
De pequeña, nunca jugué fútbol, no tuve la oportunidad de correr detrás de un balón, de escuchar los gritos y las porras desde las gradas o de sentir la satisfacción de anotar un gol.
Sin embargo, hoy en día disfruto profundamente ver a mis hij@s en la cancha cada sábado.
Soy orgullosamente mamá de tres porter@s, y mi hijo mayor ahora es entrenador. Cada partido se ha convertido en un ritual familiar que llena mi corazón de alegría y orgullo.
Qué maravilloso es vivir, a través de nuestros hij@s, momentos que nosotros no tuvimos.
No quiero que mis hijos sean como yo; quiero que sean mejores.
Deseo que tengan la confianza y la valentía para intentar cosas nuevas, que aprendan el valor del esfuerzo y comprendan que los logros se construyen con disciplina.
Uno de los principales trabajos de los padres y madres de familia es precisamente ese: apoyar a l@s hij@s. No solo con palabras, sino con presencia, con tiempo y con amor.
L@s niñ@s no siempre recordarán las cosas materiales o los regalos que les dimos, pero nunca olvidarán las veces que estuvimos allí para verlos jugar, cantar o participar en una presentación escolar.
Sé que el trabajo, las responsabilidades y el cansancio muchas veces dificultan cumplir con ese papel.
Después de un largo día, lo único que queremos es llegar a casa y descansar.
Pero ser padres requiere sacrificios, y uno de los más valiosos es el de estar presentes, incluso cuando el cuerpo pide lo contrario.
Me encanta observar a los padres que asisten a los eventos y reuniones escolares. Muchos llegan con ropa sucia porque no tuvieron tiempo de ir a casa a cambiarse; otros llegan con hambre, sin cenar.
Aun así, ahí están, aplaudiendo y sonriendo, porque su presencia además de apoyo demuestra amor, compromiso y responsabilidad.
Cuando l@s pequeñ@s sienten ese apoyo, crecen más segur@s y felices.
Ser madre o padre no se trata solo de proveer lo material, sino de acompañar emocionalmente a l@s hij@s.
Ell@s necesitan saber que sus esfuerzos son vistos, que sus logros son celebrados y, sobre todo, que son amad@s.
L@s hij@s saben que usted los ama, pero necesitan escucharlo.
Un “te quiero”, un “estoy orgulloso de ti” o un simple abrazo pueden marcar la diferencia en su autoestima y en la manera en que enfrentan la vida.
Cada sábado, en la cancha, mientras observo a mis hij@s defender la portería, entiendo que ese es el verdadero triunfo: estar ahí, presente, apoyándol@s y amándol@s.
El cansancio y el hambre no importan cuando se trata de acompañar sus sueños.
Al final, no se trata de formar grandes futbolistas, sino grandes seres humanos.
