No más máscaras ni terror.

Carlos Hernández es el editor de El Latino y un periodista con una amplia experiencia en periodismo. Ha sido corresponsal internacional en Atlanta, Nueva York y California de agencias de noticias como EFE de España y la Associated Press./EL LATINO

Por Redactor
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No es una escena de una dictadura militar ni una distopía cinematográfica: es Estados Unidos en 2025, donde se ejecutan redadas migratorias como si fuesen operaciones encubiertas de guerra.

El verdadero rostro de esta política no es el de los agentes enmascarados, sino el del arquitecto detrás de estas tácticas: Stephen Miller, Asesor Jefe de Política Interior y Asesor principal de Donald Trump. 

Miller, desde sus días en la Casa Blanca, ha promovido una visión de inmigración como amenaza existencial, no como fenómeno social, económico o humanitario.

Bajo su lógica, la política migratoria debe ser brutal, humillante y disuasoria, incluso si eso implica pisotear los principios constitucionales más básicos.

De hecho la semana pasada, el New York Times publicó un artículo donde en una reunión privada junto con otros asesores, Trump dijo que si por Miller fuese, en Estados Unidos sólo vivirían 100 millones de personas.

Más claro no puede quedar la figura de este personaje, que la historia sin duda lo catalogará como uno de los más oscuros y diabólicos, sino el que más ha existido en la historia política del país.

Sin embargo, ante la persecución de la cual nuestra comunidad latina es objeto, muy al estilo de la Alemania Nazi, también existen funcionarios valientes que están dispuestos a dar la cara y defender los derechos básicos de los más vulnerables.

Ahora mismo se discuten en Sacramento los Proyectos de Ley 627 y el 805, los cuales son una respuesta urgente y necesaria ante este clima de impunidad. 

No se trata de un simple tecnicismo legal, sino de una defensa del derecho a saber quién te está deteniendo, con qué autoridad y bajo qué ley. 

Y es que la posibilidad de que agentes del gobierno, locales, estatales o federales oculten sus rostros, mientras interactúan con el público, y lo cual están en su derecho siempre y cuando sean agentes del orden reales, abre la puerta a abusos inimaginables, especialmente contra las comunidades más vulnerables.

Así se ha producido al resurgimiento que cientos de personas aseguran darse en las detenciones a lo largo y ancho del Sur de California, ya que los llamados “vigilantes” o cazarrecompensas privados, han comenzado a operar al margen de toda supervisión institucional, deteniendo personas por sospechas de estatus migratorio. 

Su existencia no sólo es legalmente dudosa, sino éticamente reprobable. 

Convertir la detención de personas en una industria privatizada con tintes racistas y xenófobos es uno de los legados más tóxicos de la era Trump-Miller.

Y aquí es donde Miller reaparece como símbolo de esa estrategia perversa: convertir al inmigrante, sea indocumentado, refugiado, solicitante de asilo o incluso residente en enemigo interno, una vil copia de Hitler.

Como lo vine prediciendo todo el año pasado, que con Trump nuevamente en la Casa Blanca el estado de derecho sería violado, y el uso de tácticas autoritarias para hacer callar a la población serían las mismas que regímenes dictatoriales han usado a lo largo de la historia en Latinoamérica.

Bueno, se presagiaba, sólo falta con seguir el rastro del dinero, para comprender que todo esto es un negocio multi millonario que Trump y sus secuaces en la empresa privada desean explotar y así aumentar sus cuentas bancarias.

Apoyar las legislaciones propuestas por el Senado de California no es un acto de rebeldía partidista, sino un compromiso con la transparencia, los derechos civiles y el estado de derecho. 

Es un rechazo claro a la visión de país que pretenden imponer figuras como Miller: una nación cerrada, dominada por el miedo, en la que la empatía y la justicia se consideran debilidades.

Lo que está en juego no es sólo el futuro de los inmigrantes. 

Es el alma misma de una democracia que, si permite que sus agentes actúen como fantasmas armados en las sombras, habrá perdido no sólo su legitimidad, sino también su humanidad.