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El aullido de los amos de las noches de luna llena

Por Luis. A. Cervantes
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La década de los años 20´s corría, el polvoriento camino que conducía a una pequeña ranchería del estado de Chiapas, México,  ahí tres  amigos montados a caballo recorrían después de haber asistido a las Fiestas de San Cristóbal.

A pesar de que ya pasaba de la media noche, aquellos jinetes contaban con buena visibilidad, pues la luz de una radiante luna llena, iluminaba y guiaba su andar, pero de pronto, sin motivo aparente, los caballos empezaron a frenarse y a relinchar, ni la cuarta de sus amos conseguía hacerlos avanzar.

Un  fiero rugido antecedió a un sonoro y escalofriante aullido, los caballos broncos tiraron al suelo a sus jinetes, quienes confundidos y algo asustados, desenfundaron sus machetes, y empezaron a buscar a la bestia causante del alboroto.

De poco sus armas les sirvieron, Juan fue el que murió primero, cuando por la espalda una poderosa garra lo atravesó, para arrancarle literalmente el corazón.

Jorge y Fermín, no daban crédito a lo que sus ojos veían, una enorme bestia caminando en dos patas, el corazón de su amigo de un bocado se tragaba.

Fermín fue la segunda víctima, su intento de huida fue frustrado, por una poderosa mordida, que le desgarro el estómago y casi lo partió en dos.

Jorge paralizado por el miedo, permanecía inmóvil frente a la roja mirada del demonio canino, que a paso lento se le acercó para tratar de desgarrarle el pecho.

Cuando la bestia acercó su garra al pecho de Jorge, una fuerte quemadura fue lo que recibió, pues se encontró con un crucifijo de plata. 

La bestia ahora aullaba pero de dolor, situación que el muchacho aprovechó para con su machete cercenarle una pata a su agresor. 

La bestia herida salió huyendo despavorida, para perderse entre la espesa vegetación.

Jorge tomó la pata y montó su caballo para regresar a San Cristóbal, a la comandancia municipal, para informar lo sucedido.

Cuando llegó ya había amanecido, y lo que presentó al comandante no era una pata de lobo, era un brazo humano, por lo cual se concluyó que él era el causante de la muerte de sus amigos, así que fue sentenciado a ser fusilado.

Meses más tarde fue encontrado en lo  profundo del bosque, el cadáver del viejo brujo del pueblo vecino, el cuerpo estaba casi intacto sólo le faltaba un brazo.

Las leyendas de los hombres lobos, no son exclusivas de México, en Paraguay y Argentina el pueblo guaraní habla de una bestia, al cual llaman El Lobisón (el 7º hijo barón de una familia).

Los registros históricos se remontan a las antiguas mitologías protoindoeuropeas durante la edad del Hierro, y a la antigua Grecia, siglos antes de Cristo, cuando Licaón, Rey de Arcadia dio de comer carne humana a Zeus, y por esa acción fue castigado a  convertirse en Lobo en las noches de luna llena y alimentarse con carne humana.

También se cuenta la historia de un hombre arcadio llamado Damarco de Parrasia, que se convirtió en lobo después de probar las entrañas de un niño humano sacrificado a Zeus.

En la Inglaterra victoriana la gente aseguraba y juraba que los licántropos eran seres reales, en Francia existe el registro de los ataques de la bestia de Gévaudan, que aterrorizó el área del centro sur de Francia entre los años 1764 y 1767, donde mató a más de 80 hombres, mujeres y niñ@s.

Los hombres lobo son descritos de diferentes formas, la transformación puede ser permanente o temporal, provocada por la luna llena, una maldición o la mordedura de otro hombre lobo. 

Dicen que es posible matarlo con cualquier tipo de arma que este hecha de plata pura (el metal de la luna), y si lo que quieres es hacer que se elimine la maldición, lo que el lobo tiene que lograr, es resistir la tentación y no consumir carne humana durante 7 transformaciones.

Sea que creas o no, acostumbra llevar en tu pecho un crucifijo de plata y evita transitar por lugares apartados en las noches de luna llena.