
Por Redacción
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En sus relatos orales, los ancianos de una antigua tribu precolombina que habitaba las riberas de la laguna de Cajititlán, en el actual estado de Jalisco, México, contaban que hace cientos de lunas, la hermosa joven Machis solía acompañar diariamente a su padre Hakan, mientras pescaban en la laguna, para después recorrer las comunidades cercanas realizando trueques de pescado por granos, verduras, frutos y carne.
Vivian felices, hasta que un trágico día de invierno, cuatro traidores esperaron ocultos entre los matorrales a que Hakan y su hija atracaran en la orilla, ahí los atacaron para robarles el fruto de su pesca y su canoa.
A Hakan rápidamente lo asesinaron, Machis fue la que más sufrió, primero la ultrajaron repetidas ocasiones, antes de matarla y arrojar sus restos al agua.
Los malvados hombres se marcharon del lugar, creyendo que se habían salido con la suya, más equivocados no podían estar.
A sólo una semana de haber cometido su fechoría Iskay fue el primero en saldar su cuenta pendiente, mientras caminaba por la orilla de la laguna, empezó a escuchar un dulce y cálido silbido, que terminó por hipnotizarlo, obligándolo a adentrarse en la laguna, donde de la nada apareció una enorme ola para llevarlo a su fúnebre morada en el fondo del lago.
El Segundo en la lista fue Atik, el cual mientras pescaba fue atacado por cientos de peces, que inexplicablemente empezaron a saltar del agua para hacerlo caer de su canoa, y una vez en el agua miles de cangrejos cubrieron su cuerpo, para en cuestión de minutos literalmente arrancarle la carne a pequeños mordiscos.
Katu y Rimak, comprendieron que lo sucedido a sus amigos no era casualidad; intentando salvar su pellejo huyeron a la cima de un cerro cercano, pero en la noche una bola de fuego emergió de la laguna, y viajó hasta el paraje donde los cobardes trataban de ocultarse.
El rosto sonriente de la mujer a la cual habían matado fue la ultimo que ellos verían, pues nuevamente Machis se convirtió en una bola de fuego, la cual envolvió a sus verdugos, incinerándolos vivos, una vez cumplido su cometido la bola de fuego regreso al lago.
Los habitantes de la región, temerosos de que el mitológico ser los atacara a ellos también, empezaron a hacerle ofrendas en la primera semana del año.
En esas fechas, adornaban sus canoas y se internaban en la laguna, arrojando flores y piedras talladas como ofrendas, para apaciguar su ira.
A la llegada de los franciscanos, la costumbre cambió, por lo que el 7 de enero de cada año, pasean las tres figuras de “Los Reyes Magos” en canoas adornadas con banderitas de colores, globos y flores acompañados por bandas de música y cohetones, recorriendo la laguna… quizá vigilando que no regrese “Machis”.
A través de los tiempos ninguna mujer o niño han visto o escuchado a la Machis, en cambio docenas hombres aseguran haberse encontrado con una linda joven a la orilla de la laguna, la cual se les acerca coquetamente, pero cuando ya está lo suficientemente cercas, se transforma en un ser horripilante y los obliga a que aspiren su aliento.
Si el corazón del hombre atacado es bueno, nada le pasará, pero si en su interior existe maldad, el hombre inevitablemente enfermará de gravedad y en no más de una semana inevitablemente morirá.
Actualmente los habitantes de Cajititlán, San Juan Evangelista, San Miguel Soyatlan y San Lucas, aseguran que esa creatura aún se divierte molestando a los pescadores, rasgando sus redes, cargándoselas de piedras, atorándolas en troncos sumergidos, o haciéndoselas perdedizas entre el tule y lirio.
Por precaución, los habitantes para evitar ser juzgados por la ahora llamada Bruja de Cajititlán se mantienen alejados de la laguna después de caer la noche.