Por Agencias
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Desde hace años, Argentina parece no tener respiro. Con una de las economías y las poblaciones más grandes de América Latina, y una historia pasada de avances y crecimiento, en las últimas décadas el país sudamericano ha estado atravesando dificultades económicas y períodos de estancamiento e inestabilidad política, y cada uno de los gobiernos recientes lo ha sentido en las urnas.
El actual presidente Alberto Fernández, electo en 2019, no es la excepción: aquejado por una inflación muy alta –entre otros problemas económicos– y una escasa popularidad, decidió hace tiempo no buscar la reelección en los comicios presidenciales que se aproximan, y su fuerza política, la coalición del Frente de Todos (ahora rebautizado Unión por la Patria), se enfrenta a una dura batalla electoral por retener el poder ejecutivo.
¿Qué pasó exactamente en estos ajetreados cuatro años que incluyeron la pandemia de covid-19 y una las peores sequías registradas en el país, un histórico productor agrícola? ¿Cómo llegó a Fernández a esta instancia?
El triunfo de Alberto Fernández
Cuando la ex presidenta Cristina Fernández Kirchner –todo un ícono de la política argentina reciente, amada y odiada por igual– anunció a mediados de 2019 que el candidato de su fuerzas política sería Alberto Fernández, uno de sus excolaboradores convertido en crítico, la sorpresa se sintió en todo el país.
Fernández, con amplia experiencia como funcionario en gobiernos anteriores, no había sido considerado hasta el momento un candidato popular ni una figura presidenciable, y en los últimos años llegó a ser visto incluso como un enemigo de Fernández de Kirchner, en cuyo gobierno participó hasta su renuncia en 2008.
Pero con su ascenso como candidato de la coalición peronista del Frente de Todos, Alberto Fernández ayudó a dejar atrás la mala imagen de Cristina Fernández de Kirchner en buena parte del electorado, y consolidar un perfil moderado para la coalición, que le permitió imponerse en las elecciones sobre el entonces presidente Mauricio Macri, quien buscaba la reelección en un contexto de recesión y creciente inflación.
Fue una estrategia electoral acertada, pero llevó al poder a un tipo de presidente atípico, con un poder real menor del esperado y una serie de condicionamientos propios de las grandes coaliciones, un fenómeno inusual en el país.
Argentina está acostumbrada a liderazgos fuertes y a mandatarios que son al mismo tiempo líderes de sus propias fuerzas políticas. Este no fue el caso de Fernández, presidente de una coalición liderada por Cristina Fernández de Kirchner –que se convirtió en su vicepresidenta– y en la que se incluían también otros liderazgos, como el de Sergio Massa.
El flagelo de la inflación y la pobreza
Además de la peculiar situación política de la coalición, Alberto Fernández asumió la presidencia en diciembre de 2019 en medio de un difícil contexto económico, continuación de la recesión iniciada durante los últimos años de Macri: luego de caer un 2,6% en 2018, en 2019 año el PBI volvió a contraerse un 2% antes de la toma de posesión de Fernández.
La inflación, que ha estado aquejando a Argentina al menos desde 2011, se encontraba en su punto más alto de la historia reciente, en 53,8%, al inicio el Gobierno de Fernández (no ha parado de crecer desde entonces: el último registro interanual del Indec marcó una inflación de 138,3% en septiembre de 2023, y solo en ese mes trepó un 12,7%).
En tanto la pobreza, que llegaba al 35,5% al final del Gobierno de Macri, se encontraba en 40,1% en el primer semestre de 2023, el último año del mandato de Fernández.
Pero otros dos grandes problemas marcarían también el Gobierno de Fernández: la escasez de dólares y la negociación del acuerdo con el FMI cerrado por Macri, en un intento de encontrar financiamiento cuando los mercados ya parecían dispuestos a prestar o invertir en Argentina.
Las posteriores negociaciones por la deuda con el organismo, que asciende a unos US$ 45.000 millones, han sido uno de los elementos recurrentes del Gobierno de Fernández.
El covid-19 y un largo encierro marcado por controversias
En Argentina la pandemia es recordada principalmente por el largo período de aislamiento decretado por el Gobierno de Fernández, y los duros efectos económicos que cayeron sobre una ya delicada situación de las cuentas nacionales: el PIB de Argentina se desplomó un 9,9% en 2020 por la caída de la actividad.
En total, se han reportado en el país 130.472 muertes por covid-19 y 10.044.957 casos confirmados desde el inicio de la pandemia en 2020, de acuerdo con la Universidad Johns Hopkins.
Se trata de una tasa de 2.886,87 muertes por cada millón de habitantes, por debajo de países como Perú (6.501,22), Brasil (3,217,71) y Chile (3.142,51), y por encima de otros como Colombia (2.755,56), Uruguay (2.230,34), Costa Rica (1.819,78) y México (2.622,16), según Our World in Data.
Los números de Argentina están, además, por encima de los promedios en Europa (2.785,20), América del Norte (2.669,93) y Asia (1.359,69), pero por debajo del de Sudamérica (3.104,40).
En tanto la vacunación con al menos un dosis alcanzó al 91,77% de la población.
La campaña de vacunación estuvo empañada por el escándalo del «Vacunatorio VIP», un presunto tráfico de influencias par vacunar primero a funcionarios afines el Gobierno, que llevó a Fernández a pedir en 2021 la renuncia a su ministro de Salud, Ginés González García.
Su sucesora, Carla Vizzoti, dijo que la vacunación de 70 personas de manera irregular había sido «un error», pero negó la existencia de una «Vacunatorio VIP».
Más recientemente, un nuevo escándalo afectó al Gobierno luego de que Sylvia Brunoldi, presidenta de la Liga Argentina de Protección al Diabético (LAPDI), dijera en un evento público que el 24 de agosto de 2020 se le había permitido visitar a su esposo antes de que falleciera por covid-19.
Este hecho había ocurrido fue cinco días antes de que Fernández anunciara en conferencia de prensa que se permitiría a las personas visitar a sus parientes durante sus últimas horas de vida, algo que por el aislamiento estaba prohibido.
Desde el Gobierno señalaron que el anunció de Fernández solo oficializó lo que ya estaba en marcha, y que «cada institución, a través de sus autoridades, analizando cada caso particular, otorgaba autorización y generaba el protocolo».
No fue la única controversia surgida durante la pandemia ligada a un presunto tratamiento especial de los funcionarios en medio de las restricciones por covid-19.
En agosto de 2021 se viralizaron tres videos que mostraban a la primera dama, Fabiola Yáñez, festejando en julio de 2020 su cumpleaños en la residencia presidencial, cuando tales reuniones estaban estrictamente prohibidas. El hecho provocó una crisis la Casa Rosada, y el propio presidente reconoció que había sido «un error» y que “no debió haber ocurrido”.
Pero poco después cambió su tono: «Si algunos piensan que me van a hacer caer, se equivocan. Me fortalecen», dijo.
Salida de la pandemia y derrota electoral del Gobierno
Cuando lo peor de la pandemia de covid-19 parecía quedar atrás, Argentina organizó el 14 de noviembre de 2021 (las internas abiertas tuvieron lugar el 12 de septiembre) sus elecciones legislativas de mitad de mandato y el resultado, en medio de las controversias y la difícil situación económica, fue una dura derrota para el Gobierno de Fernández.
“Evidentemente algo no habremos hecho bien para que la gente no nos acompañe como esperábamos que nos acompañe”, dijo Fernández al aceptar la derrota.
La consecuencia más importante de esta derrota fue el aumento de las tensiones internas en la coalición oficialista, que la llevó al borde del quiebre y a un crecimiento de la oposición de cara a las elecciones presidenciales.
Además, varios ministros cercanos a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ofrecieron sus renuncias tras la derrota, y finalmente el ministro de Economía, Martín Guzmán, dejaría el Gobierno para ser reemplazado inicialmente por Silvina Batakis y luego en julio de 2022 por Sergio Massa, actual precandidato presidencial de la coalición.
Desde entonces, las relaciones entre Fernández y Cristina Kirchner, los dos socios más importantes de la coalición, parecieron enfriarse, y creció la figura de Massa.
El golpe de la sequía, en medio de la guerra
En un país crónicamente afectado por la falta de dólares y cuya principal exportación son los productos agrícolas y las materias primas, la llegada de una época de sequía puede parecer como la suma de todos los males.
Eso precisamente ocurrió en la campaña agrícola de 2022 y comienzos de 2023, cuando la producción se vio duramente afectada por una sequía histórica como consecuencia del fenómeno meteorológico de La Niña.
Casi el 55% del territorio del país fue afectado por la falta de lluvias, según un informe del Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (Sissa). El impacto económico, de acuerdo con un informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, sería de hasta 1,8% del PIB y una reducción de las exportaciones por US$ 14.115 millones.
Por si fuera poco, un aumento en los precios de los combustibles, como consecuencia de la guerra en Ucrania iniciada en febrero de 2022, golpeó aún más en las escasas reservas de dólares de Argentina, que a pesar de su potencial petrolero ha tenido que importar petróleo y gas en lo últimos años.
El Gobierno de Fernández acaba de inaugurar un nuevo gasoducto para, precisamente, poder transportar este combustible desde su yacimiento más importante en Vaca Muerta. Pero los impactos de esta obra se verán apenas en los años próximos.
Es cierto que el país también se benefició por el aumento de los precios de los cereales debido al conflicto, pero la sequía, y los costos derivados del combustible, mitigaron estas ganancias.