Por Agencias
Más de la mitad de los jóvenes de entre 16 y 30 años que han pasado el coronavirus experimentan síntomas hasta 6 meses después de recibir el alta incluso aunque sus casos hayan sido leves.
Las secuelas más comunes entre estas personas son la pérdida del olor y/o el olfato y la fatiga crónica.
Este ha sido el hallazgo de un estudio sobre los efectos secundarios de la enfermedad a largo plazo en pacientes noruegos.
La investigación, publicada en la revista Nature Medicine, ha hecho un seguimiento de 312 personas curadas en Noruega, de las que 247 habían pasado la enfermedad en sus casas y las otras 65 habían sido hospitalizadas.
El estudio ha encontrado que el 61 % de los pacientes aún experimentaban síntomas persistentes 6 meses después.
Este porcentaje incluye todos los casos entre todos los rangos de edad, pero incluso entre los jóvenes y en los casos más leves, un 51 % reportaron algún tipo de malestar duradero.
Los síntomas incluyen la pérdida del olfato y/o el sabor (28 %), fatiga (21 %), dificultad respiratoria (13 %) falta de concentración (13 %) e incluso problemas de memoria (11 %).
“Nuestro hallazgo subraya la importancia de contar con medidas como la vacunación para controlar las infecciones”, destacan los autores.
Los resultados de este estudio ponen de manifiesto la importancia de seguir luchando contra la quinta ola del coronavirus, la cual está afectando de forma desproporcionada a los jóvenes, el sector de la población aún sin vacunar.
Aunque la mayoría de los casos son leves, contagiarse de esta enfermedad podría dejar secuelas durante al menos seis meses.
TEMEN POR LA VARIANTE BETA
El director del Grupo de Vacunas de Oxford, Andrew Pollard, ha advertido sobre la capacidad de la variante Beta del coronavirus de escapar a la inmunidad de las vacunas.
Lo ha hecho en una entrevista para la emisora británica BBC Radio 4, donde ha matizado que las vacunas seguirán ofreciendo una “muy alta protección contra las hospitalizaciones y las muertes.
Pollard ha explicado que la variante Beta, identificada por primera vez en Sudáfrica, «es realmente bastante buena a la hora de eludir a la inmunidad de las vacunas«. «Sabemos que las personas que han sido inmunizadas con vacunas de ARN mensajero, como Pfizer, así como con la de Oxford/AstraZeneca, pueden infectarse con la variante beta«, ha afirmado el inmunólogo. Por ello, Pollard anticipa que esta mutación podría «propagarse entre poblaciones vacunadas».
Según el inmunólogo, el aumento de contagios «se trasladará, desafortunadamente, en un incremento de ingresos hospitalarios y muertes».
Sin embargo, este incremento «será mucho menor que en otras olas» debido a que las vacunas sí protegen contra las infecciones graves.
A pesar de su aparente resistencia a las vacunas, Pollard ha asegurado que la variante Beta provocará muchos menos casos graves y fallecimientos.
“Esperamos obtener una protección muy alta contra la hospitalización y las muertes y estoy absolutamente confiado en que se dará este caso, ya que así es como funcionan las vacunas», ha afirmado.
El aviso de este epidemiólogo sobre el riesgo de contagio de las nuevas variantes coincide con el levantamiento de las últimas restricciones en vigor en el Reino Unido.