Trump defiende los aranceles como su herramienta de poder exterior mientras la Corte Suprema evalúa sus límites

Por Redacción
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Durante su segundo mandato, Trump ha utilizado los impuestos a la importación no solo como una herramienta comercial, sino también como una forma de ejercer influencia política sobre gobiernos aliados y adversarios. Los ha aplicado para exigir ceses al fuego, frenar flujos migratorios, castigar decisiones judiciales en otros países e incluso responder a un anuncio televisivo que lo irritó.

Esta semana, la Corte Suprema de Estados Unidos escuchará los argumentos sobre si el presidente ha excedido los límites de la ley federal al utilizar los aranceles bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA). Un fallo adverso podría poner en riesgo una de las bases de su estrategia exterior.

Trump ha calificado el caso como “uno de los más importantes en la historia del país” y advirtió que un fallo en su contra sería un “desastre”. Incluso ha insinuado que podría asistir personalmente a la audiencia, algo poco común para un presidente en funciones.

El Departamento de Justicia ha defendido la legalidad de los aranceles, argumentando que forman parte del poder ejecutivo sobre los asuntos exteriores, un ámbito donde los tribunales suelen mostrar deferencia hacia el presidente.

Sin embargo, dos tribunales federales inferiores y la mayoría de la Corte de Apelaciones del Circuito Federal dictaminaron que Trump se excedió en sus atribuciones. Según los jueces, la Constitución otorga al Congreso —no al presidente— la potestad de establecer impuestos a la importación.

Aun así, los magistrados permitieron mantener las medidas mientras la Corte Suprema estudia el caso. Trump ha seguido usándolas como una forma de presión política, tanto para negociar como para castigar.

Para Trump, la rapidez y el impacto de los aranceles los convierten en una herramienta ideal. En lugar de recurrir a sanciones financieras o procesos diplomáticos prolongados, firma órdenes ejecutivas o lanza advertencias en redes sociales, como ocurrió en octubre cuando amenazó con nuevos impuestos a Canadá tras un anuncio televisivo antiarancelario emitido en Ontario.

“Los presidentes han tratado típicamente los aranceles como un bisturí, no como un mazo”, señaló Josh Lipsky, exasesor económico de la Casa Blanca bajo Barack Obama y actual presidente de economía internacional del Atlantic Council. “Trump los ha convertido en la columna vertebral de su política exterior”.

El mandatario ha usado los aranceles como palanca de negociación en conflictos globales. Este año, por ejemplo, amenazó con un gravamen del 30% a las importaciones europeas, lo que llevó a la Unión Europea a aceptar un acuerdo con tarifas del 15% a cambio de mantener el apoyo de Washington a la OTAN y a Ucrania frente a Rusia.

El comisario europeo de Comercio, Maroš Šefčovič, defendió el pacto diciendo que “no solo trata sobre comercio, sino sobre seguridad y Ucrania”. Sin embargo, varias empresas y gobiernos europeos criticaron el acuerdo por considerarlo una cesión excesiva.

Para analistas, esta estrategia ha redefinido las relaciones de Estados Unidos con el mundo, pero también ha generado tensiones y costos económicos. Los países afectados han respondido con medidas proteccionistas y, en algunos casos, estrechando lazos con China, que se presenta como defensora del libre comercio.

En el plano interno, muchas compañías estadounidenses han trasladado los costos de los aranceles a los consumidores, mientras otras esperan la resolución judicial antes de ajustar precios o cadenas de suministro.

Kilcrease, ahora directora del Center for a New American Security, considera que el caso ante la Corte Suprema no es claro. “Existe una buena posibilidad de que el tribunal respalde a Trump”, señaló, dado que la IEEPA le otorga al presidente “poderes amplios y flexibles durante emergencias nacionales”.

La Corte Suprema, que en el pasado ha sido reticente a limitar los poderes ejecutivos de Trump, enfrenta ahora una decisión que podría tener implicaciones globales. Si el tribunal restringe su autoridad, gobiernos extranjeros podrían replantearse los acuerdos comerciales alcanzados con Washington, lo que añadiría incertidumbre a las relaciones internacionales.

No obstante, incluso un fallo adverso no eliminaría la herramienta de los aranceles. “Ciertamente no los saca de la mesa”, advirtió Kilcrease. “Solo los hace un poco más lentos”.

Mientras tanto, Trump continúa defendiendo los aranceles como una expresión de soberanía económica. “Estados Unidos no será manipulado por nadie”, dijo en una reciente declaración. “Mis políticas protegen nuestros empleos, nuestra seguridad y nuestra independencia”.