En el corazón de Guadalajara, en el 225 de la avenida Alcalde, se encuentra una hermosa, antigua y algo tétrica finca, custodiada por dos misteriosas esculturas en las alturas.
Este inmueble es parte importante de la historia de la ciudad, pues dentro de sus paredes se estableció la primera imprenta del occidente de México, y se fundó el primer periódico independiente de América: “El Despertador Americano”.
Actualmente hospeda al Museo del Periodismo y las Artes Gráficas; pero también existe la historia oscura, esa que pocos quieren o se atreven a contar.
Durante la década de 1870 el acaudalado hacendado cafetalero don Jesús Flores, quedo viudo a sus 70 años, y en lugar de guardar luto a su difunta esposa, el viejo rabo verde empezó a buscar alguna hermosa joven que tomara el lugar vacante en su alcoba.
A pocas cuadras de su casa vivían las hermanas González, cuya belleza era famosa en la ciudad, el libidinoso Jesús puso su vista en Elodia, pero esta lo rechazó porque ya estaba comprometida con un prominente alfarero de Tlaquepaque.
Para sorpresa del viejo, la pretenciosa Ana González, la más pequeña de las hermanas sí mostroó interés en él, o mejor dicho en su cuantiosa fortuna.
Al poco tiempo se casaron y para saciar la vanidad de Ana, don Jesús hizo construir un segundo piso a la casa y mando traer un par de esculturas realistas de perros, para que vigilaran la azotea de la casa.
Pero el período de tiempos felices para don Jesús fue muy breve, misteriosamente enfermó de manera repentina y murió, dejando toda su fortuna a su esposa, quien le pagó con la misma moneda que él le había pagado a su esposa.
En cuanto sepultó a don Jesús, Ana se olvidó del luto, ni siquiera se preocupó de cumplir la última voluntad del viejo, quien le había pedido rezara un novenario para pedir por el descanso de su alma.
Ana de inmediato buscó consuelo en los brazos del administrador de una de sus haciendas, un atractivo joven de nombre “José Cuervo”.
Ana, pagaría muy caro el haber incumplido su promesa, a partir de entonces fenómenos inexplicables empezaron a suceder en la casa: puertas que se habrían o cerraban por si solas, voces, susurros y tétricos cantos gregorianos cada noche se escuchaban, acompañando terroríficos ladridos.
Los recién casados trataron de huir de la furia del alma en pena de don Jesús, y se mudaron de “La Casa de los Perros”, pero una noche la joven Ana apareció muerta en su nuevo hogar, la encontraron en medio de un charco de sangre, huellas ensangrentadas de un par de caninos daban una pista de quienes habían sido sus asesinos.
Temeroso de también convertirse en victima José Cuervo abandonó la ciudad y se mudó al poblado de Tequila donde escribiría su propia historia.
Lo que resultó raro fue que las escrituras de “La casa de los Perros” nunca aparecieron, por lo cual nadie pudo reclamar su propiedad y el gobierno terminó apropiándose de ésta.
Por las calles de Guadalajara se corrió el rumor de que Don Jesús, antes de morir le dijo a su ama de llaves:
“A la persona que me rece un novenario en el sótano de mi casa, a las 12 de la noche, acompañado solamente de una vela, yo me presentare para entregarle las escrituras de La Casa de los Perros; y una buena cantidad de centenarios”.
A través de los años varios han intentado realizar el novenario, pero todos sin excepción han fracasado en el intento, su valentía termina en cuanto sus rezos son interrumpidos por terroríficos ladridos y una voz de ultratumba responde las plegarias.
No todos han podido salir corriendo, algunos desafortunados han tenido que ser sacados al día siguiente, desmayados y traumatizados…. ¿Y tú te atreverías a intentarlo?