Más de 55 años después de que se estrenara en cines la cinta original de Los siete magníficos (John Sturges, 1960) llega a las salas de todo el mundo un remake de la mano del director norteamericano Antoine Fuqua.
Éste es conocido sobre todo por la película de culto Training Day (2001) y por ser el encargado de llevar a buen puerto varios éxitos del cine de acción como Shooter (2007), Olympus Has Fallen (2013) o The Equalizer (2014).
Ahora, Fuqua aporta su visión moderna y violenta al clásico que ya en su día fue una adaptación de la obra maestra del cine japonés, Los Siete Samuráis (Akira Kurosawa, 1954).
Esta épica historia sobre justicia y redención arranca cuando los oprimidos habitantes de Rose Creek, un pequeño pueblo de campesinos y mineros de oro, están discutiendo en su iglesia sobre cuál sería la mejor manera de afrontar su amargo futuro al estar bajo el control del terrible Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard en su faceta más malvada hasta la fecha).
Es entones cuando, sin previo aviso, entra por la puerta el malvado y letal Bartholomew, junto a su inseparable séquito de hombres, sembrando el pánico entre los habitantes del pueblo, incendiando la iglesia y quitando la vida de todo aquel que se ponga en su camino, entre ellos el marido de Emma Cullen (Haley Bennett).
Debido a que los habitantes del pueblo no tienen ni los recursos ni los conocimientos para defenderse de Bogue y sus hombres, Emma decide salir en busca de alguien que pueda ayudarles a poner fin a esta carnicería.
Sobre caballo y vestido impecablemente de negro se nos presenta a Chisolm, (un como siempre espectacular Denzel Washington en la que es su tercera colaboración con el director y su primer rol en un western), un caza recompensas que emula al gran Yul Brynner del film original.
Lo primero que hace al abrir la boca es pedir un chupito de aguardiente en un salón.
Claramente no es bienvenido, pero tiene un motivo de peso para estar allí. Cuando encuentra lo que andaba buscando, despierta la bestia que tiene dentro y en un abrir y cerrar de ojos mata a tiros a varios hombres de manera espectacular.
Estas repentinas y abruptas escenas de acción cargadas con tanta violencia son marca de la casa en el cine de Fuqua.
El único hombre que parece no inmutarse es el gracioso y chulesco apostador Josh Faraday (el carismático actor de moda Chris Pratt, que convierte cada film en el que aparece en una auténtico éxito de taquilla, que encarna al personaje de Steve McQueen en la cinta de Sturges).
Emma, impresionada por las habilidades de Chisolm, le pide su ayuda, ofreciéndole a cambio todo de lo que disponen en Rose Creek. Éste acepta y empieza a reclutar a su peculiar grupo de habilidosos forajidos para que unidos puedan plantar cara a Bogue y sus hombres.
El siguiente en unirse es Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke, al que no veíamos al lado de Denzel Washington desde Training Day, y su química en pantalla sigue siendo la misma) que va siempre acompañado del letal Billy Rocks (Byung-hun Lee).
La presentación de Jack Horne (Vincet D’Onofrio) es sorprendente y el gag que le suelta Faraday debido a su aspecto es uno de los mejores del film.
En esta versión el director ha querido llevar el mestizaje étnico más allá, creando un diverso y muy carismático grupo que muestra al público un bonito mensaje de igualdad. Además de ser uno de los pocos westerns en los que la etnicidad del actor encaja con la de su personaje.
Cuando finalmente llegan a Rose Creek y lo encuentran en manos de los hombres de Bogue, un intenso y complejo juego de miradas que nos recuerda al mítico duelo final de “El bueno, el feo y el malo” (Sergio Leone, 1966), desata un frenesí de balas, cuchillos, lanzas, hachazos y lo que haga falta.
En la escena ellos van convirtiendo en añicos a los hombres de Bogue, enviándole un claro mensaje de la mano del único hombre que dejan escapar con vida, el corrupto Alguacil del pueblo al que Chisolm quita la placa y el puesto.
Entonces, los siete magníficos entrenan a los habitantes del pueblo en el poco tiempo del que disponen para que cuando venga Bogue planten cara y luchen por un futuro mejor.
El clímax de la película es espectacular y está orquestado hasta el último detalle, como si de la batalla final de Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969) se tratara, además de ser de una intensidad emocional brutal.
Este “remake” es un fantástico coctel de entretenimiento, emoción y espectáculo que permite que el público de hoy en día se dé cuenta que el Western como género es incombustible.
Para los nostálgicos, decir que deben quedarse en el cine durante los créditos finales para disfrutar de un regalo para los oídos con lo más conocido del film original, su mítica música.
Y para los cinéfilos, solo añadir que disfrutarán mucho de la banda sonora original, al ser la última del gran compositor James Horner (Titanic, Avatar, Braveheart). ν
Geoffrey Cowper catalán, graduado en Dirección Cinematográfica en Barcelona y director de varios films.