Cómo la amistad entre Trump e Infantino está moldeando el Mundial

Por Redacción
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En julio pasado, mientras Chelsea derrotaba 3-0 al Paris Saint-Germain en la final del Mundial de Clubes en el estadio MetLife de Nueva Jersey, Trump e Infantino se reunieron para discutir un tema clave: el lugar del sorteo oficial del próximo Mundial. Lo que inicialmente parecía una reunión informal terminó con un acuerdo que trasladó el sorteo de Las Vegas —la opción más esperada— a Washington D.C., sede de la Casa Blanca y símbolo del poder político estadounidense.

El sorteo, programado para el 5 de diciembre en el Centro Kennedy, refleja la creciente influencia del presidente Trump sobre los preparativos del evento deportivo más visto del planeta. También pone en evidencia la estrecha relación que ha construido con Infantino, a quien Trump describe como “probablemente el hombre más respetado en los deportes”.

Aunque Trump siempre ha mostrado afinidad por el golf y el fútbol americano, su interés por el fútbol (soccer) se fortaleció durante su primer mandato, impulsado en parte por su hijo menor, Barron, un apasionado del deporte. El entusiasmo del mandatario creció aún más cuando, en 2018, Estados Unidos fue seleccionado como anfitrión del Mundial de 2026.

Poco después de ese anuncio, Trump invitó a Infantino a la Casa Blanca, donde comenzó una relación que se consolidaría con el paso de los años. Ambos se reunieron nuevamente en 2020 durante el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, donde Infantino llamó al entonces presidente estadounidense “mi gran amigo”. Trump, complacido con el gesto, lo invitó a participar en la ceremonia de firma de los Acuerdos de Abraham, una de las iniciativas diplomáticas más emblemáticas de su administración.

La cercanía entre ambos no es un fenómeno aislado. A lo largo de su gestión, Infantino ha cultivado lazos con los líderes de los países anfitriones del Mundial, como lo hizo con el presidente ruso Vladimir Putin en 2018 y con las autoridades qataríes antes del torneo de 2022. En ambos casos, el dirigente de la FIFA adoptó posturas favorables hacia gobiernos señalados por violaciones a los derechos humanos, en un intento por asegurar la cooperación política y logística que requiere un evento de tal magnitud.

Ahora, con Trump nuevamente en la Casa Blanca, la alianza promete ser más visible que nunca. Infantino ha descrito su relación con el mandatario estadounidense como “crucial para el éxito del Mundial”, subrayando que la organización del torneo depende de una estrecha coordinación con los gobiernos federales, estatales y locales.

Durante la administración de Joe Biden, el vínculo entre Washington y la FIFA fue mucho más distante. Infantino solo sostuvo un breve encuentro con el presidente demócrata en la cumbre del G20 en Bali, en 2022, y una reunión con Douglas Emhoff, esposo de la vicepresidenta Kamala Harris, durante la Copa Mundial Femenina de 2023.

De acuerdo con un exfuncionario de la administración Biden, los preparativos para el Mundial se mantuvieron “discretos por diseño”. La Casa Blanca evitó publicitar reuniones con la FIFA o con Trump, quien seguía siendo una figura polarizadora. Además, los asesores de Biden eran conscientes de las sensibilidades postpandemia y de la necesidad de no eclipsar el papel de la Federación de Fútbol de Estados Unidos.

Sin embargo, el panorama cambió drásticamente con la reelección de Trump el año pasado. Desde entonces, Infantino ha intensificado su cercanía con el mandatario. Lo felicitó públicamente al día siguiente de las elecciones, lo visitó en Mar-a-Lago durante la transición presidencial y asistió a su toma de posesión en enero.

Durante un sorteo de la Copa Mundial de Clubes en Miami, Trump envió un mensaje grabado en el que calificó a Infantino como un “ganador” y destacó su “visión excepcional para el deporte”. Su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner asistieron al evento en representación de la familia presidencial, reforzando la percepción de una colaboración personal y política entre ambas figuras.

El vínculo entre Trump e Infantino ha generado tanto elogios como controversias. En su más reciente encuentro en la Oficina Oval, el 22 de agosto, Infantino sorprendió incluso a algunos funcionarios de la FIFA al obsequiar al presidente una réplica de oro del trofeo de la Copa Mundial.

Aunque se trataba de una réplica ceremonial, el gesto fue interpretado como una muestra de favoritismo, ya que ni la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ni el primer ministro canadiense, Mark Carney —los otros dos líderes de naciones anfitrionas— recibieron un trato similar. “Fue visto como un desaire a la tradición de la FIFA, donde el trofeo simboliza la unidad global del fútbol, no la propiedad individual”, explicó un funcionario de la organización bajo condición de anonimato.

Un portavoz de la Casa Blanca aseguró que el trofeo permanece en posesión del gobierno estadounidense, aunque evitó ofrecer detalles sobre si será exhibido públicamente.

Para algunos analistas, este tipo de gestos confirman el intento de Trump por asociar su imagen con el evento deportivo más importante del planeta. “El Mundial de 2026 será más que un torneo; será un escenario político global donde Trump intentará proyectar liderazgo y restaurar la influencia de Estados Unidos”, dijo el politólogo deportivo Mark Dempsey, de la Universidad de Georgetown.

A menos de un año del sorteo, la relación entre Trump e Infantino sigue fortaleciendo una narrativa donde política, poder y fútbol se entrelazan. Con Washington como sede del sorteo y el estadio MetLife como escenario de la final, la Copa Mundial de 2026 promete no solo ser un evento deportivo histórico, sino también un escaparate político sin precedentes.