Por Agencias
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Cuando Gustavo Ajché vio que no eran decenas, sino cientos de repartidores de comida con sus bicicletas los que se congregaron en una protesta en Nueva York, recuerda que se sintió muy emocionado.
Era octubre de 2020, cuando la pandemia de covid-19 estaba en uno de sus momentos más complicados.
Muchos migrantes latinos no podían quedarse a trabajar en casa, como ordenaban las autoridades, les tocaba arriesgar su salud en las calles de la Gran Manzana para sostener su situación económica. Y los repartidores de comida atravesaban dificultades más allá de las sanitarias.
Protestaban por la inseguridad de la que estaban siendo víctimas en las calles desiertas de Nueva York producto de los confinamientos. Sus bicicletas eléctricas de más de US$2.000, y sus baterías de unos cientos de dólares más, eran blanco de los delincuentes.
«Hubo muchos asaltos por las calles desoladas durante la pandemia», cuenta Ajché, quien migró desde Guatemala en 2004 y desde entonces se ha dedicado al reparto de comida y la construcción.
«En menos de una semana organizamos nuestra primera manifestación en la ciudad de Nueva York. Me esperaba 60 o 70 trabajadores, pero llegaron como unos 400. Dije ‘¡guau!’, el trabajo que hicimos tuvo impacto”, explica.
Después de aquella gran manifestación, estos trabajadores -en su mayoría latinos, pero también de comunidades negras y asiáticas- llamaron la atención de las autoridades y lograron algo que es muy difícil de hacer para migrantes en Estados Unidos: conformar un grupo de defensa de derechos que funciona casi como un sindicato.
Lo llamaron “Los Deliveristas Unidos”, apropiándose del término en inglés delivery («entrega») para su nombre. Y de ser unos cientos pasaron a más de 60.000 integrantes en la actualidad.
«Durante la pandemia se creó una hermandad entre trabajadores. La comunidad latina que hace este trabajo es muy solidaria y eso es lo que hace la diferencia en la ciudad», dice Ajché con orgullo.
Y es que desde entonces han logrado lo impensable para otros latinos, muchos de ellos limitados por ser indocumentados: que el gobierno les garantice derechos laborales tan básicos como tener un salario mínimo por hora, acceso a baños y garantías de que les entregan sus propinas.
Y ahora están en medio de una batalla con grandes aplicaciones de entrega de comida, como Uber Eats y DoorDash, a las que reclaman que haya más transparencia y respeto a sus derechos laborales conseguidos.
Dichas plataformas, sin embargo, advierten que los cambios recientes -como el salario mínimo que entró en vigor a finales de 2023- están impactando negativamente en los costos a los clientes, restaurantes y, al final, en los repartidores.
La revolución de las apps
Las entregas de comida son parte de la vida de la ciudad de Nueva York desde hace décadas.
Pero la llegada de las aplicaciones de móviles para realizar pedidos en línea detonó este tipo de comercio. Los clientes podían hacer pedidos más fácilmente a restaurantes más lejanos que la pizzería del barrio.
Y los repartidores podían acceder a un empleo flexible: «Si uno quería trabajar, trabajaba, y si no, no. Había una gran flexibilidad», recuerda Ajché.
Sin embargo, es un empleo más difícil de lo que parece. Los repartidores que circulan en bicicleta se exponen al riesgo de ser golpeados por autos y camiones en las calles, o a los calores o intensas nevadas de cada temporada.
«A los que siempre halagan es a los bomberos, a la policía, por estar ahí en días con el clima fuerte. Y yo decía ‘por qué los trabajadores de reparto no, si ahí están todos los días llevándole la comida a la gente'», expone Ajché.
Otro cambio radical al negocio vino en 2020 con la aprobación de la circulación de bicicletas eléctricas en la ciudad, que les permitió ir más lejos de lo que llegan pedaleando con las piernas.
Fue un momento crucial, también llegó la pandemia y muchos oficinistas de la urbe se fueron a trabajar desde casa y a pedir comida a domicilio.
Pero los repartidores no tenían otra opción más que quedarse en la calle.
En esos momentos empezaron a complicarse las cosas, pues con las calles de la ciudad vacías, empezaron a ser objetivo de delincuentes que les robaban sus bicicletas.
El nacimiento de los Deliveristas Unidos
Gustavo Ajché salió a sus 20 años de Totonicapán, un departamento del oeste de Guatemala. Llegó a Nueva York en 2004 y rápidamente consiguió un trabajo en una pizzería, en la que hacía «de todo», incluido el reparto de comida.
Como otros, vio la oportunidad de mejorar sus ingresos con las aplicaciones a mediados de la década pasada, y luego se interesó por participar en una organización llamada Proyecto de Justicia Laboral.
Ahí fue aprendiendo sobre los derechos laborales, que muchas veces son algo que los migrantes indocumentados desconocen por evitar el encuentro con autoridades.
«La capacitación y la orientación sobre liderazgo me fue empoderando como persona y dije ‘no, pues es cierto, uno no tiene que tener miedo, no importa si uno es inmigrante o donde sea, uno puede pelear, luchar y no tener miedo'», dice Ajché.
Fue por eso que, en octubre de 2020, cuando se dio una pequeña protesta de repartidores, Ajché decidió ayudar activamente a darle forma a un grupo muy numeroso de trabajadores que «sufrían injusticia».
«Los trabajadores se accidentan, los trabajadores se enferman, no había nadie que abogara por ellos», recuerda.
De aquella protesta masiva del 15 de octubre de 2020 nació Los Deliveristas Unidos, que en un inicio eran solo unos cuantos que se comunicaban por WhatsApp para darse avisos, apoyo o consejos sobre las rutas.
Ajché destaca la fraternidad de los Deliveristas. Incluso los migrantes de origen africano que hablan francés, o los del sudeste asiático, se han integrado al grupo para cuidarse entre sí.
«Es bonito conocer de esquina a esquina la ciudad. Uno hasta guía a los turistas. A veces nosotros tenemos la oportunidad de subir a los rascacielos sin pagar, como los turistas. Y nos tomamos un tiempecito de admirar la ciudad desde las alturas», destaca.
«Hay momentos bonitos, pero también malos. La discriminación hacia los trabajadores. O que las plataformas a veces hacen parecer que el trabajador tiene la culpa de muchas cosas, pero uno es el intermediario. Uno se estresa como trabajador. El consumidor no sabe y empieza a presionar», cuenta.
«A veces ponen que la orden ya está lista cuando ni siquiera la han comenzado a cocinar. Son cosas como esa que frustran al trabajador».
Las conquistas de los Deliveristas
Las presiones y gestiones del grupo a favor de sus derechos laborales llevaron a las autoridades del Consejo Municipal de la Ciudad de Nueva York a abrir un proceso de audiencias a su favor.
Gracias a que los Deliveristas Unidos seguían creciendo en número y conformaron un gran grupo de repartidores, hicieron una encuesta para saber qué necesidades tenían.
Hasta ese momento, no se les permitía usar los baños de los restaurantes a los que servían. Tampoco contaban con bolsas térmicas para resguardar los alimentos. La entrega de las propinas de los clientes de las aplicaciones no era transparente. Y pensar en un salario mínimo por hora, como todo trabajo en EE.UU., era una ilusión.
Fueron esas demandas las que precisamente plantearon y, para sorpresa de los «deliveristas», fueron escuchadas por el Consejo Municipal.
En octubre de 2021 aprobaron esas demandas, incluida la de un pago mínimo por hora trabajada de US$17,89, una cifra superior al sueldo básico estatal de Nueva York.
«El paquete legislativo fue una realidad, en tiempo récord», dice con orgullo Ajché.
La ciudad también ha creado o ampliado vías para ciclistas en general, lo cual les ha facilitado su trabajo al no exponerse al flujo vehicular que causa accidentes fatales.
«Lo hemos catalogado como un trabajo de alto riesgo ya que durante los últimos tres años hemos tenido los datos de que mueren alrededor de 20 trabajadores anualmente, en su mayoría latinos», explica el líder del grupo.
«Las plataformas al contratarte como trabajador independiente se limpian las manos de todo. Si te pasa algo, vas por tu propia cuenta con los gastos, la recuperación. Por eso es que estamos luchando para que un día este trabajo sea tratado como lo que es. Es justo que la gente sea tratada con dignidad», argumenta.
A pesar de las conquistas obtenidas, aún no han podido cantar la victoria que quisieran.
El conflicto con los gigantes
En el grupo consideran que plataformas como Uber Eats o DoorDash no han cumplido con algunas nuevas normas, a pesar de que el comercio posterior a la pandemia ha vuelto a su marcha regular.
«No han dado su brazo a torcer», se queja el líder de los Deliveristas Unidos.
El principal cuestionamiento es sobre los esquemas y algoritmos que usan las aplicaciones para contar el tiempo de trabajo y cómo se traduce en el pago mínimo por hora.
«Yo usando la calculadora, simplemente no cuadra» el tiempo de trabajo con el pago recibido, señala Ajché.
«El salario mínimo entró en vigor el 4 de diciembre de 2023, pero las compañías no ceden fácilmente. Están cambiando los métodos de pago. Están siendo hostiles para hacer creer que el salario mínimo es algo que no beneficia al trabajador», se queja.
Uber Eats y DoorDash señalaron que grupos como los Deliveristas Unidos no han asimilado cómo funciona el pago por hora.
«No se compensa a los trabajadores individualmente por el tiempo de guardia [sin pedidos]. A los trabajadores se les paga individualmente por el tiempo de viaje, solo en conjunto se les compensa por el tiempo de guardia», dijo un portavoz de Uber Eats en un comunicado.
DoorDash aseguró que ha habido un «impacto dañino» por las «reglas extremas de pago mínimo» que están afectando a usuarios, trabajadores y restaurantes.
Según la compañía, ha habido 200.000 pedidos menos en las últimas semanas.
«Esperamos poder encontrar un camino a seguir con los políticos responsables que nos permita seguir atendiendo mejor a las comunidades de la ciudad de Nueva York», dijo un portavoz de DoorDash.
Ante esto, Ajché dice que suena ilógico que haya pérdidas, considerando los reportes de ganancias que hacen estas empresas cada año.
«Las aplicaciones han ido en decadencia por el tipo de algoritmo que usan, que los beneficia solo a ellos y no al trabajador. Es un algoritmo que está roto, diría yo», señala.
Aun así, celebra que unos trabajadores que parecían invisibles hasta hace no mucho, y que cumplían un trabajo sin garantías mínimas, ahora estén organizados y luchando por sus derechos ante las autoridades locales y las grandes corporaciones de EE.UU.
«Parecemos un sindicato, pero no somos un sindicato. Hemos logrado muchas cosas por cómo nos hemos movido», dice con orgullo Ajché.
«Por eso es que estamos luchando para que un día este trabajo sea tratado como lo que es. Es justo que la gente sea tratada con dignidad».