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“Queremos a Kobe”: ¿impidió Phil Jackson un hito histórico?

Por Agencias
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De todos los hitos históricos de la NBA, es posible que el de los 100 puntos logrados por Wilt Chamberlain el 2 de marzo de 1962 sea el más difícil de batir. Al menos, en términos generales, sin ir a esos datos específicos que merodean por las redes sociales y que permite a cualquiera defender según qué tipo de narrativa. Es el más extraordinario de todos, el más llamativo (también tiene el de rebotes, con 55, que parece igual de intocable), para un hombre que coleccionó récords de forma ingente y sostenida y que sigue siendo hoy, 25 años después de su muerte, dueño de un gran puñado de ellos. Es lo que tiene un gigante de sus características, capaz de luchar contra todos menos contra Bill Russell y que no paró de producir estadísticas y de llenar su vitrina de trofeos individuales durante toda su carrera en la mejor Liga del mundo: siete títulos de Máximo Anotador, 11 de Máximo Reboteador, cuatro veces MVP de la temporada, una de las Finales, otra del All Star… Y dos anillos, uno con Philadelphia Warriors y otro con Los Angeles Lakers. Espectacular.

Todo ello fue lo que definió a Chamberlain y encumbró su leyenda. Pero, por mucho que ganara, los 100 puntos anotados contra los Knicks serán siempre lo primero que se le viene a cualquiera a la cabeza al hablar de él. Un partido alrededor del cual se han establecido teóricas conspiratorias y conclusiones casi masónicas, del que no hay imágenes por televisión (apenas algún vídeo de los mejores momentos o con extractos de fotos incrustadas, pero nunca todas las canastas ni el partido entero) y que sólo podemos encontrar en la hoja de estadísticas. Hay quién dice que en realidad nunca lo consiguió y que fue una táctica de la NBA para aumentar el interés por la Liga. Pero el dato es ese y la competición norteamericana siempre lo ha reconocido: a los tres dígitos en puntos hay que añadir 25 rebotes, 2 asistencias (entonces no se contabilizaban robos y tapones), un 36 de 63 en tiros de campo (tampoco había triples, aunque Chamberlain no era precisamente un lanzador exterior) y un 28 de 32 en tiros libres, la estadística diferencial que fue una tortura durante toda su carrera pero que funcionó entonces y le permitió alcanzar la ansiada (y buscada) centena.

Nadie jamás se ha acercado a dicha cifra. Es más, ni siquiera se han llegado a los 90 puntos. Hay alguien que alcanzó los 80, concretamente 81, el 22 de enero de 2006. Fue, claro, Kobe Bryant, que tiene el privilegio de haber logrado la anotación más alta lograda de la que hay imágenes. Por encima de los 70 hay 12 actuaciones, con cuatro más de Chamberlain. También han superado esa cifra David Thompson (73), Luka Doncic (73), Elgin Bayron, David Robinson, Donovan Mitchell, Damian Lillard (todos ellos con 71), Devin Booker (70) y muy recientemente Joel Embiid. Michael Jordan se quedó en 69. Ahí se acaba la lista: nueve jugadores que han llegado a esos topes, cuatro de ellos en el siglo XXI. Y algo que, al final no está pensado y surge en una de esas noches mágicas en las que, de repente, el público de plantea hasta donde puede llegar un jugador determinado. Y si dicho récord, el más grande de siempre, puede ser batido.

Eso ocurrió un ya lejano 20 de diciembre de 2005. Los Lakers estaban en una situación complicada. Phil Jackson había regresado a los banquillos angelinos tras un año sabático, el que vino después de la ruptura del matrimonio entre Shaquille O’Neal, que puso rumbo a los Heat, y Kobe Bryant. Las desavenencias hicieron una mella enorme en la pareja, un amor imposible que nos dio a uno de los mejores dúos de la historia y que dejó un legado, en ocho temporadas, de tres anillos y cuatro Finales. Eterno. Pero en su primera temporada sin Shaq, los Lakers se quedaron fuera de playoffs, una tortura absoluta para Kobe, que prometía 10 anillos en su juventud y comprendía lo complicado que iba a ser sumar otro. Se reconcilió parcialmente (hasta 2009 no lo hizo de forma total) con Phil Jackson, que siempre se puso más de parte del pívot. Y el entrenador, que se hacía cargo de una plantilla muy justa, intentó instaurar poco a poco el triángulo ofensivo con Tex Winter a su vera. Y, hasta que lo lograra del todo, pidió a Kobe que se soltara. Y éste no dudo en hacerlo. Y de qué manera…

Los Lakers se enfrentaban a los Mavericks. Venían de caer ante los Rockets de Tracy McGrady y Kobe de echar una bronca tremenda a Lamar Odom y Kwame Brown por permitir una bandeja de la estrella texana a pocos segundos del final que inclinó la balanza. Mientras que Jackson hacía gala de su consabida verborrea en rueda de prensa y metía caña a la Mamba Negra, asegurando que había estado titubeante en la defensa contra David Wesley, base rival. Kobe llegaba hastiado: a nadie le gustaba perder, pero a él menos todavía. Llegaban al encuentro ante los Mavericks con un récord de 13-11, sensaciones contradictorias y mucha dependencia de su estrella. No era para menos. La plantilla, por decirlo suavemente, era justa: Smush Parker, el mencionado Brown, Luke Walton, un joven Sasha Vujacic, Chris Mihm… Sólo Odom daba la talla, y a ramalazos, mientras que Devean George era el único superviviente, junto a Kobe, de los tres anillos que habían conquistado junto a Shaq.

A Kobe no le quedaba otra que tirar del carro. Los Lakers habían sumado siete victorias en ocho partidos antes de caer ante los Rockets y el escolta no quería que se hundieran. Los Mavs, que llegaban como colíderes de la Conferencia Oeste junto a los Spurs, un récord de 18-6 y esperanzas de un anillo que nunca habían logrado. Dirk Nowitzki lo quería, lo deseaba. Y casi lo consiguieron: fue la temporada en la que llegaron a las Finales y cayeron ante los Heat, en el retorno de Pat Riley, el cuarto anillo de Shaq (para tortura de Kobe) y Dwayne Wade disfrazado de Michael Jordan. Eso era otra historia: los Mavs llegaban volando a ese partido y se esperaba una victoria fácil. Al fin y al cabo, los Lakers eran predecibles y sólo tenían que centrarse en perturbar a Kobe lo suficiente. Sin embargo, nadie pudo frenar al escolta esa temporada, una en la que se fue a 35,4 puntos, 5,3 rebotes y 4,5 asistencias, Máximo Anotador, ignorado para al MVP de la temporada (le pasó en más de una ocasión), pero miembro del Mejor Quinteto y del Mejor Quinteto Defensivo. Superó los 40 puntos en 21 ocasiones, las mismas que los 20. Los 30, en 29. Sólo se quedó por debajo de la veintena tres veces. Y sumó 6 partidos por encima de los 50 tantos.

Ante los Mavs fue uno de ellos. Anotó 15 en el primer cuarto (7 de 8 en tiros de campo) y 17 en el segundo, en el que los Mavs se volvieron más agresivos en defensa ante la imposibilidad de frenarle. Pero cuando explotó verdaderamente fue en el tercero: 30 puntos con 7 de 13 en el lanzamiento, 2 de 6 en triples y 14 de 16 desde la personal. El parcial para los Lakers sentenció el choque (42-17, para un 95-61 total) y el Staples explotó de júbilo. Kobe cerró el periodo con un triple que el público jaleó como una canasta ganadora. En esos 12 minutos, lanzó a canasta cada 21 segundos y repartió 0 asistencias, las mismas que en el resto del duelo. Eran 62 puntos, más que todos los Mavs de forma combinada. Cuando Chamberlain anotó 100 puntos en 1962, llevaba 69 al fin del tercer cuarto (169-147 para los Warriors) y no paró un minuto. La plusmarca de Jordan, 69 a los Cavaliers, 1990, fue tras prórroga. Y los 63 anotados en Boston, los del “he visto a Dios disfrazado de jugador de baloncesto”, tras dos prórrogas. Kobe hizo su mayor marca entonces, superada por los 81 un mes después ante los Raptors, en 32:53 minutos.

Kobe no volvió a jugar. Finalizó con 18 de 31 en tiros de campo, 4 de 10 en triples y 22 de 25 en tiros libres. Pero Phil Jackson no le volvió a introducir en la rotación debido a la abultada ventaja con la que contaban los angelinos. El Staples, con Rick Fox (excompañero de Kobe) en primera fila y a la cabeza de los gritos, jaleaba el “queremos a Kobe” sin cesar. Lo mismo hacía Pamela Anderson. Pero no volvió: “No había razón”, dijo el escolta, que también aseguró que Jackson le había dado carta blanca. Otros apuntan a que fue el entrenador el que no quería que superara los 69 de Jordan. De una forma u otra, le sirvió para descansar, aunque fueron muchos los que elucubraron sobre cuál sería la cifra a la que podría haber llegado Kobe esa noche. ¿Los 70? ¿Los 80? ¿Incluso los 90? Nadie lo sabe. Un mes después, conseguiría la segunda anotación más alta de la historia de la NBA. Pero, ¿qué podría haber ocurrido realmente esa noche ante los Mavs? Y, ¿de quién fue la culpa de que Kobe no jugara en el último cuarto? Preguntas, preguntas y más preguntas. Pero sin respuesta, claro.