“Volver no es una opción”: venezolanos atrapados entre la deportación y la ruina económica

Por Redacción
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“Es un mal momento para ser venezolano en Estados Unidos… y también para ser venezolano en Venezuela”, resume Elizabeth, de 39 años, residente en Miami desde octubre de 2023. Amparada inicialmente por el parole humanitario, hoy su estatus es incierto tras la cancelación del programa por parte de la administración de Donald Trump el 12 de junio. La medida afectó a más de 532.000 personas de Venezuela, Cuba, Haití y Nicaragua.

Con una petición de asilo aún en trámite y un plazo de dos semanas impuesto por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), Elizabeth sabe que podría ser expulsada en cualquier momento. “No puedo regresar. Todo está peor allá”, asegura, mientras se aferra a la última oportunidad legal para quedarse en el país.

La anulación del parole humanitario es parte de una política migratoria más estricta del actual gobierno republicano, que ha justificado sus acciones con el aumento de la criminalidad. En el caso venezolano, el programa había otorgado permisos temporales de residencia y trabajo a más de 117.000 personas, permitiéndoles establecerse legalmente con el respaldo de un patrocinador.

El Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) ya ha deportado a unos 4.600 venezolanos en lo que va de 2025, mientras el temor se multiplica entre quienes aún no tienen un estatus migratorio definido. Muchos, como Elizabeth, evalúan autodeportarse a países terceros, como Colombia, para evitar una expulsión forzada.

La situación en Venezuela, entretanto, se agrava. El país experimenta una nueva fase de inestabilidad económica con una inflación interanual estimada del 229% hasta mayo, según el Observatorio Venezolano de Finanzas. A esto se suma una caída del 64% en el valor del bolívar y una contracción proyectada del 3,5% para 2025.

El gobierno de Nicolás Maduro ha respondido con arrestos de figuras críticas como el exministro de Finanzas Rodrigo Cabezas y varios economistas acusados de manipular el tipo de cambio paralelo. La falta de cifras oficiales por parte del Banco Central de Venezuela desde octubre de 2024 alimenta la opacidad sobre la verdadera magnitud de la crisis.

Además, la salida técnica de la petrolera Chevron, que representaba el 25% de la producción nacional de crudo, ha golpeado aún más a la economía. “Chevron técnicamente se fue al 100%. Ya no puede exportar a los mercados habituales. Se han dado todos los factores para una tormenta perfecta”, explica el economista José Manuel Puentes, del IESA.

En América Latina, donde residen más de 6,6 millones de los 7,7 millones de migrantes y refugiados venezolanos en el mundo, los obstáculos para la integración también persisten. Estudios recientes revelan un patrón de discriminación en el acceso a empleo y vivienda. Un experimento publicado en el Journal of Public Economics demostró que, en Ecuador, los migrantes venezolanos recibían menos ofertas laborales y salariales, incluso cuando tenían igual o mayor calificación que los candidatos locales.

Otro estudio en Colombia —donde vive la mayor comunidad venezolana fuera de su país, con 2,9 millones de personas— evidenció reticencia de agentes inmobiliarios a alquilar a venezolanos, lo que dificulta aún más su estabilidad.

Ante este panorama, Elizabeth contempla mudarse a Bogotá con su esposo si su solicitud de asilo fracasa.

Con voz firme, aunque resignada, concluye: “Prefiero retirarme con las fichas que me quedan. Somos venezolanos. El tiempo para llorar es poquito”.