
Por Max Vásquez
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Después de casi 30 años interpretando a Ethan Hunt, Tom Cruise regresa una vez más al papel que definió su carrera con Mission: Impossible — The Final Reckoning, una entrega que pretende cerrar la saga con ambición, drama y, por supuesto, espectaculares secuencias de acción.
Pero en su afán por atarlo todo, la franquicia parece perder parte del encanto que la hizo única.
Desde sus primeras escenas, esta nueva entrega presenta a un Ethan Hunt rodeado de una devoción casi religiosa.
Ya no es solo un agente imparable; ahora es una especie de salvador mundial, reverenciado incluso por antiguos escépticos como la presidenta de Estados Unidos, interpretada con firmeza por Angela Bassett.
A su alrededor, antiguos enemigos se convierten en aliados y los peligros adquieren dimensiones existenciales.

El nuevo enemigo no es una organización terrorista ni un villano carismático, sino una inteligencia artificial llamada “La Entidad”, capaz de manipular gobiernos y desatar una catástrofe global.
La película sugiere que esta amenaza ha estado presente desde el inicio de la saga, una revelación que, aunque ambiciosa, suena más a una decisión reciente que a un plan maestro largamente gestado.
Esa necesidad de conectar todas las entregas anteriores se siente innecesariamente forzada.
Durante su primera hora, Final Reckoning se apoya en largos diálogos expositivos, escenas retrospectivas frenéticas y una atmósfera de solemnidad que no le sienta bien a una serie que brillaba más cuando no se tomaba tan en serio.
Personajes como Paris (Pom Klementieff), que antes aportaban energía caótica y frescura, ahora son sombras de sí mismos.
Lo mismo ocurre con muchos secundarios atrapados en líneas de diálogo genéricas y situaciones forzadas.
Y sin embargo, cuando la acción por fin arranca, todo cobra sentido.
Bajo la dirección de Christopher McQuarrie, quien ya ha comandado tres entregas anteriores, la película ofrece dos secuencias que merecen aplausos.
Una ocurre en un submarino hundido y la otra en los cielos de Sudáfrica, con un duelo entre biplanos que desafía las leyes de la física.
Son momentos electrizantes que demuestran por qué seguimos volviendo al cine a ver a Ethan Hunt.
Más allá del propio Cruise, el reparto es una mezcla de rostros familiares y nuevas incorporaciones.
Simon Pegg como Benji sigue siendo una presencia confiable y entrañable, mientras que Ving Rhames ofrece uno de los momentos más emotivos del filme. Angela Bassett impone respeto en cada aparición.
Pero otros personajes, como el nuevo villano Gabriel (Esai Morales), carecen de carisma, y su rol parece más una necesidad del guion que una amenaza real.
La pérdida de Rebecca Ferguson también pesa, y aunque Hayley Atwell aporta una nueva dinámica como la enigmática ladrona Grace, su transformación hacia aliada de Hunt se siente apresurada.
Uno de los mayores retos de la película es su duración: 179 minutos que, en su mayoría, no están justificados.
El guion, coescrito por McQuarrie y Erik Jendresen, intenta abarcar demasiadas cosas a la vez: cerrar arcos, introducir nuevos personajes, y elevar la saga a un plano casi filosófico, pero en el intento, pierde algo de lo que hacía única a Mission: Impossible: su ligereza, su humor, su espíritu de juego.
A diferencia de otras franquicias de acción que se han desdibujado con el tiempo —como Fast & Furious, que hace rato cruzó la línea de lo absurdo—, Mission: Impossible siempre ha mantenido cierto anclaje en la realidad.
Las acrobacias, por más inverosímiles que parezcan, están construidas con precisión y riesgo real.
Y lo que distingue a Cruise no es solo su disposición a arriesgar el cuerpo, sino su capacidad para mostrar miedo, duda, humanidad.
Ethan Hunt nunca ha sido el tipo duro e infalible; es un hombre que actúa al filo, y eso lo hace fascinante.
Quizás el mayor problema de Final Reckoning no sea su ambición, sino su solemnidad.
En su intento de convertirse en una conclusión épica, la saga olvida que lo que siempre nos atrajo fueron las persecuciones, las escapadas imposibles y la mirada de pánico en el rostro de Cruise cuando cuelga de un avión o se lanza al vacío.

Afortunadamente, esos momentos aún están presentes, aunque menos de lo que uno desearía.
A pesar de sus excesos y su tono grandilocuente, la película logra dejar al espectador con una sonrisa, especialmente gracias a sus secuencias finales.
Quizás sea un epílogo innecesariamente serio para una serie que funcionaba mejor cuando era puro espectáculo.
Pero sigue siendo un espectáculo, y mientras Tom Cruise siga dispuesto a colgarse de un tren en movimiento por nuestro entretenimiento, estaremos ahí para verlo.
‘Mission: Impossible — The Final Reckoning’, distribuida por Paramount Pictures, se estrena este viernes.
Clasificación PG-13 por imágenes sangrientas, secuencias de acción intensa y lenguaje moderado.
Duración: 179 minutos. Calificación: 2.5 estrellas de 4.