Navidad: celebración y nostalgia: una fecha contrastada para inmigrantes.

Por Víctor Rosas
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La Navidad, como su nombre lo indica, es una festividad de origen religioso, se refiere a la natividad, al natalicio, al nacimiento de Jesús en Belén.

La sociedad estadounidense, históricamente es una sociedad de inmigrantes, venidos de muy diferentes países y culturas, por lo que la Navidad puede no tener el mismo significado, e inclusive, ningún significado en lo absoluto.

Sin embargo, en esta región del Sur de California, concretamente en los Condados de Ventura y Santa Bárbara, la población de origen latinoamericano junto con la anglosajona, afroamericana, y asiática, proveniente de Las Filipinas, en su mayoría profesan o se denominan religiosos y cristianos, ya sea católicos o evangélicos.

Así, el significado de la Navidad es un sentir popular, que desde finales de diciembre, se puede observar y sentir en las calles, centros comerciales, lugares de trabajo en todos los lugares a lo largo de los dos Condados.

De acuerdo a la creencia cristiana, la llegada de Jesús al mundo, llegó con una invitación a la paz y la armonía entre los seres humanos, por eso, esta fecha es muy significativa entre la población latina.

En todos los países de dicha zona, desde México hasta Argentina, el festejo navideño es grandioso.

A eso hay que agregar, que en esta época del año, es común que familias que han estado separadas por mucho tiempo, porque algunos miembros han emigrado a Los Estados unidos, puedan reencontrase para pasar la Navidad juntos.

Así como hay personas afortunadas que en la época de Navidad se pueden reunir con sus seres queridos, también existen otras que, por diferentes circunstancias, tendrán que pasar la temporada decembrinas lejos del hogar y los seres queridos, por lo que, desafortunadamente, la Navidad es una época que también trae nostalgia y lágrimas. Cuando la mayoría sonríe, abraza y destapa regalos, alrededor hay personas que sienten frío y lejanía.

Claudia ha residido en la ciudad de Oxnard por ya casi dos décadas, ella vino procedente de Aguascalientes, México, vive con su mamá, su esposo, un hijo adolescente y una hija más pequeña.

Junto con su familia y la mayoría de sus conocidos profesan la fe católica, y esperan con alegría la llegada de la Navidad.

“A nosotros nos gusta adornar la casa, con luces y el arbolito de Navidad, desde los últimos (días) de noviembre empezamos a planear qué vamos a hacer, qué vamos a cenar en Navidad, los regalos para todos, y por supuesto, ir a las tiendas a comprarlos, todas las tardes nos salimos para ir a comprar regalos, es la mejor época del año”.

María es la mamá de Claudia, quien le ayuda cuidando a la niña menor de Claudia,  y dice sentirse también muy contenta en esta época en parte porque sus demás hijos con sus familias llegan a su casa para pasar la Navidad todos juntos.

“Espero que este día, mi hijo Miguel que vive en Santa Ana pueda venir con su esposa y sus dos hijos, como casi siempre lo hacen, es algo especial”, anhela la sexagenaria madre.

El vecindario donde vive Claudia es muy organizado, se juntan para organizar una “novena” a la virgen de Guadalupe desde el día 3 de diciembre, que concluye con la fiesta a la virgen guadalupana el 12 de diciembre.

“Cada día, nos juntamos en una casa diferente, para rezar el rosario a la virgen y después, tomas un ponche, o tamales, o lo que la anfitriona ofrece”, y apenas se termina la novena a la virgen de Guadalupe, inician las posadas.

Las posadas son también una tradición católica.

Según esta tradición, María y José, habían subido desde Nazaret, donde vivían hasta la ciudad de Belén, para cumplir con el edicto que el gobernador romano había emitido para que todos los jefes de familia, acudieran a su lugar de origen para ser empadronados.

Cuando José llegó con María embarazada, recorrieron 9 lugares buscando donde pasar la noche, pero no había lugar para ellos hasta que fueron a dar a un corral, donde María daría a luz a Jesús y lo acostaría en un pesebre.

Por eso, las 9 posadas, que inician el día 16 y concluyen la noche del 24 de diciembre.

Claudia como una ferviente creyente católica  asegura que se “organizan para hacer las “posadas ”cada día en un hogar diferente.

“Entonamos los cantos tradicionales, y después, el ponche, algunos días, piñatas, los aguinaldos, pero más importante que todo eso, el poder convivir con todos los vecinos, conocernos, platicar, abrazarnos y poder sentir el amor y la armonía que vienen con la Navidad”, indica Claudia.

FECHA PARA COMPARTIR

Por su parte, Karen, también residente de Oxnard, junto con su familia han asistido a la iglesia evangélica desde que vivían en El Salvador, lugar desde el que salieron debido a la guerra civil del país centroamericano.

“Desde el viernes después del día de Acción de Gracias, sacamos los adornos y en familia, adornamos la casa, después, junto con la familia de mi hermana, repartimos los papelitos para hacer un intercambio de regalos, un regalito sencillo, nosotros no acostumbramos grandes regalos. El regalo más grande es que Jesús haya venido a este mundo para después morir en la cruz y darnos la salvación y la vida eterna”.

Karen asegura que hay otras tradiciones en su familia como por ejemplo, su hija,  desde que era muy pequeñita cada año, saca algunos juguetes y pequeñas cositas que para ella tienen un gran valor, y los envuelve para regalo para darlos a los demás familiares.

“Al principio, a mí me dolía en el corazón que se desprendiera de sus cosas, porque de verdad que eran cosas muy apreciadas por ella, pero luego comprendí que era una cosa muy bonita de su parte, compartir algo que tuviera valor sentimental y no económico, y pensé que sería algo bueno que todos hiciéramos. En vez de gastar dinero que muchas veces ni tenemos, dar algo que de verdad sea importante, y pienso que no hay nada más importante que compartir, pero más en la época de Navidad, que es el amor de Jesús”.

EN SOLEDAD POR AMOR A LA FAMILIA

Sin embargo, por esas cuestiones de la vida y el destino, durante esta época de fiestas de fin de año, no todos tienen la fortuna de compartir con sus seres queridos esta época especial del año.

Prudencio, a mediados del mes de noviembre emprendió un largo viaje que lo situó en la frontera de México y Nuevo México para intentar cruzar a este país.

Apenas hace dos semanas, duró dos días perdido en un pequeño pueblo en Nuevo México, hasta que alguien lo pudo llevar hasta Oxnard para reunirse con sus familiares.

El pueblo natal de Prudencio, en la Sierra de Guerrero, México, cuenta con cerca de 200 personas.

Ahí sólo hay un salón de escuela, donde todos los niños, sin importar la edad, se juntan para que el mismo maestro les de sus “lecciones”, hasta donde puedan aprender.

Hay sólo una toma de agua potable, apenas hay luz eléctrica y un sólo teléfono, es decir es un pueblo remoto y olvidado por las autoridades mexicanas.

Ni siquiera la presidencia municipal tiene un teléfono propio, si alguien llama al presidente municipal, la llamada llega a la caseta y de ahí le avisan al “ciudadano” como la gente local llama al Alcalde.

Prudencio llegó un domingo a Oxnard y el lunes siguiente estaba en los campos de Oxnard, trabajando en los campos de cultivo, tal y como lo hacen sus familiares.

En los días siguientes, la lluvia llegó al sur de California y esa fue la bienvenida para Prudencio, quien siente nostalgia, tristeza, por su familia que dejó en Guerrero.

“Me arrepiento de haberme venido, pero es que en mi pueblo no hay trabajo, no hay oportunidades, todos los hombres jóvenes se vienen para el ‘norte’, pensando que acá se vive mejor, y sobre todo ganando dólares para mandarle a la familia allá, pero duele mucho no tenerlos aquí”, asegura.

Prudencio, de apenas 22 años tiene dos niños y su esposa, esta será la primera Navidad que no van a pasar juntos.

“Los extraño mucho, aunque hablo con ellos casi todas las tardes cuando llego del trabajo, pero siento feo cuando mi niño más grande me dice que ya no trabaje y mejor llegue a la casa para jugar con él, siento muy feo y me dan ganas de llorar, no sé para que me vine”.

Prudencio y los demás familiares planean viajar a Santa María, donde se van a juntar con muchos parientes que viven en dicha ciudad, además otros más que viven en Salinas vendrán llegarán a esa reunión.

“Está bien que nos juntemos, a lo mejor así no voy a sentir tan feo no estar con mis dos hijos y mi esposa, pero esta no va a ser una Navidad feliz”, asegura Prudencio.

Noe tiene ya varios años de vivir en los Estados Unidos, procedente del estado de Puebla, en México, y durante todo el tiempo que ha vivido acá ha estado sólo y al igual que Prudencio, a diario se pregunta si ha valido la pena haber venido a Estados Unidos.

“Si pude mandar dinero para construir nuestra casa allá en México, ya está lista, falta comprar algunos muebles, pero ya mi familia vive allí, y dicen que está muy cómoda, también pude mandar dinero para que mis hijos estudiaran, el más grande ya va a entrar a la universidad, pero me pregunto si ha valido la pena que todos estos años, ellos hayan estado allá y yo acá solo…”, comparte Noe.

Y es que este trabajador padre de familia asegura que en este país siempre ha pasado la noche del 24 sólo, ese día se acuesta temprano, después de hablar con su esposa y su hija.

“Mi hijo casi nunca está en la casa a la hora que llamo y así paso mi Navidad, con nostalgia, con tristeza, con un gran vacío, y lo peor es que ya son muchos años así, ya hasta perdí la cuenta… son 8 o 10 o quizás 11 de no pasar una Navidad en familia, pero no será por mucho tiempo más”, afirma Noe.

Así, la Navidad es más que un tiempo de compartir, intercambiar regalos, de pasarla con amigos, familiares y seres cercanos, ya que en una sociedad tan grande, siempre pueden haber alrededor personas que no tienen a nadie que los haga sentir el calor humano que debe inundar esta época, pero que con un detalle hacía ellos se puede hacer una diferencia en esta Navidad.