Por Carlos Hernández
[email protected]
Mientras nos preparamos para celebrar la Navidad este año, la comunidad latina en los Estados Unidos enfrenta un desafío único.
La temporada de alegría y unión llega después de un año político polarizador, marcado por un aumento en la retórica racial y los ataques de un movimiento MAGA revitalizado. La reelección de donald trump a la presidencia ha envalentonado a algunos a avivar la división, convirtiendo a nuestra comunidad en chivo expiatorio para obtener ganancias políticas.
Sin embargo, en lugar de achicarnos y en medio de estos desafíos, esta Navidad nos ofrece una oportunidad para reafirmar nuestra fuerza, resiliencia y compromiso con la familia y la comunidad.
Para l@s latin@s, la Navidad es más que una fiesta; es una celebración cultural profundamente arraigada de amor, fe y unidad.
Desde las Posadas que recrean la búsqueda de refugio de María y José; muy parecido a la historia de cientos de miles de inmigrantes en este país; hasta las alegres reuniones llenas de tamales, ponche y villancicos, la temporada es un testimonio de nuestro espíritu perdurable.
Este año, estas tradiciones tienen un significado aún mayor y sirven como ancla en tiempos turbulentos.
La retórica del movimiento MAGA ha buscado alienar y marginar, presentando a l@s inmigrantes como amenazas y a los latinos como “los otros”.
Las políticas y narrativas que fomentan el miedo y la división no son nuevas, pero su resurgimiento requiere que respondamos con claridad y convicción.
Esta Navidad, usemos la temporada como un contrapunto a estos ataques, Que nuestras reuniones sean una declaración de resistencia, una prueba de que no seremos quebrantad@s ni silenciad@s.
Comienza con la familia, l@s latin@s conocemos el poder de la unidad familiar y, a menudo, es nuestra mayor fuente de fortaleza.
La Navidad es un momento para abrazar a nuestr@s seres querid@s, no solo para celebrar sino para sanar.
Cada abrazo intercambiado, cada comida compartida, es un acto de desafío contra aquell@s que buscan fracturar nuestras comunidades.
Igualmente es importante es la solidaridad que mostramos más allá de nuestros círculos inmediatos.
Este es un momento para acercarnos a amig@s, vecin@s y otras minorías que también pueden sentir el peso de la política divisiva.
En la unidad encontramos la fuerza, así que esas organizar y participar en celebraciones comunitarias, hacer voluntariado o simplemente ofrecer amabilidad a l@s demás, nos recuerda que somos parte de un tejido más grande de humanidad compartida.
Para nuestros niñ@s, para ese futuro, que esta Navidad es una oportunidad para inculcarles orgullo por su herencia.
El aluvión de sentimientos antilatinos puede afectar las mentes jóvenes, pero la temporada ofrece una oportunidad para reafirmar su identidad.
Que mejor que enseñarles las historias, canciones y tradiciones navideñas que se han transmitido de generación en generación, ayudará a permitirles ver la belleza y la fuerza de sus raíces.
La fe también juega un papel central durante la Navidad, ofreciendo consuelo y esperanza.
Ya sea asistiendo a la Misa, a un Servicio protestante, y sobre todo ese espíritu de amor y compasión que Dios nos enseñó con el nacimiento de su hijo Jesús, debe de reinar en estas fiestas, y que nos recuerdan que los desafíos que enfrentamos no son insuperables.
La fe nos enseña perseverancia y la importancia de mantenernos firmes en nuestras creencias, incluso frente a la adversidad.
Los ataques y la retórica pueden doler, pero no pueden disminuir lo que somos.
Esta Navidad, que el movimiento MAGA no vea división, sino una comunidad firme en el amor y la solidaridad, que vean que, frente al odio, elegimos celebrar la vida, la familia y la fe.
Que esta temporada sea un testimonio de nuestro espíritu inquebrantable y un recordatorio de que la alegría es nuestra forma más poderosa de resistencia.