Los fariseos modernos

Por Redactor
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May, un político relativamente joven, miembro fundador del Freedom Caucus local, premiado incluso por el grupo radical Moms for Liberty como “legislador del año”, fue arrestado y admitió en corte haber distribuido más de 220 videos de bebés y niñ@s pequeños siendo abusados sexualmente en la aplicación Kik. Lo hizo bajo el seudónimo grotesco de “joebidennnn69”.

No se trata de un error aislado ni de una “manzana podrida” dentro de un árbol sano. Se trata de un patrón. Una y otra vez, los mismos personajes que construyen sus carreras demonizando a la comunidad LGBTQ, atacando a los migrantes y levantando banderas de “moral cristiana”, terminan siendo expuestos como los más depravados y corruptos.

El caso de May es solo el más reciente y repugnante ejemplo de un movimiento político que se vende como el defensor de la niñez y que, en la práctica, se aprovecha de ella de las formas más oscuras.

Pero lo más repulsivo no es únicamente la conducta criminal de May, sino el silencio cómplice de las iglesias y líderes cristianos conservadores.

Son l@s mism@s que se desgarran las vestiduras en contra del aborto, que se comportan como perros de presa cada vez que un joven trans exige respeto, que llenan púlpitos y megáfonos condenando la “decadencia moral” de los demás.

Hoy, cuando uno de los suyos se revela como un pederasta enfermo, no hay sermones, no hay comunicados, no hay marchas de oración. El mutismo es ensordecedor.

Ese silencio contrasta brutalmente con la energía que desplegaron hace apenas semanas para defender la memoria del racista Charlie Kirk, asesinado en un tiroteo.

Varios de esos mismos pastores y políticos llegaron al delirio de compararlo con Jesús. Sí, con Jesús.

Como hombre de fe que soy, si bien con muchos defectos, pero que he leído la Biblia completa desde Génesis hasta el Apocalipsis, no una sino dos veces, algo que no soporto es la blasfemia esa que les hizo aplaudir la defensa de Kirk como un acto de “valentía espiritual”.

¿Dónde está esa misma pasión para defender a los niños ultrajados por un hombre premiado por “Moms for Liberty”?
¿Dónde están esos versículos bíblicos tan rápidos para citar cuando se trata de negar derechos a los demás?

La respuesta es clara: no existen, porque su fe es un disfraz.

Son los fariseos modernos: personajes podridos en una maldad profunda, embadurnados de versículos y símbolos religiosos que ell@s tergiversan a su conveniencia, algo que en la misma Biblia Dios asegura aborrecer, tal y como estas atrocidades y abusos que May difundía en las redes.

Y es que estos pseudo religiosos, se rasgan las vestiduras en público, pero su verdadero templo es el poder político, y para mantener ese poder, están dispuestos a callar frente al horror.

Los mismos que acusan de “pedófilos” a maestr@s que enseñan diversidad, guardan silencio cuando uno de los suyos reparte videos de bebés siendo abusados.

Los mismos que hablan de “proteger la vida” convierten a un ideólogo supremacista en mártir, mientras callan frente a un político republicano que descargaba pornografía infantil en su laptop al mismo tiempo que redactaba discursos en defensa de los “valores cristianos”.

En un país donde millones de personas siguen viendo a estos líderes religiosos y políticos como referentes morales, es necesario decirlo con todas sus letras: no son defensores de la fe, son sepulcros blanqueados.

Detrás de su cruz y de sus sermones se esconde la podredumbre más profunda. Y mientras no exista una autocrítica real desde esas iglesias, esos partidos y esos seguidores, cada nuevo escándalo como el de May no será una excepción, sino la confirmación de que el fariseísmo se ha convertido en la regla.

No se puede seguir creyendo en quienes usan la religión como máscara para encubrir abusos, corrupción y odio.

Los votantes, los fieles, las comunidades deben abrir los ojos, porque simple y sencillamente estos no son guardianes de la fe ni defensores de la familia: son falsos profetas que han prostituido la religión para lucrar con el miedo y el resentimiento, y como tales, deben ser desenmascarados.

Porque si no se les quita el púlpito ni el micrófono, seguirán dictando sermones mientras cometen, en silencio, los peores crímenes contra aquellos que dicen proteger.