Por Agencias
[email protected]
España cae ante Japón y llega a estar eliminada tres minutos, pero los goles del punta alemán nos meten en octavos. El rival, Marruecos.
Gracias, fútbol, por ser así, por volvernos locos aunque en ocasiones a punto estemos de echártelo en cara.
Gracias por el Japón-España y el Costa Rica-Alemania, dos muestras más de esa grandeza que hace que estos días millones de aficionados no se despeguen del televisor.
Gracias por lo que nos toca, pues la combinación de los dos resultados depara la clasificación de España para octavos de final, donde aguarda Marruecos, tras una noche que a eso de las nueve se presumía plácida. No fue así.
Los goles de Doan y Tanaka a punto estuvieron de mandarnos a casa, pero el tanto de Havertz que encauzó la victoria de Alemania ante Costa Rica nos dio una bola extra en el campeonato. Danke, Kai.
Todo empezó tranquilo, de inicio había que decir algo así como “chapeau, Luis Enrique”.
Por cumplir su palabra, es decir, por alinear a Busquets pese a que la alerta por la acumulación de amarillas estuviera encendida; también por salir con Rodrigo y Gavi, sin miedo pese a haber arrastrado molestias.
Hubo un gesto, muy al inicio del partido, ni dos minutos se llevaban, que refleja lo que el seleccionador quiere de sus internacionales.
El balón salió por la banda y, antes de que Japón sacara, el asturiano agitó el brazo animando a sus jugadores a subir líneas para intensificar la presión.
Eso, además de un mensaje a su equipo, es una carta al rival con un remite bien claro: “España sale a ganar… siempre”.
Lo hizo ante Japón como antes había sucedido ante Costa Rica y Alemania.
Ese pisar firme de inicio encontró el premio muy pronto, en el minuto 12, con una acción que desnudó la defensa japonesa.
Bastó una entrada por la derecha de Nico Williams, que se estrenaba como titular, la cesión a Azpilicueta y el centro de este para que Morata cabeceara cómodamente casi desde el área pequeña.
El delantero del Atlético ha mojado en los tres partidos y suma 29 goles con La Roja, cifra con la que iguala a Fernando Hierro.
Japón, sin embargo, no alteró el plan, que consistía en poblar el centro del campo y dejar arriba a Maeda, el punta del Celtic que tanto hizo trabajar al Real Madrid esta temporada en el primer tiempo del partido de Champions jugado en Glasgow.
En ningún momento parecía peligrar el resultado, Japón daba la sensación de estar esperando no sé qué y España, mientras, acariciaba la pelota hasta el punto de alcanzar el descanso con 562 pases, 530 de ellos con acierto.
El único sobresalto llegó por obra y gracia de Unai Simón, que en su empeño por tratar de sacar el balón jugado casi lo regala a Maeda.
Eso es parte del peaje por el estilo que Luis Enrique considera innegociable, el de que sus porteros sean muy buenos con los pies. Lo de serlo con las manos… eso se da por hecho, como el valor en el soldado.
El partido se había convertido en una mar calma tan solo agitada por las entradas a destiempo de los jugadores japoneses, donde Itakura, Taniguchi y Yoshida vieron amarilla.
España acaparaba el balón y Japón corría detrás, con la impotencia añadida de que su derrota y la victoria de Alemania ante Costa Rica (entonces por 1-0) les dejaba fuera del Mundial.
Pero todo cambió nada más comenzar la segunda parte, para ser correctos antes incluso, porque Moriyasu decidió dar entrada a Mitoma por Nagatomo en el descanso.
Era toda una declaración de intenciones, pues el del Brighton tiene veneno.
A los tres minutos, Doan aprovechó una mala salida de balón de España para batir a Unai, quien pudo hacer algo más en su estirada.
Pero cuando se intentaba digerir ese revés llegó un nuevo gol de Japón, este con redoble de tambores pues hubo que recurrir al VAR para saber si en el pase de Mitoma el balón sobrepasó la línea de fondo antes de ser rematado por Tanaka.
No lo hizo. Resultado, 2-1, o lo que es lo mismo, a España no le llegaba la camisa al cuello.
Menos aún cuando desde el estadio Al Bayt llegaba una noticia que nadie quería escuchar, el gol de Costa Rica, obra de Tejeda, que dejaba a La Roja al borde del precipicio.
Un tanto más de los de Luis Fernando Suárez significaría la eliminación española del Mundial.
No había que ser agoreros, cierto, pero dio igual, porque Vargas se encargó él solito de llevar el tembleque a toda España con un segundo gol tico.
¿España, fuera del Mundial? En ese momento sí, pero tres minutos después no gracias al gol de Havertz. Así de locos se vivían los dos partidos que animaban la noche del jueves como nadie hubiera imaginado.
El último esprint no sirvió para que España remontara, pero sí para que Havertz y Füllkrug firmaran el definitivo 2-4 a favor de Alemania que ahuyentaba todos los fantasmas.
El susto había pasado. El siguiente viste de rojo y habla marroquí.