que necesite cura, sino que lo consideran una parte integrante de la personalidad de cada uno.
“No todos quieren seguir un tratamiento para su TEA o el de su hijo”, explica Novarino. “Si los síntomas no son graves, es posible convivir con la enfermedad con un apoyo mínimo y llegar a considerar el autismo como una parte esencial de uno mismo”. En cualquier caso, las investigaciones más recientes han llevado a la comunidad científica a valorar si algunas formas de TEA podrían llegar a ser tratables, ya sea total o parcialmente.
Pruebas con ratones
El equipo de Novarino, que trabaja desde el Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria, cerca de Viena, recurrió a los ratones en busca de respuestas en el marco de un proyecto de investigación europeo denominado REVERSEAUTISM, que duró cinco años y finalizó en septiembre de 2022. Respaldados por la financiación de la UE, el equipo de investigadores modificó genéticamente a los ratones para que no pudieran procesar correctamente los aminoácidos esenciales, de forma parecida a los niños con la mutación genética BCKDK.
Los aminoácidos, componentes fundamentales de las proteínas, son necesarios para las reacciones vitales dentro de las células nerviosas y entre ellas. El cuerpo no puede generar estos aminoácidos por sí mismo, sino que los obtiene de alimentos como la carne, el pescado, los cereales y los frutos secos. El equipo descubrió que los roedores que presentaban la mutación desarrollaron problemas tanto a nivel motriz como social después del nacimiento. “Estos ratones presentan problemas de comportamiento”, indica Novarino. “También se mueven de forma extraña, con dificultades en la coordinación motora”.
REVERSEAUTISM llevó la investigación un paso más allá para comprobar si se podían revertir tales síntomas, similares a los del autismo, inyectando los aminoácidos faltantes directamente en el cerebro de los ratones afectados. “La respuesta fue afirmativa”, señala. “No desaparecieron todos los síntomas, pero los ratones que recibieron dichas inyecciones experimentaron mejoras considerables, tanto en su comportamiento social como en su capacidad de coordinación. Dicho de otro modo: logramos revertir algunos indicadores del trastorno”.
Estudio con veintiún niños
Los hallazgos de REVERSEAUTISM fascinaron tanto a la doctora Ángeles García-Cazorla, de España, que decidió investigar si los niños con deficiencia de BCKDK mostraban mejoras tras ingerir los aminoácidos faltantes en forma de complemento alimenticio como parte de una dieta hiperproteica. García-Cazorla es responsable de la Unidad de Enfermedades Metabólicas en el Hospital Sant Joan de Deu en Barcelona. Los aminoácidos faltantes son la leucina, la valina y la isoleucina. El estudio se realizó a partir de 21 pacientes, de entre 8 y 16 meses de edad, provenientes de centros de todo el mundo. Los resultados fueron muy prometedores.
“En general, todos los pacientes presentaron mejoras, especialmente en lo que respecta al crecimiento del tamaño de la cabeza, lo que significa que se produjo una proliferación de neuronas”, explica García-Cazorla. “También mostraron mayores habilidades motrices. Los niños que antes no podían caminar, ahora sí que podían hacerlo y los que no podían hablar, desarrollaron cierto lenguaje básico”.
Cuanto antes, mejor
Cuanto antes se iniciaron los tratamientos, mejores fueron los resultados. “Los tres participantes que empezaron a tomar el complemento alimenticio antes de los dos años de edad tuvieron una evolución mucho más positiva que el resto, especialmente la niña que empezó con ocho meses de edad, quien a los tres años presentaba un desarrollo cerebral normal, sin señales de autismo”, indica García-Cazorla.
El estudio se llevó a cabo en el marco de una alianza europea para la salud llamada Red europea de referencia de enfermedades metabólicas hereditarias raras (MetabERN), dirigida por pacientes y expertos en la materia. Si en futuros estudios en los que participen un mayor número de niños con deficiencia de BCKDK se validan los resultados de la investigación de MetabERN, García-Cazorla y Novarino esperan que se modifiquen las políticas sanitarias nacionales para exigir que todos los bebés se sometan a pruebas de detección de la deficiencia de BCKDK al nacer. Se llevaría a cabo como parte de la “prueba del talón” realizada a los recién nacidos, en la cual se diagnostican hasta 25 enfermedades graves consideradas raras.
“Uno de los problemas en el ámbito del autismo es que el diagnóstico llega bastante tarde, en contadas ocasiones antes de los tres o cuatro años de edad, y en ese momento ya es difícil tratarlo”, comenta Novarino. “Nuestro trabajo demuestra que empezar el tratamiento con este complemento alimenticio en una fase temprana puede suponer un verdadero cambio en la vida de las personas”.
Novarino y su equipo están siguiendo esta línea de investigación en el marco de un proyecto europeo llamado SecretAutism, que se inició en diciembre de 2022 y finalizará en noviembre de 2027. Recibieron fondos por parte de la UE destinados a generar tejido cerebral en el laboratorio a partir de células madre humanas. Al estudiar estos organoides, el equipo de investigación espera obtener más pistas acerca del efecto que los múltiples genes asociados con el autismo tienen sobre el cuerpo, las fases en las que se desarrollan ciertas alteraciones y la forma en la que se pueden interrumpir estos procesos. “Estamos abordando la investigación desde distintos ángulos para tratar de descubrir de qué otra forma podemos tratar a los pacientes con TEA”, señala Novarino. “Es una investigación muy compleja, pero esto no nos detendrá en nuestro cometido”.