Por Redacción
redaccion@latinocc.com
Hace siete años, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, visitó con orgullo la base aérea de Hemeimeem en Siria, declarando la victoria sobre los “terroristas” tras la intervención militar rusa para sostener al régimen de Bashar Assad.
Hoy, esos logros parecen un lejano recuerdo.
Este fin de semana, Assad huyó precipitadamente a Moscú mientras su gobierno se desmoronaba ante una ofensiva relámpago de grupos rebeldes. Ni Rusia ni Irán, sus principales aliados, lograron detener el colapso. La caída de Assad ha expuesto los límites del poder ruso y podría afectar el prestigio del Kremlin en un momento crítico de su conflicto en Ucrania.
El papel de Rusia en la guerra civil siria
La relación entre Rusia y Siria tiene raíces profundas. Durante décadas, la Unión Soviética apoyó al padre de Assad, Hafez, proporcionando asesores militares y asistencia económica. Cuando la guerra civil siria comenzó en 2011, Moscú mantuvo su respaldo a Damasco, ofreciendo apoyo político en foros internacionales como las Naciones Unidas.
En 2015, tras una serie de derrotas del ejército sirio, Rusia intervino militarmente junto a Irán para evitar el colapso del régimen de Assad. Moscú estableció su base aérea en Hemeimeem, desde donde operaron decenas de aviones de combate que llevaron a cabo ataques diarios. También expandió la base naval de Tartus, el único puesto militar ruso fuera de la antigua Unión Soviética.
La intervención permitió al régimen de Assad recuperar la mayor parte del territorio sirio, consolidando a Rusia como un actor clave en Oriente Medio. En diciembre de 2017, Putin realizó una visita triunfal a Siria, declarando la derrota del Estado Islámico y reafirmando la influencia rusa en la región.
El colapso de Assad
A pesar del apoyo ruso, Assad se resistió a cualquier iniciativa de reconciliación nacional, incluso cuando Moscú lo instó a dialogar con grupos opositores moderados. La negativa del régimen a comprometerse contribuyó a su caída, ya que grupos rebeldes respaldados por Turquía lanzaron una ofensiva que desmanteló rápidamente las fuerzas de Assad.
Siria ya estaba debilitada por sanciones internacionales y una profunda crisis económica. La falta de recursos y la desmoralización de sus tropas facilitaron el avance rebelde. Ni Rusia ni Irán pudieron intervenir de manera decisiva debido a sus propias limitaciones. Rusia ha centrado la mayor parte de sus recursos en su guerra en Ucrania, mientras que Irán enfrenta sanciones internacionales y tensiones con Israel.
Alexander Dugin, un ideólogo vinculado a círculos nacionalistas del Kremlin, describió la caída de Assad como un golpe doloroso. “El régimen de Assad, que apoyamos con enormes esfuerzos, colapsó en solo unos días. Es muy triste”, dijo.
El futuro de las bases rusas en Siria
Con la caída de Assad, las bases militares rusas en Siria enfrentan un futuro incierto. La base aérea de Hemeimeem, aunque reducida en operaciones, sigue siendo un punto logístico clave para Moscú, particularmente en su apoyo a misiones en África. La base naval de Tartus, por su parte, ha servido como un centro estratégico para las operaciones rusas en el Mediterráneo.
Sin embargo, los nuevos líderes sirios, que rápidamente izaron la bandera de la oposición en la embajada de Siria en Moscú, han prometido no atacar las instalaciones rusas. Aun así, la influencia de Rusia en la región podría disminuir si las nuevas autoridades limitan el uso de estas bases.
Bronwen Maddox, directora de Chatham House, señaló que el futuro de estas instalaciones dependerá de las negociaciones entre Rusia y el nuevo gobierno sirio. Aunque se espera que respeten los acuerdos firmados por Assad, Maddox advirtió que las bases son un “activo vulnerable” que podría afectar la presencia regional de Moscú.
Impacto en el prestigio de Putin
La caída de Assad ocurre en un momento crítico para Putin, quien enfrenta desafíos en el frente internacional y en su guerra en Ucrania. La pérdida de su único aliado en Oriente Medio socava la percepción del Kremlin como un actor global influyente y podría debilitar la posición de Rusia en cualquier negociación futura sobre Ucrania.
Tatiana Stanovaya, del Centro Carnegie Rusia Eurasia, indicó que la humillante derrota en Siria podría hacer que Putin adopte una postura más rígida en sus negociaciones internacionales. “La caída de Assad ha sacudido a Putin, haciéndolo menos inclinado a demostrar flexibilidad con Ucrania”, señaló.
Por ahora, Moscú intenta adaptarse a las nuevas realidades en Siria mientras preserva su presencia militar en la región. Sin embargo, la pérdida de Assad podría marcar un punto de inflexión en la estrategia rusa en Oriente Medio y en su capacidad para proyectar poder a nivel global.