Por Agencias
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El frente opositor recurre al Tribunal Electoral para que sancione al presidente por emitir críticas o descalificaciones en su conferencia ‘mañanera’, en un esfuerzo por limitar su influencia en el proceso electoral y equilibrar la balanza.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, es una máquina de eslóganes políticos.
En el país son fácilmente reconocibles algunas de sus expresiones, a las que ha dotado de un significado que ya, a fuerza de repetición, se ha vuelto un saber colectivo.
La “mafia del poder”, uno de sus conceptos más conocidos, es, según el presidente, el grupo fáctico que conforman los potentados de los negocios y de la política para influir en la toma de decisiones del Gobierno.
El “bloque conservador” está conformado mayoritariamente por los opositores a su Administración, entre los que hay, por supuesto, muchos “fifís”, personas de dinero que desprecian al “pueblo bueno”. López Obrador suele recitar que su triunfo electoral en 2018, tras dos intentos fallidos (en 2006 y 2012), marcó el fin de “la larga noche neoliberal” (periodo que él sitúa en los últimos 35 años) y el inicio de la “Cuarta transformación” del país, concepto con el que el mandatario se ubica al lado de las revoluciones mexicanas. Esa habilidad del presidente —el más popular de los últimos tiempos— para poner etiquetas a la realidad ha entrado en contradicción con criterios recientes de las autoridades electorales, que le han prohibido emitir expresiones que denuesten a la oposición o que enaltezcan su proyecto político desde el púlpito del poder.
López Obrador, que sostiene que “con el pueblo todo, sin el pueblo nada”, ha entrado de lleno en la contienda electoral con el propósito de llevar de la mano a su partido, Morena, para lograr que vuelva a ganar la Presidencia y el Congreso en los comicios del próximo año.
El presidente encabeza todos los días una conferencia matutina de entre dos y tres horas para hablar de los temas más variados, con énfasis, últimamente, en el proceso electoral y los adversarios del Frente Amplio por México, forjado por el PAN, el PRI y el PRD. La oposición ha recurrido al Instituto Nacional Electoral (INE) y al Tribunal Electoral para denunciar a López Obrador por las referencias que ha hecho en su conferencia mañanera en contra del Frente y de sus candidatos potenciales.
Las autoridades electorales han concedido algunas demandas y validado el argumento de que el presidente ha violado los principios de imparcialidad y neutralidad que deben observar los funcionarios públicos; que ha vulnerado la equidad de la contienda electoral, o que ha cometido actos de violencia política de género.
Las prohibiciones del INE y el tribunal han provocado la molestia de López Obrador, que ha hecho duras críticas a los funcionarios electorales.
El más reciente encontronazo sucedió este lunes, cuando el presidente cuestionó una sentencia favorable a la senadora Xóchitl Gálvez, una de las aspirantes favoritas del bloque opositor, que denunció al mandatario por hacer comentarios sobre su persona que podrían encajar en actos de violencia de género.
“[Sus menciones] reproducen patrones y estándares históricos que han colocado a la mujer siempre por debajo de los intereses y estrategias de los hombres”, ha señalado la legisladora. López Obrador negó las acusaciones, acusó a las autoridades de tergiversar sus palabras y dedicó media hora de su conferencia a explicar sus dichos.
El mandatario ha señalado algunos ejemplos que, ha sostenido, muestran que no dijo lo que las autoridades afirman que dijo.
En su mañanera proyectó diapositivas en las que, de un lado, colocó extractos de la sentencia del Tribunal Electoral con los dichos sancionables, y del otro puso las frases que, según él, sí expresó. Ejemplo 1 de los dichos de López Obrador, según el tribunal: “[Gálvez] fue elegida por un grupo de hombres que la han impuesto”; los dichos López Obrador, según él mismo: “No es como en el flanco derecho, ahí ya eligieron los de arriba, Diego [Fernández de Cevallos], [Vicente] Fox, [Carlos] Salinas, etcétera, y los medios, ya eligieron a la señora Xóchitl [como candidata], eso ya está resuelto, fue una consulta que hicieron en lo oscurito a los de arriba, el gerente del bloque conservador, Claudio X. González, y ya impusieron a la señora Xóchitl”.
Ejemplo 2 de los dichos de López Obrador, según el tribunal: “La van a utilizar para engañar al pueblo”; lo que dijo el presidente, según él mismo: “La escogieron porque piensan que van a engañar con una mujer que nace en un pueblo de Hidalgo y que habla de manera coloquial, directa, dice groserías”.
El presidente ha cargado contra los magistrados por lo que consideró una manipulación de sus expresiones reales.
“Esta resolución muestra de cuerpo entero, exhibe a los integrantes del Tribunal Electoral, porque mienten, calumnian, actúan de manera falsaria, son capaces hasta de alterar mis expresiones, mis palabras, ¡imagínense qué clase de jueces, árbitros, se tiene en este Tribunal Electoral!”, ha dicho.
Acto seguido, el mandatario se ha dedicado a relanzar sus críticas hacia Gálvez, pasando por encima de los señalamientos de violencia política de género. “Miren lo que supuestamente dije para juzgarme como responsable de violencia política de género”, ha sostenido. “Le quitaron toda la esencia y también la forma, la forma sobre todo, que es fondo”. E igualmente ha vuelto a la carga el mandatario: “¿No es Fox la señora Xóchitl Gálvez? Si no estoy mintiendo: la señora es Fox. Claro, en términos políticos”, ha dicho.
López Obrador ha afirmado que para no hacerse acreedor a más sanciones ya no llamará a Gálvez por su nombre, y en cambio valoró referirse a ella como “señora” o “persona”.
La regulación impuesta a los políticos en el plano del lenguaje, de lo que pueden expresar y en qué momentos pueden hacerlo, es una materia escurridiza que provoca constantes confrontaciones. Y también impone un reto a las autoridades, que deben estar atentas a las estrategias de los políticos para dar la vuelta a las prohibiciones.
Recientemente, el presidente creó una nueva sección de su mañanera, titulada “No lo dije yo”, para poder hacer comentarios de corte político y electoral, según él, en palabras de otros.
Otro caso ejemplar sucedió en el marco de las elecciones de 2018, cuando el tribunal prohibió a los candidatos de Morena hacer referencia al nombre de López Obrador durante el periodo de veda electoral. Ante las restricciones, los políticos comenzaron a usar la frase “ya sabes quién” para aludir al líder izquierdista sin mencionar su nombre.
Con esta fórmula pudieron durante un tiempo anclarse a López Obrador sin incurrir en infracciones, hasta que las autoridades concluyeron en junio pasado que esa frase aludía inequívocamente a la persona del dirigente.
El vaivén de las prohibiciones
La regulación del lenguaje y los símbolos también ha derivado en resoluciones que han sido criticadas como excesivas. Recientemente, a raíz de quejas promovidas por la oposición, el Tribunal Electoral ha prohibido el comercio de muñecos de peluche de López Obrador en eventos de campaña de los aspirantes a algún cargo en 2024.
La autoridad ha considerado que la alusión a la figura del presidente beneficia a los aspirantes y que esas mercancías deben contabilizarse como gastos de precampaña o campaña. Esta decisión es relevante porque si un aspirante rebasa el tope de gastos fijado puede perder el derecho a registrar su candidatura y quedar inhabilitado para participar en los comicios.
Luis Miguel Carriedo, especialista en asuntos electorales, afirma que la facultad de las autoridades electorales de regular los mensajes políticos y el habla de los funcionarios surgió de la reforma política de 2007, tras unos comicios en los que se documentó una fuerte campaña de medios y empresarios en contra de López Obrador (entonces el candidato presidencial fue calificado machaconamente como “un peligro para México”).
El nuevo modelo de comunicación política restringió la compra de espacios en radio y televisión, las campañas anticipadas y la promoción personalizada de los funcionarios en los mensajes gubernamentales.
También se prohibió en los anuncios electorales la denigración o la calumnia de los políticos. Carriedo señala que, aunque se han establecido elementos básicos en la ley, las expresiones sancionables son variables y están muy sujetas a la presión de los partidos y a la interpretación de las autoridades.
“Yo creo que el problema no son tanto las reglas, sino la consistencia de los criterios en el actuar de las autoridades electorales y también en las estrategias de partidos”, señala en entrevista. “Todos esos criterios han ido volviendo muy farragosa la regulación en materia electoral. La sustancia de la reforma de 2007, que era evitar que poderes fácticos determinaran quién tenía derecho a salir en medios, o que los gobiernos metieran las manos de una manera indebida con los recursos públicos, o que alguien se promocionara para afectar a adversarios, se ha convertido, ya en su aplicación, en una regulación y criterios que hacen muy complicado el arbitraje en materia de las elecciones”, agrega el especialista.
López Obrador ha sostenido que la labor de un dirigente político es hacer pedagogía. Metido en ese papel, el mandatario no solo ha conformado el conjunto de conceptos sobre el que sostiene que movimiento y que describen su visión del mundo.
También ha dicho que quiere crear un “diccionario” de términos que pertenecen a la sintaxis del neoliberalismo y cuya función es encubrir la realidad o confundir al pueblo. Según López Obrador, los asesores de imagen contemporáneos suelen recomendar a los políticos que son sus clientes que adopten esas expresiones.
En varias de sus conferencias el mandatario ha criticado el término de resiliencia para referir a la capacidad de los territorios de adaptarse a los cambios; o el uso de la palabra empatía en vez de simpatía, o de holístico en lugar de integral, incluso ha cuestionado el concepto de cambio climático.
Recientemente, el presidente también criticó el término sororidad, alusivo a la solidaridad entre las mujeres en la teoría feminista. López Obrador intentó pronunciar varias veces la palabra antes de acertar: dijo “soloridad” y “sonoridad”. “Imagínense, yo no alcanzo a decirlo”, explicó.