Por Agencias
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Al principio se pensaba que era solo el frío, pero hay varios estudios que indican que las bajas temperaturas por sí mismas pueden hacer, además, que los virus se hagan más resistentes.
El catarro o resfriado común está producido por diferentes tipos de virus: rinovirus, adenovirus e incluso por algunos tipos de coronavirus (diferentes al SARS-COV-2 que provoca la covid) y la gripe por el virus de la influenza.
Lo que ocurre con las bajas temperaturas es que la mucosa de la nariz se seca, se hace más frágil y por eso funciona peor como barrera para la entrada de estos virus.
Por otro lado, como te decía al principio, los virus tienen una cubierta lipídica que con el frío se hace más resistente.
Y, además, la hipotermia por sí misma, es decir, el descenso de la temperatura corporal también disminuye en parte el buen funcionamiento del sistema inmunológico.
La proteína que predomina en la mucosa es la inmunoglobulina A, si el virus es más resistente, si la nariz se hace más frágil, entonces la inmunoglobulina A trabaja peor. Y si a eso le añadimos que el propio sistema inmunitario pierde algo de su eficacia, tenemos una situación que, efectivamente, provoca un aumento de catarros, en otoño, y gripes, en invierno.
A todo esto hay que añadir que cuando bajan las temperaturas pasamos más tiempo en espacios cerrados con otras personas y eso siempre favorece la circulación de estos virus que se propagan por vía aérea de persona a persona.
Esto es igual para los catarros comunes y para la gripe, pero la gripe llega más tarde: en enero o febrero, aunque algunos años se adelanta a finales de diciembre.
Realmente no es el frío el que afecta directamente, sino que las bajas temperaturas provocan una serie de situaciones que son las que causan que los virus que se trasmiten por vía respiratoria nos afecten más.
Si este año seguimos usando las mascarillas en interiores es muy probable que no haya una ola importante de catarros y gripes.
Pero siempre que tengamos cuidado, que usemos correctamente la mascarilla, que nos lavemos las manos y continuemos con el resto de medias de higiene adoptadas para frenar la epidemia de COVID-19. Y es que, como se trasmiten de la misma manera, esas medidas sirven de barrera también para los virus que provocan los resfriados y las gripes.
No parece que la incidencia vaya a ser tan baja como lo fue el año pasado porque ya estamos sin mascarilla en la calle y los aforos que se están permitiendo ya son prácticamente del 100%.
Y por mucho que el aire se renueve, todos deberíamos llevar mascarilla. También las terrazas son otro foco de contagio porque estamos muy cerca unos de otros y nos quitamos la mascarilla para comer y beber e incluso para hablar, y entonces salpican gotitas.
En mi opinión, deberíamos seguir llevando mascarilla por lo menos hasta el mes de marzo.
Si lo hacemos así, va a seguir habiendo gripes y catarros, pero va a disminuir la trasmisión.
Es una manera de ponerles barreras físicas a los virus que resulta muy eficaz y sí puede disminuir considerablemente la cantidad de catarros comunes y gripe.