Tras el asesinato de Kirk, Trump impulsa transformación republicana sobre la libertad de expresión

Por Redacción
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Trump, en un acto en Arizona, describió a Kirk como un “paladín del debate abierto” y afirmó que la libertad de expresión es “la herencia de cada estadounidense libre”. Su hijo, Donald Trump Jr., agregó que el movimiento conservador busca alejarse de la censura: “Cuando la gente no está de acuerdo con nosotros, no los silenciamos”.

Sin embargo, los elogios se han acompañado de acciones que generan debate. El presidente celebró la suspensión temporal del presentador Jimmy Kimmel tras sus comentarios críticos, y sugirió que algunas cadenas de televisión podrían perder sus licencias si mantenían una línea editorial desfavorable hacia su administración. Estas medidas, aplaudidas por parte de la base republicana, han despertado inquietud entre defensores de las libertades civiles y algunos aliados tradicionales del mandatario.

El círculo cercano de Trump sostiene que su estrategia busca reemplazar lo que denominan “cultura de la cancelación” con una “cultura de las consecuencias”. Según sus defensores, no se trata de censura, sino de exigir responsabilidad a quienes, en su opinión, promueven violencia o difunden lo que consideran “discurso de odio”.

Esa noción, sin embargo, ha despertado críticas. Grupos de derechos civiles y figuras del propio movimiento conservador temen que el concepto de “odio” se use de manera ambigua para castigar a voces críticas o disidentes. Tucker Carlson, ex presentador de Fox News, advirtió que la aplicación de leyes de discurso de odio sería un retroceso para la libertad en Estados Unidos. “Nunca habría un momento más justificado para la desobediencia civil que ese”, dijo en su pódcast.

Las tensiones se reflejan en la manera en que la administración ha abordado a críticos como Kimmel o en declaraciones de funcionarios como Brendan Carr, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC). Carr criticó públicamente a ABC por permitir que el comediante volviera al aire y advirtió que las cadenas podían enfrentar consecuencias regulatorias. Posteriormente matizó sus comentarios, pero su mensaje fue interpretado como una señal de presión política.

El contraste con posturas anteriores de los conservadores es evidente. Durante los gobiernos de Barack Obama y Joe Biden, líderes republicanos denunciaron lo que veían como censura progresista en universidades y redes sociales. Kirk, en vida, construyó gran parte de su influencia al desafiar las restricciones en campus universitarios, denunciando lo que consideraba limitaciones excesivas al debate.

El viraje republicano también se refleja en el terreno judicial y legislativo. Durante el primer mandato de Trump, su administración defendió ante la Corte Suprema a Jack Phillips, un panadero de Colorado que se negó a elaborar un pastel de boda para una pareja del mismo sexo, alegando que la libertad de expresión artística estaba en juego. El tribunal falló a favor de Phillips, reforzando el argumento de que el gobierno no puede obligar a participar en expresiones contrarias a la conciencia de un ciudadano.

Pero tras el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021, y las posteriores sanciones de empresas tecnológicas a Trump y a comunidades en línea afines a su movimiento, la derecha endureció su discurso. Líderes conservadores calificaron de “censura política” la suspensión de cuentas y el cierre de plataformas como Parler, interpretándolo como una amenaza directa a la Primera Enmienda.

Hoy, el panorama parece distinto. La administración Trump y sus aliados han redirigido sus críticas hacia lo que llaman “discurso de odio”, especialmente en universidades y medios que acogen protestas propalestinas o voces críticas hacia el presidente. La fiscal general Pam Bondi sostuvo en una entrevista que “hay libertad de expresión y luego está el discurso de odio”, el cual “debería ser cerrado”. Posteriormente aclaró que se refería a amenazas de violencia, aunque sus declaraciones alimentaron el debate sobre posibles excesos.

El senador republicano Ted Cruz fue uno de los que expresó mayor preocupación, advirtiendo que si los republicanos justifican presiones sobre medios críticos, cuando los demócratas vuelvan al poder podrían aplicar la misma estrategia. “Nos silenciarán”, afirmó en su pódcast semanal.

Turning Point USA, la organización fundada por Kirk, no se ha pronunciado directamente sobre esta evolución en el discurso republicano. Erika Kirk, viuda del activista y actual directora ejecutiva del grupo, defendió la Primera Enmienda como “la más humana de todas” y aseguró que “ningún asesino nos detendrá para proteger esos derechos”.

Mientras tanto, en redes sociales, la base republicana aplaude la línea dura contra medios y figuras críticas. Andrew Kolvet, portavoz de Turning Point, acusó a ABC y a Disney de “ceder” al reinstalar a Kimmel, y advirtió que otras cadenas afiliadas no tenían que tomar la misma decisión.

El debate sobre la libertad de expresión en Estados Unidos se encuentra en una encrucijada. El legado de Charlie Kirk, convertido en mártir del movimiento conservador, ha servido como catalizador para una redefinición republicana que podría marcar el rumbo del discurso político durante los próximos años. Para sus aliados, la defensa de la Primera Enmienda se mantiene como bandera. Para sus críticos, las contradicciones de la nueva narrativa evidencian una instrumentalización de la libertad de expresión para consolidar poder político.