Por Agencias
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Durante la década de 1990, el término «personalidad adictiva» fue utilizado por algunas empresas farmacéuticas como parte de las recomendaciones y advertencias de algunos productos, y quizá también, irónicamente, para promocionar fármacos analgésicos que causan adicción.
Fue el caso de OxyContin, un medicamento opioide fabricado por la farmacéutica estadounidense Purdue Pharma que solo se podía adquirir con receta de un médico.
En aquella época, mientras comercializaba su producto, Purdue Pharma dio instrucciones a sus representantes para que dijeran a los médicos que sólo las personas con una «personalidad adictiva» corrían el riesgo de engancharse, a pesar de saber que era altamente adictivo y ampliamente consumido.
De hecho, OxyContin y otros medicamentos como el fentanilo son señalados como culpables de alimentar la crisis de los opioides en Estados Unidos, que causó más de medio millón de muertes en ese país entre 1999 y 2020.
Pero ¿se puede atribuir a la personalidad la adicción a una sustancia? ¿Hay personas realmente más propensas a desarrollar una adicción?
Según Ian Hamilton, profesor asociado especializado en adicciones en la Universidad de York (Reino Unido), se trata de un concepto que parecería ideado para la industria farmacéutica.
«En cierto modo, les libra de culpa. El mensaje es: ‘si eres tan débil como para desarrollar un problema con nuestro producto, se debe a tu personalidad, no tiene nada que ver con nosotros'», expone.
Más complejo
Muchos psiquiatras y expertos en adicciones afirman que no hay pruebas científicas que respalden esta idea de la personalidad adictiva.
También advierten de que el concepto es perjudicial, ya que sugiere que las personas tienen poco o ningún control sobre su adicción.
Admiten que existen algunos vínculos entre ciertos rasgos de la personalidad y la adicción, pero que son mucho más complejos de lo que suele indicar la afirmación de «personalidad adictiva».
Mark Griffiths, catedrático de Adicciones de Comportamiento de la universidad británica de Nottingham Trent, califica el concepto de «personalidad adictiva» de «mito absoluto».
«Para que exista algo así como una personalidad adictiva, lo que se está diciendo es que hay un rasgo que predice la adicción y sólo la adicción», afirmó Griffiths. «No hay pruebas científicas de que exista un rasgo que prediga la adicción y sólo la adicción», enfatizó.
La personalidad adictiva «es una forma en blanco y negro de pensar sobre algo que es muy complejo», apuntó Anshul Swami, psiquiatra especializado en salud mental y adicciones en adultos del Hospital Nightingale de Londres.
«No hay un tipo de personalidad [que prediga la adicción] y no hay una persona que sea igual a otra adicta».
Eso no quiere decir que ciertos rasgos de la personalidad no estén asociados «con la adquisición, el desarrollo y el mantenimiento de conductas adictivas», afirma Griffiths.
El huevo y la gallina
La neurosis o neuroticismo, por ejemplo, tiende a asociarse con muchas formas de adicción.
Considerado como uno de los cinco grandes rasgos de la personalidad, el neuroticismo se define como el grado en que una persona reacciona ante las amenazas percibidas y las situaciones estresantes. Las personas muy neuróticas son ansiosas y propensas a los pensamientos negativos.
Según un análisis de 175 estudios, los trastornos por abuso de sustancias se asocian con altos niveles de neurosis y bajos niveles de concienciación (el grado en que una persona muestra autocontrol).
La investigación descubrió que las adicciones conductuales, como la adicción a internet, al ejercicio físico o a las compras compulsivas, por ejemplo, también están asociadas al neuroticismo.
«Si eres neurótico, eres muy ansioso», dice Griffiths.
«La gente tiende a utilizar conductas adictivas o sustancias como forma de gestionar sus rasgos neuróticos. La mayoría de las adicciones tienen que ver con sobrellevar situaciones y son sintomáticas de otros problemas subyacentes, como la depresión o el neuroticismo», explicó el catedrático de Nottingham Trent.
Pero no hay estudios que demuestren que todas las personas con adicciones padezcan neuroticismo.
«Puedo encontrar muchas personas que son neuróticas y no son adictas. El neuroticismo está asociado a la adicción, pero no la predice», aclaró Griffiths.
Como señala Hamilton, puede ser «terriblemente difícil» desentrañar qué es lo primero cuando se trata de una dependencia de sustancias.
«Se observan tasas elevadas de depresión o ansiedad entre las personas que se vuelven drogodependientes. Pero entonces se convierte en el huevo y la gallina. ¿Fue el neuroticismo lo que llevó a la persona a la droga, o fue la adicción a la cocaína durante un largo periodo de tiempo lo que afectó su estado de ánimo?».
Numerosos factores
«Las adicciones tienen muchos matices y son multifactoriales», resaltó Anshul Swami.
Hay investigaciones que muestran que las adicciones pueden estar influenciadas tanto por la genética como por una amplia gama de factores del entorno, incluida la presión del grupo, la exposición temprana a sustancias y el abuso físico o sexual.
Según un estudio, entre los consumidores de opiáceos hay 2,7 veces más probabilidades de que hayan sufrido abusos en la infancia, ya fueran sexuales, físicos o ambos, que entre los que no los consumen.
«Factores psicosociales como la violencia, los abusos sexuales y la negligencia emocional están estrechamente relacionados con la adicción», afirmó Swami.
«Mucha gente dice: ‘Tengo un historial de adicción, se debe a mi genética’. Pero cuando profundizas en su historial clínico, descubres que han bebido mucho, han sufrido negligencia, abusos, traumas y privaciones. Todo eso se ha transmitido de generación en generación y ha aflorado en forma de adicción».
Otra investigación, de 2018, descubrió que el antiguo retrovirus HK2 (Hexoquinasa 2), que se encuentra cerca del gen implicado en la liberación de la sustancia química dopamina, se encuentra con mayor frecuencia en los drogadictos.
Una de las conclusiones fue que las personas que sufrían trastornos por abuso de sustancias tenían hasta dos o tres veces más probabilidades de tener HK2 integrado en su genoma, lo que indica una fuerte asociación con la adicción.
Sin embargo, Swami afirma que este estudio no aporta ninguna prueba de que algunas personas tengan una «personalidad más adictiva» que otras.
«Este hallazgo preliminar del HK2 no explica por qué un número cada vez mayor de pacientes desarrollan adicción en etapas posteriores de su vida», afirma. «Si la tuvieran y fuera asociativa o causal seguramente se expresaría antes».
En cuanto a la impulsividad y el género de las personas como factores de riesgo para la adicción, Hamilton advierte que puede haber importantes lagunas en los datos.
Un ejemplo son las estadísticas en Estados Unidos que establecen que el 11,5% de los hombres y niños tienen una adicción al abuso de sustancias, frente al 6,4% de las mujeres y niñas.
Hay varias razones, según Hamilton, ya que los hombres, sobre todo los adolescentes, tienden a asumir más riesgos y son más impulsivos.
Y es menos probable que las mujeres busquen tratamiento por cuestiones de cuidado de los hijos y estigmatización.
Visión fatalista
A pesar de la falta de pruebas científicas que lo respalden, el término «personalidad adictiva» sigue utilizándose ampliamente.
«Hay que tener cuidado con el lenguaje, porque la gente lo interioriza», resalta el profesor de la Universidad de York.
«La idea de la personalidad adictiva te priva de toda esperanza… te dice que esa es la trayectoria que tienes que seguir y que no tienes ningún control sobre ella».
Swami está de acuerdo en que el concepto es «fatalista» y poco realista. «Impide que la gente se responsabilice de su problema y encuentre soluciones constructivas para mejorar», opinó.
Para Griffiths hay muchas personas adictas que utilizan la idea de la personalidad adictiva como «justificación de su comportamiento».
«Cuando alguien dice ‘tengo una personalidad adictiva’, lo que en realidad está diciendo es ‘nunca podré curarme'», afirma.
«Las adicciones son enfermedades biológicas, psicológicas y sociales muy complejas, como cualquier otra enfermedad del planeta», agregó Swami.
«Todo el mundo busca una respuesta sencilla, pero no la hay», concluyó.