Trump y Putin se reúnen en Alaska en cumbre que podría redefinir la guerra en Ucrania

Por Redacción
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La llegada de los mandatarios estuvo acompañada de un despliegue visual cuidadosamente planificado: un escenario con el lema “Alaska 2025” flanqueado por aviones de combate estacionados, alfombra roja y militares de uniforme en posición de firmes. En el cielo, aeronaves B-2 y F-22, emblemas de la estrategia de disuasión estadounidense durante la Guerra Fría, sobrevolaban la zona en una demostración de fuerza y memoria histórica.

Trump y Putin ya han compartido saludos formales en otras ocasiones, pero este apretón de manos está siendo analizado minuciosamente, tanto por expertos en lenguaje corporal como por medios internacionales que buscan pistas sobre el tono que podría tomar la reunión. La Casa Blanca informó que el formato inicial de un cara a cara se transformó en una mesa de tres contra tres, con la inclusión del secretario de Estado Marco Rubio y el enviado especial Steve Witkoff, en un gesto que recuerda la cautela adoptada tras la experiencia de 2018 en Helsinki, cuando ambos líderes conversaron durante dos horas a solas con intérpretes.

El Kremlin, por su parte, anunció que la agenda incluye una reunión plenaria de las delegaciones y conversaciones durante un almuerzo de trabajo. Posteriormente, está prevista una conferencia de prensa conjunta, aunque sin preguntas abiertas, lo que ha generado especulaciones sobre la naturaleza de los acuerdos que puedan alcanzarse.

Para Trump, la cumbre representa una oportunidad de proyectarse como un pacificador global y un negociador capaz de poner fin a la guerra, una promesa que ha repetido en campaña. Sus aliados lo describen como un “cerrador de acuerdos” que podría lograr en semanas lo que las potencias occidentales no han conseguido en más de tres años de conflicto.

Putin, en cambio, ve en el encuentro la ocasión de consolidar los avances militares rusos en el este de Ucrania, bloquear la entrada de Kiev en la OTAN y devolverla a la órbita de influencia de Moscú. Sin embargo, la ausencia del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy y de líderes europeos clave ha encendido las alarmas en el bloque occidental. Analistas advierten que excluir a Ucrania de las negociaciones iniciales contradice la política de “nada sobre Ucrania sin Ucrania” y podría derivar en un acuerdo no aceptado por Kiev.

El riesgo político para Trump es alto. Invitar a Putin a suelo estadounidense —un territorio que, irónicamente, fue comprado a Rusia en 1867 por aproximadamente dos centavos por acre— podría interpretarse como un acto de legitimación hacia un líder aislado internacionalmente desde la invasión de 2022. El gesto se produce mientras persisten profundas diferencias sobre los términos para un alto el fuego. Moscú insiste en que cualquier cese de hostilidades esté condicionado a que Occidente detenga el suministro de armas a Ucrania y a que Kiev congele su movilización militar, exigencias que han sido rechazadas por el gobierno ucraniano y sus aliados.

Trump reconoció días antes que existe un 25% de posibilidades de que la cumbre fracase, pero planteó que, en caso de éxito, invitaría a Zelenskyy a Alaska para una reunión tripartita. Aun así, ha expresado escepticismo sobre un cese del fuego inmediato, inclinándose por un acuerdo más amplio que incluya concesiones territoriales, una postura que se alinea con la posición rusa de resolver el conflicto de manera integral y no mediante pausas temporales en la lucha.

El simbolismo de celebrar la cumbre en Alaska no ha pasado desapercibido. El estado, adquirido a Rusia hace más de 150 años, ha sido históricamente un punto estratégico por su cercanía geográfica con Siberia y su valor militar en tiempos de tensión global. El despliegue de aviones B-2 y F-22 durante la llegada de los mandatarios evocó los días más duros de la Guerra Fría y sirvió como recordatorio de que, aunque hay una mesa de diálogo, las tensiones militares permanecen.

Putin aprovechó el trayecto hacia Estados Unidos para realizar una escala en Magadan, en el extremo oriental ruso, donde visitó una planta de producción de aceite de pescado omega-3. Según el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, el presidente revisó en vuelo documentos sobre la situación en Ucrania, las relaciones con Washington, la cooperación económica y otros asuntos de política internacional.

Trump, por su parte, utilizó sus redes sociales para advertir que “mucho está en juego”, y adelantó que su mensaje a Putin incluirá “consecuencias muy severas” si Rusia no acepta poner fin al conflicto. Sin embargo, también señaló que será Ucrania la que “tenga que tomar la decisión final” sobre cualquier concesión, insinuando que espera una postura flexible de Zelenskyy.

Expertos en diplomacia advierten que el formato limitado de la cumbre, sin participación directa de Ucrania ni de observadores europeos, podría reducir las posibilidades de un acuerdo que cuente con un respaldo amplio.

El panorama se complica por la brecha entre las posiciones de Moscú y Kiev. Mientras Rusia exige garantías de seguridad que limiten permanentemente la capacidad militar ucraniana, el gobierno de Zelenskyy insiste en la retirada total de las tropas rusas como condición para cualquier paz. Este choque de posturas ha impedido que prosperen mediaciones anteriores, incluso con el respaldo de potencias neutrales como Turquía y Brasil.

El cierre de la cumbre en Alaska podría no ofrecer anuncios inmediatos, pero marcará el inicio de un nuevo ciclo diplomático en el que Washington y Moscú midan hasta dónde están dispuestos a ceder. Para Trump, el resultado podría definir no solo el rumbo de la guerra, sino también su legado como presidente. Para Putin, representa una oportunidad de romper su aislamiento y fortalecer su narrativa interna de que Rusia sigue siendo un actor clave en el tablero mundial.