Por Redacción
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La muerte de Miguel Uribe Turbay, dos meses después del atentado en su contra, marca el regreso al peor momento de la violencia política en Colombia. Las semanas de limbo y esperanza por su recuperación concluyeron con el desenlace más desafortunado: se consumó un magnicidio en un país que creía haber superado la amenaza de muerte contra candidatos presidenciales, aunque el asesinato de líderes sociales nunca ha sido erradicado.
El magnicidio deja un impacto profundo en la sociedad, que se había manifestado unida para rechazar el atentado, y podría influir de forma decisiva en las próximas elecciones presidenciales. Colombia es el país con mayor historial de crímenes políticos en América Latina. Desde la época de La Violencia a mediados del siglo XX, pasando por la ola de homicidios de líderes de izquierda y candidatos presidenciales en los años 80, hasta episodios recientes en Ecuador y Haití, el país ha convivido con este fenómeno.
El senador y precandidato presidencial sufrió un atentado el 7 de junio en Bogotá, a plena luz del día, durante un mitin político. Las garantías de seguridad para él y otros aspirantes han sido cuestionadas desde entonces, evocando el recuerdo de finales de los años 80 y comienzos de los 90, cuando la violencia contra figuras políticas alcanzó niveles críticos.
Uribe Turbay, nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala (1978-1982), conoció de cerca la violencia de esa época. Su madre, la periodista Diana Turbay, fue secuestrada por el Cartel de Medellín bajo el mando de Pablo Escobar y asesinada en 1991 durante una operación de rescate. En ese período murieron candidatos como Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro Leongómez y Álvaro Gómez Hurtado.
Parte de una generación marcada por estas tragedias, Uribe Turbay compartía escenario político con otros hijos de víctimas, como Carlos Fernando Galán y María José Pizarro. Su muerte reabre una pregunta dolorosa: ¿Colombia es capaz de superar sus violencias? El analista político Pedro Viveros sostiene que la clave es garantizar la vida de todos los ciudadanos, y que el presidente Gustavo Petro debe liderar este esfuerzo.
Petro, tras unas horas de silencio, declaró que su gobierno tiene como eje el cuidado y la expansión de la vida, rechazó la persecución política y llamó a que las investigaciones cuenten con apoyo internacional. Insistió en que toda persona, sin importar su ideología, merece protección.
Miguel Uribe Turbay, político de derecha y cercano al expresidente Álvaro Uribe Vélez, era una voz joven y crítica del gobierno de Petro. Así como ocurrió con varios candidatos en 1990, murió siendo opositor, dejando en evidencia fallas en la protección a líderes políticos, una de sus propias banderas de campaña. El expresidente Uribe afirmó que con su muerte “mataron la esperanza”. María José Pizarro, por su parte, subrayó que solo con verdad y justicia se podrá erradicar la violencia política.
A diferencia de hace 30 años, aún no está claro quién ordenó el ataque, aunque las investigaciones señalan a disidencias de las FARC. Uribe Turbay, quien había sido concejal, secretario de Gobierno de Bogotá y senador desde 2022, aspiraba a la presidencia en 2026. En octubre de 2024, en el mismo lugar donde asesinaron a su madre, anunció su candidatura y recordó que decidió perdonar, aunque nunca olvidar.
Si bien al momento del atentado no lideraba las encuestas, tras el ataque su popularidad creció, llegando a encabezar sondeos de intención de voto. El contexto político estaba marcado por tensiones, con el presidente Petro hablando de convocar una Asamblea Nacional Constituyente o recurrir a decretos para aprobar sus reformas, medidas que Uribe Turbay consideraba inconstitucionales.
El partido Centro Democrático, al que pertenecía, enfrenta ahora el dilema de definir su futuro político sin su candidato más viable. Expertos apuntan que la muerte de Uribe Turbay podría centrar la estrategia opositora en torno a las decisiones de esta colectividad. Las voces de su esposa, María Claudia Tarazona, y del expresidente Álvaro Uribe Vélez serán clave en ese proceso.
En 1989, tras el asesinato de Luis Carlos Galán, César Gaviria recogió su bandera con el apoyo de la familia Galán. Hoy, el Centro Democrático no ha definido si mantendrá la encuesta prevista para octubre para elegir a su aspirante presidencial.
Mientras no se conozca a los responsables intelectuales del asesinato y Colombia entre en campaña electoral, la muerte de Miguel Uribe Turbay se convierte en un punto de inflexión que obliga a reflexionar sobre una violencia política que persiste. En un país donde aún pueden matar opositores, el reto del Estado y de la sociedad es impedir que se repita. Por ahora, ese desafío parece lejos de superarse.
