La administración Trump me arrestó, pero no me quedaré callado

Carlos Hernández es el editor de El Latino y un periodista con una amplia experiencia en periodismo. Ha sido corresponsal internacional en Atlanta, Nueva York y California de agencias de noticias como EFE de España y la Associated Press./EL LATINO

Por Senador Alex Padilla
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Quienes venimos de ahí sabemos lo que puede ocurrir si no cooperamos al pie de la letra con las autoridades, por eso, a pesar de estar acostumbrado al trato rudo de la policía, no deja de ser impactante lo que ocurrió la semana pasada.

Aunque me identifiqué de forma clara como Senador de los Estados Unidos, fui sacado a la fuerza de una rueda de prensa en la que la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, prometía “liberar” a Los Ángeles de su Alcalde y Gobernador electos democráticamente. 

Me tiraron al suelo, me esposaron y me sacaron por un pasillo sin darme una sola razón, en esos segundos, muchas preguntas me vinieron a la mente.

¿A dónde me llevan? ¿Estoy arrestado? ¿Qué pensará la Ciudad, ya de por sí nerviosa por la presencia de tropas federales, al ver que su senador fue detenido?

¿Qué pensará mi esposa? ¿Qué sentirán mis tres hijos?

Estoy seguro de que esas mismas preguntas cruzaron por la mente de Brad Lander, Contador de la Ciudad de Nueva York y candidato a Alcalde, cuando también fue esposado esta semana por agentes federales tras cuestionar si tenían una orden para detener a un migrante con quien se había solidarizado. 

Lander, como yo, tuvo la osadía de cuestionar el poder federal y recibió, como respuesta, la represión.

Si usted cree que esto se trata solo de dos políticos, se equivoca.

Si este gobierno se atreve a esposar a un Senador, imagínese lo que puede hacerle a cualquier ciudadano que se atreva a alzar la voz.

Y si esto pasa con cámaras encendidas, piense en lo que está ocurriendo en comunidades donde no hay testigos ni celulares grabando.

Hoy, los blancos de este ataque son los inmigrantes, pero mañana, puede ser cualquiera.

Este libreto no es nuevo. 

Fue precisamente lo que me llevó a dejar mi carrera como ingeniero y entrar en la política. 

Era 1994 y recién me había graduado del MIT, quería dedicarme a diseñar soluciones, no a protestar, pero cuando regresé a casa me encontré con anuncios televisivos racistas y la infame Proposición 187, una iniciativa para negar servicios públicos a familias inmigrantes. 

Ese fue el punto de quiebre.

Como hijo de inmigrantes mexicanos que vinieron a California buscando una mejor vida, soy prueba viviente de que este país aún cumple sus promesas, pero esas promesas no se cumplen solas. 

Necesitan de personas que exijan que Estados Unidos esté a la altura de sus principios fundacionales.

Por eso me movilicé, y junto a miles más, protestamos y vencimos la 187. 

Gracias a ese movimiento, hoy California tiene una generación de líderes diversos que entienden que el estado prospera gracias a sus inmigrantes, no a pesar de ell@s.

Entonces, cuando hace unas semanas comenzaron a acumularse críticas contra Trump por sus recortes a Medicaid, su fallida guerra comercial y sus desplantes públicos, supe que no tardaría en recurrir a su vieja estrategia: atacar a los inmigrantes para desviar la atención. 

Y así ocurrió: redadas, detenciones y discursos de “crisis” diseñados para crear miedo.

Pero la mayoría de los arrestad@s por ICE no son criminales peligros@s, como dice la Casa Blanca. 

Menos del 10% tiene antecedentes serios. 

El resto son trabajadores esenciales: cociner@s, obrer@s, jornaler@s, emplead@s de limpieza, agricultores, es decir l@s mism@s que ayudaron a este país a sobrevivir la pandemia.

El objetivo no es la seguridad, sino el espectáculo. 

Es construir una narrativa que justifique un poder desmedido, rodeado de funcionarios sin experiencia pero con lealtad ciega, como la secretaria del DHS o el director del FBI. Esta es una prueba de hasta dónde puede llegar un presidente sin límites.

Y cuando miles de angelin@s se manifestaron contra esta militarización, la respuesta del gobierno fue llamarlos “insurrectos”. 

Un término cargado que busca criminalizar la protesta.

Esto no se trata solo de inmigración, si pueden enviar tropas federales a Los Ángeles sin el consentimiento del Gobernador ni de la Alcaldesa, pueden hacerlo en cualquier otra ciudad. 

Lo que está pasando es una amenaza directa al estado de derecho.

Es un disparo de advertencia, pero también puede ser una llamada de atención para mis colegas republican@s en el Senado que han guardado silencio, y para cada estadounidense que cree estar a salvo solo por no ser inmigrante, o por vivir en un estado conservador.

La democracia no cae por un solo golpe, cae por mil heridas pequeñas, por cada vez que decidimos callar ante lo inaceptable.

Y aunque lo he vivido en carne propia, sé que no todo está perdido. 

La verdadera liberación no viene de soldados, viene de ciudadan@s organizad@s, como los millones que salieron este fin de semana a las calles a protestar por estos abusos.

A quienes aún dudan si vale la pena alzar la voz, les digo esto: si un Senador con una sola pregunta genera tanto miedo en esta administración, imaginen lo que puede hacer el poder de millones organizad@s, porque nadie vendrá a salvarnos, sólo nosotros podemos hacerlo.